En las últimas semanas, distintos barrios judíos de Toronto fueron escenario de manifestaciones que generaron malestar y preocupación dentro de la comunidad local. Hernán García, residente en la ciudad, relató que pese al cese de hostilidades en Gaza, “los muchachos siguen trabajando duro para molestar, injuriar a la comunidad judía aquí en Toronto”.
Según su descripción, los grupos movilizados no se limitaron a marchar con banderas palestinas. “No es solo Israel… es un movimiento básicamente antisemita”, afirmó. Detalló que entre 30 y 40 personas caminaron por zonas residenciales “con banderas palestinas grandes como si fueran a la cancha de Boca”, y que algunos manifestantes “vestidos de terroristas con máscaras y chalecos de bomba” gritaron consignas como “del río al mar, Palestina va a ser solo árabe”.
La reacción de la sociedad canadiense es variada. “Mucha gente está cansada, no quiere saber nada”, explicó García, señalando que los problemas económicos y laborales desvían la atención pública. A la vez, recordó que el izamiento de la bandera palestina en varias municipalidades de Ontario generó manifestaciones de vecinos, algunos de los cuales respondieron reproduciendo el himno de Canadá hasta que la policía intervino.
García también cuestionó la respuesta institucional: “El gobierno no hace nada”. Aunque reconoce que existen declaraciones oficiales contra el antisemitismo, sostiene que “no se ven acciones reales en lo cotidiano” y que en ocasiones la policía actúa de forma desigual. “La mera presencia de una persona visiblemente judía es incitar a la violencia”, aseguró al relatar que, ante intentos de diálogo pacífico, agentes ordenaron retirarse a residentes judíos mientras permitían provocaciones del otro lado.
Si bien todavía no hay un temor masivo de abandonar Canadá, García admitió que algunas personas empiezan a considerar esa posibilidad. “Hay gente que está empezando a preocuparse”, dijo, especialmente por el avance de discursos hostiles en universidades y la falta de señales firmes desde el gobierno. Para una comunidad que durante décadas vio al país como un ejemplo de convivencia, estos episodios marcan un giro inquietante.
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