El comité de inversiones de la Universidad de Columbia, en Nueva York, decidió rechazar las exigencias de desinvertir en empresas vinculadas con Israel, pese a la fuerte presión de organizaciones estudiantiles que impulsaban una campaña de boicot económico. La decisión, presentada como resultado de un “análisis amplio” y de la falta de consenso en la comunidad universitaria, vuelve a encender el debate sobre el papel político de las universidades estadounidenses frente a la guerra en Gaza y al conflicto entre Israel y los territorios palestinos.
Presión estudiantil y demandas de boicot en el campus neoyorquino
Desde hace meses, el campus de Columbia se convirtió en uno de los focos más visibles de la movilización universitaria en Estados Unidos en torno a la guerra en Gaza. Diversas agrupaciones estudiantiles impulsaron resoluciones, referendos internos y campañas públicas para exigir a la universidad que revele su cartera de inversiones y se desprenda de acciones o fondos ligados a Israel o a compañías que operan en los territorios palestinos.
En algunas de esas consultas internas, una amplia mayoría de estudiantes se pronunció a favor de la desinversión, de la cancelación de acuerdos académicos con instituciones israelíes y del cierre de programas conjuntos con universidades del Estado judío. Para los activistas, mantener esos vínculos supone una “complicidad moral” con políticas que consideran violatorias de los derechos humanos de los palestinos.
Los argumentos del comité: falta de consenso y criterios fiduciarios
Frente a estas demandas, el comité de inversiones sostuvo que la universidad cuenta con políticas definidas para evaluar eventuales desinversiones, y que uno de los criterios centrales es la existencia de un consenso suficientemente amplio dentro de la comunidad académica. Según el órgano responsable, ese consenso no se alcanzó en el caso de Israel, donde existen posiciones muy polarizadas entre estudiantes, graduados, docentes y donantes.
El comité agregó que las propuestas presentadas eran “vagas” en términos operativos y no ofrecían un marco claro para identificar qué empresas o instrumentos financieros deberían ser incluidos en una eventual lista de exclusión. Además, recordó que las decisiones sobre la cartera de inversiones deben respetar la responsabilidad fiduciaria de proteger el patrimonio de la universidad, que financia becas, investigación y el funcionamiento cotidiano de la institución.
En ese sentido, la conducción de Columbia insiste en que las universidades no pueden convertir sus fondos de inversión en un campo de batalla político permanente, sujeto a cada coyuntura internacional. La respuesta busca colocar la discusión en términos de sostenibilidad financiera y de gobernanza institucional, más que en el terreno de los posicionamientos ideológicos.
Reacciones, polarización y el debate sobre la responsabilidad ética
La decisión del comité fue recibida con decepción y enojo por parte de los grupos que impulsan la campaña de desinversión. Algunos dirigentes estudiantiles denunciaron que la universidad da prioridad a los intereses de grandes donantes y fondos de inversión por encima de las demandas de su propio alumnado, que reclama una alineación más clara con causas de derechos humanos.
En el otro extremo, sectores de la comunidad judía, profesores y exalumnos que apoyan a Israel consideran que el rechazo a la desinversión es una señal de que la universidad no cede ante presiones que, a su juicio, terminan estigmatizando al único Estado judío del mundo. En su lectura, aceptar la desinversión habría alimentado campañas que buscan aislar a Israel en el ámbito académico, cultural y económico.
El caso de Columbia ilustra así una tensión más amplia que atraviesa a numerosas instituciones de educación superior: ¿deben los portafolios de inversión responder prioritariamente a criterios económicos o incorporar de manera explícita demandas éticas y políticas? La respuesta, por ahora, depende de cada campus, de su historia institucional y del equilibrio de fuerzas internas.
Una batalla simbólica que trasciende las fronteras del campus
Más allá del resultado inmediato, la pulseada en Columbia tiene un alcance simbólico que supera los muros de la universidad. La guerra en Gaza y el conflicto entre Israel y los grupos armados palestinos han desplazado parte del debate a los claustros, donde se discute no solo la política del gobierno israelí, sino también el rol de las instituciones académicas como actores morales en la escena internacional.
Para proyectos como Aurora 2025, lo ocurrido en Columbia es un indicador de cómo la discusión sobre Israel, los territorios palestinos y la violencia en Oriente Medio se reconfigura en espacios lejanos al campo de batalla, a través de decisiones sobre inversiones, alianzas académicas, programas de intercambio y narrativas simbólicas. La historia de esta universidad, referente global del mundo académico, seguirá siendo observada de cerca por quienes impulsan campañas de boicot y también por quienes siguen defendiendo el vínculo académico con Israel.

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