Dr. Israel Jamitovsky
Conforme a la Oficina Central de Estadísticas de Israel, en el año 2024, abandonaron Israel 82.700 israelíes residentes en el país por más de un año, en tanto que 32.281 nuevos inmigrantes ascendieron a Israel. 47.013 lo hicieron en el año 2023. A su vez, 23.800 israelíes retornaron a Israel, todo lo cual determinó que el aumento de la tasa poblacional fuera solo de 1.1 %; en el 2023 alcanzó el 1.6 %.
En cuanto al perfil de los que abandonan Israel, un 94.3 % son judíos (guarismo superior en relación con años anteriores), el 81 % de ellos son menores de 49 años de edad, de tal suerte que un 48 % oscila entre 20 y 45 años, y un 27 % son niños y jóvenes. Un 60 % son académicos.
En este colectivo, una leve mayoría son casados (48.9 %), en tanto los solteros configuran un 41.2 %. La mayoría de este conglomerado proviene de Tel Aviv (14 %), seguido por Haifa (7.7 %).
Hay otros factores que inciden en este proceso. En febrero del año en curso, en la comisión de inmigración y absorción del parlamento israelí, Irit Touitou, fundadora y socia del Fórum High Tech por Israel, cuya foto se adjunta a estas reflexiones, afirmó que se detecta una reducción de las Start-Up en Israel y, en contraposición, el número de empleados en esta área aumentó. Desde el año 2024, se percibe una reducción de inversiones en este espacio de la economía israelí, y ello puede incidir en la decisión de los trabajadores de este colectivo de permanecer en Israel o buscar opciones más promisorias en el exterior, por más que todos ellos anhelan residir en el país. Casualmente, hoy trascendió en un cotidiano económico que Fondos Americanos volvieron a invertir en el High Tech israelí, concretamente en empresas cibernéticas de IA, lo que por cierto configura una auspiciosa noticia.
El peso de los nuevos inmigrantes
En todo este proceso, juegan un rol preponderante los nuevos inmigrantes que se afincaron en Israel. Según señalan los Dres. Netanel Fisher y Merav Chkroun, hasta el año 2022 el número de inmigrantes que abandonaban Israel era de alrededor de 7.000 al año. En los últimos dos años se registró un dramático aumento. En el año 2023 su número llegó a 22.000, en tanto que en el año 2024 llegó a 31.000, cuatro veces más en relación con años anteriores. Los guarismos son contundentes y elocuentes.
Especialistas en este espacio señalaron que, sin perjuicio del abandono de Israel de cientos de nuevos inmigrantes provenientes de Estados Unidos y Francia, la inmensa mayoría que deja Israel proviene de Rusia y Ucrania a raíz de la guerra entablada entre ambos países, y sin perjuicio de reconocer las vicisitudes que atraviesa todo inmigrante en cualquier país del mundo —e Israel no configura una excepción—, de hecho se estima que buena parte de este colectivo nunca pensó en afincarse definitivamente en Israel y lo tomó como un paso provisorio, quizás pensando en retornar a su país de origen o radicarse en otro espacio.
No debe olvidarse la difícil coyuntura que atraviesa Israel desde el 7 de octubre de 2023 y que, conforme a la Ley de Retorno, una persona de ascendencia judía hasta la tercera generación, puede acogerse a los beneficios de esta ley y radicarse en Israel, aunque carezca de toda identificación judeo-sionista.
En este contexto, la filiación judía y sionista pesa por cierto en la suerte y destino del nuevo inmigrante, sin perjuicio de los imponderables y de la suerte que corre cada uno de ellos.
En las numerosas conferencias que dicté en el pasado ante nuevos inmigrantes de habla hispana, muchos de los cuales eran únicamente de origen judío, solía invocar una memorable reflexión vertida por el destacado diplomático israelí Abba Eban: «Nuestro desafío y tarea es transformar lo que objetivamente es migración, con todo lo que implica, en un proceso de aliá (ascensión)». Ello dependerá en buena manera de la disposición del nuevo inmigrante a integrarse, pero igualmente de la escala de valores que el Estado y la sociedad le ofrecen al nuevo integrante del país.
Un llamado de alerta a la dirigencia política
Aun así, el cuadro que aflora a la luz de los guarismos invocados preocupa por cierto a la luz del número, las edades y la formación académica de los israelíes que abandonan el país y cuyo número, como señalé, ha aumentado sensiblemente.
Ya no se trata solo del fracaso del ideal sionista. En el pasado tuve la suerte y privilegio de viajar mucho. Me topé con israelíes en pequeños pueblos en los que no existen colegios judíos ni comunidad judía, comprometiendo la continuidad judía de la nueva generación de ese espacio.
Más allá de cada caso personal, este hecho plantea serios interrogantes acerca del peso de determinadas corrientes educativas imperantes en Israel y no pude menos que reflexionar: como yo, tantos judíos nacimos en países libres y democráticos. Optamos por preservar la identidad judía y ascender a Sion, en contraposición con aquellos educados en Israel que optaron por radicarse en el exterior y, en muchos casos, de hecho, comprometer y/o renunciar a la identidad judía de sus hijos.
Personalmente, estimo que hay un sensible abismo entre la calidad individual de amplios sectores de la sociedad israelí y la mediocridad que signa a buena parte de la dirigencia política del país. Basta observar la conducta y nivel de algunos miembros del parlamento israelí en algunas sesiones de este recinto o percibir a una diputada comparecer en alguna audiencia de la Suprema Corte de Justicia de Israel y comenzar a atacar a los magistrados en medio de la sesión a tal punto de ser retirada de la sala por las fuerzas de seguridad de este espacio judicial.
Todo hombre público debe predicar con el ejemplo, y la conducta que señalo e invoco incide por cierto en la decisión de las nuevas generaciones de elaborar su futuro en Israel, y el pesado tributo que lamentablemente muchas veces pagan por ello, o desplegarlo en cualquier espacio del exterior, mucho más después del 7 de octubre de 2023.
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