En Israel se vive una tormenta política con motivo de la solicitud oficial del Presidente estadounidense Donald Trump al presidente israeli Isaac Herzog para que conceda un indulto al primer Ministro israeli Benjamín Netanyahu. Para entender qué significa esto, hay que recordar que en Israel la figura del indulto está regulada por lo que se define en Israel como Leyes Fundamentales o Leyes Constitucionales, que establecen la facultad del presidente israelí para perdonar o reducir penas, pero siempre siguiendo un procedimiento institucional en el que interviene el Ministerio de Justicia y, en casos complejos, también la Fiscal General.
Aunque la ley permite el indulto, la práctica tradicional en Israel es clara: normalmente solo se considera una vez que los procesos judiciales terminaron. Es decir, después de una condena definitiva.
Indultar a alguien mientras su juicio está en curso, especialmente si se trata de un caso de corrupción tan sensible, es algo casi sin precedentes y, por lo mismo, cargado de implicaciones. El sistema prevé que la solicitud de indulto pueda presentarse por el propio acusado, por su abogado o incluso por familiares directos.
Técnicamente, terceros también pueden intentar promoverlo, pero en la práctica un indulto sin participación clara del acusado sería jurídicamente problemático y políticamente explosivo. Si Netanyahu no quiere el indulto, no hay forma realista de imponérselo.
Ahora, más allá de la letra fría de la ley, lo que preocupa es el significado profundo que un indulto así tendría. Desde el punto de vista jurídico, sería una ruptura con la tradición que protege el principio de igualdad ante la ley y el respeto a los procesos judiciales. Desde el punto de vista político, nos encontramos a meses de las elecciones al Parlamento. Otorgar un indulto en este momento podría alterar dramáticamente el escenario electoral, reforzando la polarizacion del público y modificando el rumbo de una campaña que ya es, de por sí, extremadamente sensible. Y desde el punto de vista social, el impacto sería enorme.
Para una parte del país, el indulto podría verse como una señal de que los poderosos pueden escapar de los procesos judiciales. Para otra parte, podría presentarse como un acto necesario de estabilidad nacional. En cualquier caso, dejaría una huella profunda: obligaría a la sociedad israelí a preguntarse qué espera de sus instituciones, dónde coloca la frontera entre justicia y política, y cuál es el precio que está dispuesta a pagar por un gesto de perdón presidencial.
En síntesis, no estamos ante una cuestión meramente procesal. Es un momento que puede redefinir la relación entre la ciudadanía, el sistema judicial y el liderazgo político. Un indulto en medio de un juicio por corrupción, a meses de elecciones, no es solo una decisión jurídica: es un mensaje y ese mensaje marcará a Israel durante años.
Un elemento que puede ayudar a comprender la potencia histórica de un indulto político en Israel es recordar uno de los precedentes más significativos: el indulto del caso “Autobús 300”, otorgado por padre del actual Presidente, que fue Jaim Herzog, en los años ochenta. En ese episodio, agentes del servicio de seguridad fueron indultados incluso antes de que los procesos judiciales concluyeran, en un contexto de enorme tensión nacional. Aquella decisión dejó huellas profundas: muchos israelíes sintieron que se había sacrificado la transparencia y la responsabilidad institucional en nombre de la razón de Estado, mientras que otros la vieron como un acto necesario para proteger a quienes actuaban en defensa del país.
Ese indulto, hasta hoy, sigue apareciendo en debates sobre la relación entre poder, justicia y ética pública. Agregar este antecedente a la situación actual permite dimensionar mejor lo que está en juego. A diferencia de entonces, ahora se trata de un primer ministro en funciones, sometido a juicios por corrupción, y con elecciones parlamentarias a la vuelta de la esquina. Sin dudas influiría de manera directa en las elecciones próximas y marcaría a toda una generación respecto de lo que Israel entiende por responsabilidad, integridad y límites del poder. Un indulto ahora no sería solo un gesto legal: sería un mensaje histórico, con la capacidad de alterar el tejido institucional y moral de la sociedad israelí, tal como ocurrió con el caso del Autobús 300, pero en una escala aún mayor, porque esta vez no se trata de agentes del Estado, sino del líder político más influyente de las últimas décadas
DR. DARIO SYKULER – ABOGADO MATRICULADO EN ARGENTINA E ISRAEL – DIRECTOR SECRETARIO DE LA CÁMARA DE COMERCIO ARGENTINO ISRAELÍ
