Sudán, Genocidio y la Hipocresía Institucionalizada

En la columna de hoy, abordaré un conflicto, no olvidado pero si “ninguneado” por muchos actores internacionales, Estados, ONGs y también por la mismísima ONU, me estoy refiriendo a la guerra civil que hace años viene sufriendo la República de Sudán, y como es mi costumbre, haré una breve reseña histórica de este país africano.

Sudán está ubicada en la región noreste del África, limita con Egipto, Eritrea, Etiopia, Sudán del Sur y con la República Centro Africana, es uno de los 54 Estados africanos, su capital es Jartum, pero la más poblada es Omdurmán, a orillas del río Nilo, estimándose para el año ppdo., con un población de algo más de 50 millones habitantes, siendo el inglés británico y el árabe sus idiomas oficiales, aunque debido a las divisiones étnicas y tribales, hay más grupos lingüísticos, por el caso, el nubio, el beja o el fur. En cuanto al aspecto confesional, el 97% profesa el Islam sunita, en sus corrientes sufí y salafí, luego una minoría de cristianos coptos 1,5% y con igual porcentaje, religiones tribales africanas. En lo que a su economía, el 80% de sus habitantes trabaja en el sector agrícola, en muchos casos de subsistencia, y donde las sequías no ayudan, ni al desarrollo ni al crecimiento, con una Deuda Externa impaga, sin embargo, dos recursos naturales aportan altos niveles al PBI, el petróleo y el oro, aunque también posee yacimientos de tungsteno y zinc, y más recientemente, se realizan sobre reservas de gas.

Ahora, en lo que hace a la Historia, me ceñiré al Sudán contemporáneo, partiendo de su independencia, tanto de Egipto como del Reino Unido, el 1 de enero de 1956, conformando la 1ra. República, pero inmersa en un prolongada guerra civil, hasta 1972, sin embargo los conflictos étnicos y religiosos, entre un norte árabe-musulmán y el sur, cristiano y animista, hicieron estallar la 2da. guerra civil, entre 1983 y el 2005, finalizando con la firma de un Acuerdo de Paz, donde además de una nueva Constitución, se contemplaba la autonomía de la región sur. Es así, que en el año 2011, se realizó un referéndum en la misma, que ganó la posición secesionista, lo que dio lugar, a que el 9 de julio de ese año se declarase la independencia, y el nacimiento de uno de los Estados más jóvenes, la República de Sudán del Sur, que tal como señalé, en la columna del miércoles pasado, fue reconocida internacionalmente ese mismo año, y en donde se encuentra el 75% del petróleo, pero por su ubicación geográfica, sin salida al mar, debió firmar un Convenio con la República de Sudán, para que se dividan en partes iguales los ingresos de la exportación del hidrocarburo, que es embarcado en la ciudad Puerto Sudán, a orillas del Mar Rojo.

Es así, que hasta el 2019 la República de Sudán, se constituyó como una república federal, representativa y presidencialista, aunque en realidad, era una autocracia dominada por el partido Congreso Nacional, que había cooptado el poder desde 1996, pero en abril del año citado, la FAS llevan a cabo un golpe de Estado y derrocan al presidente Omar al Bashir, instaurándose una dictadura militar, pero en el 2021, se produce otro golpe de Estado, pero entre las facciones que estabán en el gobierno, y se disuelve el Consejo Soberano y se arresta al 1er. ministro Abdallah Hamdok, y junto a las milicias islamistas Janjaweed, interviene en el conflicto que se producía en Darfur.

Con el golpe de Estado, asume de facto Abdelfatah al Burham, quien introdujo importantes reformas, como ser, abolición de leyes discriminatorias hacia mujeres y minorías, descriminalizó la apostasía, se derogó la pena de muerte de homosexuales, se penalizó la mutilación femenina, y en el plano internacional, entregó al ex presidente Omar al Bashir a la Corte Penal Internacional, reclamado por crímenes de guerra, de lesa humanidad y genocidio cometidos en Darfur, y se firmaron los Acuerdos de Abraham, estableciendo así relaciones diplomáticas con Israel. Sin embargo, en abril del 2023, estalló el enfrentamiento entre las FAS y las FAR o Fuerzas de Apoyo Rápido, que tienen su origen en las milicias islamistas Janjaweed, que bajo la presidencia de Omar al Bashir, cometieron atrocidades en el conflicto de Darfur, y que en el 2013 tomaron la denominación actual. Están lideradas por el general Mohamed Hamdan Dagalo (a) Hemedti, oriundo de Darfur, y bajo su mando no sólo actuaron en la región mencionada, sino también en las regiones de Kordofan del Norte y del Sur, asimismo, en el 2015 intervinieron en la guerra civil del Yemen, y son aliadas del Ejército de Liberación de Libia, del general Jalifa Hafter, que le disputa el poder al gobierno libio, internacionalmente reconocido, del Acuerdo Nacional, por lo cual, las FAR es considerada un grupo rebelde.

Ahora bien, a este grupo rebelde e islamista, lo apoyan E.A.U., Etiopía y Rusia, en el caso de este último actor, existe una fuerte relación personal entre el presidente Vladimir Putin y el general Dagalo, reafirmada por la visita de este último a Moscú en el 2018, y además por la presencia del ex Grupo Wagner, rebautizado como África Korps, a través de instructores militares, combatientes, equipamiento y armamento, como ser blindados, helicópteros de combate, y constituyen la custodia personal del general Dagalo. Por su parte, las FAS están apoyadas por Egipto, y también por el Reino de Arabia Saudita, la que a su vez posee vínculos con los rebeldes de las FAR, pero estos actores estatales, al igual que otros exo-africanos y empresas extranjeras, están interesados en los recursos naturales más importantes que posee Sudán, el petróleo y el oro, y esto demuestra que el hilo conductor del conflicto en Sudán, una endémica crisis estructural de gobernabilidad y la pugna por el control de los recursos extractivos señalados.

En lo que hace al petróleo, si bien tras la separación de Sudán del Sur y la pérdida del 75% de las reservas, ha aprovechado que posee la salida del hidrocarburo al exterior, tal como se señaló, negoció con el nuevo Estado sureño, quedando con el 50% de los ingresos de las exportaciones, pero los yacimientos existentes en territorio sudanés, son objetivos a controlar por ambos bandos en pugna, las FAS y las FAR. En cuanto a la presencia e inversiones de empresas extranjeras, podemos citar, la CNPC o Corporación Nacional de Petróleo y SINOPEC, ambas de China, las canadiense ARAQUIS que le adquirió la concesión a la estadounidense CHEVRON, la que a su vez adquirió a la Gulf Oil Corporation con asiento en Qatar, la Petroliam Nasional Berhad o PETRONAS de Malasia, la Oil and Natural Gas Corporation ONGC de la India, la sueca LUDIN OIL y la OMV de Austria, lo que refleja la importancia de las reservas de petróleo, tanto en crudo pesado como en crudo medio, calculándose una producción diaria de algo más de 107 mil barriles por día, mientras que la empresa estatal sudanesa es SUDAPET, la que sufre dificultades para financiar el sector, aumentar los subsidios y modernizar sus equipos, en un país inmerso en una guerra civil, y que según un monitoreo del Centro para la Resiliencia y Observación de Conflictos, presidido por los EE.UU., nos muestra la gravedad y el nivel de la destrucción y consecuencias humanitarias que causa el conflicto, en particular en torno a los campos petrolíferos, causando contaminación, como son los derrames en los oleoductos del Gran Nilo y Petrodar, provocando un verdadero ecocidio, no sólo por los graves daños ambientales, sino también los efectos negativos en la actividad agrícola y el desplazamiento masivo de población.

El otro recurso natural importante es el Oro, tal como se señaló, y la explotación de este mineral es crucial en la economía sudanesa, exportándose el 80% del mismo, pero al igual a lo que sucede con el petróleo, tiene graves efectos en el medio ambiente a consecuencia del uso de mercurio y cianuro, pero es una industria que está vinculada tanto a las FAS como al grupo rebelde FAR, pues es fuente de financiación para sostener el esfuerzo bélico, y el control de zonas con yacimientos auríferos, como Songo, son objetivos importantes para ambos bandos, lo que ha exacerbado la violencia y también un aumento de millones de personas, incluyendo profesional, que se vuelcan a este sector, en muchos casos por subsistencia, porque para Sudán, tras la secesión de Sudán del Sur, el oro se ha convertido en el motor económico, que genera miles de millones de Dólares.

Igual a lo que se da con el sector petrolero, hay presencia de actores estatales y empresas extranjeras presentes en la explotación de este mineral, como ser E.A.U., Arabia Saudita, Egipto y Rusia a través del ahora llamado África Korps, antes Grupo Wagner, todos éstos, fueron ocupando los lugares dejados por empresas marroquíes y australianas, al estallar el actual conflicto. Es así, que el principal destino del oro sudanés es E.A.U., que procede de los yacimientos principalmente controlados por las FAR, y la ruta es a través de Libia, Chad y Sudán del Sur, en cuanto a Egipto, se ha hecho presente en el mercado aurífero sudanés desde el inicio del actual conflicto, siendo el destino de las extracciones no oficiales y contrabando, que se estima en el 60% de la producción de las provincias del norte, en colaboración con las FAS, sin embargo, hay pruebas indubitables, que el oro que llega a Egipto, como a Eritrea, termina igual en E.A.U. y en Arabia Saudita.

Por su parte, la empresa militar privada rusa África Korps, que al principio apoyo a la FAR en la región de Dafur, en el contrabando del oro a través de la República Centro Africana, en abril del 2024, y a raíz de una visita oficial de autoridades rusas a Puerto Sudán, se estableció el vínculo con el gobierno sudanés, sellándose un acuerdo de concesión a una empresa rusa, para la explotación aurífera en los yacimientos que controla las FAS, con custodia de África Korps, y contempla un convenio entre ambos Bancos Centrales, que le permite a Rusia pagar en Rublos, y a Sudán utilizar esa moneda para adquirir armamento y equipamiento militar ruso, algo que va en sintonía, en que Moscú respaldo el golpe de Estado del 2021, y además, el oro exportado a Rusia, le ha servido al Kremlin hasta el presente, para financiar su esfuerzo bélico en la guerra en Ucrania, y hablando del conflicto ucraniano, hay que señalar que aprovechando la masiva provisión de armas a Kiev, por parte de la OTAN, se ha incrementado el tráfico ilegal de las mismas con destino a Sudán, a través del mercado negro, que abastece a uno y otro bando del conflicto.

En el escenario reseñado, Sudán vive una de las peores crisis humanitarias del Siglo, de un Genocidio representado por una campaña de limpieza étnica, como la que se está viviendo –particularmente- desde finales de octubre y en lo que va de noviembre, que se expone con toda crudeza, con la caída de la capital de Darfur del Norte, Al Fashir, el último reducto del gobierno de Jartum en la región occidental.

Este real y verdadero Genocidio, que excede cualquier categorización de un conflicto, está reflejado con la ejecución de más de 460 personas, entre personal médico, pacientes y acompañantes, en el Hospital Materno Saudí de la citada ciudad, perpetrado por las FAR, que sumado a otras matanzas, podrían compararse al genocidio de Rwanda en 1994, y que demuestran que las acciones del grupo rebelde, están marcadas, además de la violencia criminal descripta, por el desplazamiento forzado de 13 millones de seres humanos, por ataques sexuales masivos y por la hambruna, que se cometen en un marco de total impunidad estructural, por la ausencia de protección a la población civil y fundamentalmente, ante la Hipocresía Institucionalizada de la ONU, con las declaraciones de Tom Fletcher, de la Oficina de Asuntos Humanitarios, en relación a las matanzas en Al Fashir, hace sólo tres días atrás que dijo: “Sudán es el epicentro del sufrimiento mundial”, o de las ONGs humanitarias y de una descarada indiferencia de la gran mayoría de los actores estatales, ante una catástrofe que sufre Sudán desde el 2023, con una mortalidad resultante que se estima en más de 200 mil víctimas fatales, que si le sumamos los millones de desplazados, supera a los conflictos en Ucrania y en la República del Congo, y se acerca a lo dejado por la Guerra Civil Siria, en síntesis, esta Hipocresía Institucionalizada y el fracaso sistémico de la Comunidad Internacional, deja al descubierto, que la defensa de los DD.HH., los Crímenes de Guerra y Lesa Humanidad, y el Genocidio, real y no inventado, se articulan selectiva y condicionalmente con los intereses geopolíticos y geoeconómicos.

Finalizando la columna de hoy, mi reflexión es la siguiente: Sudán en lo que va de este Siglo ha vivido inmerso en recurrentes crisis de gobernabilidad y humanitaria, que constituyen origen y consecuencias de los conflictos armados, que son una constante que parece no tener solución, y que además de los Crímenes de Guerra y Lesa Humanidad, conllevan el Genocidio, la limpieza étnica sistemática en su real y genuina dimensión, y no la utilización falas y banal del término como lo hace algunos medios de comunicación, líderes políticos y organizaciones internacionales de todo tipo, que hacen a una Hipocresía Institucionalizada, que hace de Sudán el Gran Olvidado, y dejan al desnudo la ineficiencia, la ineficaz y el fracaso del sistema internacional, encabezado por la ONU, pero también con la responsabilidad de importantes actores estatales, que priorizan sus intereses geopolíticos y geoeconómicos, por encima de los más elementales principios de Humanidad, y entonces, por todo lo reseñado la frase para terminar es de Sigmund Freud, que expresó: “la guerra se debe a la pulsión destructiva inherente al ser humano, que coexiste con la pulsión de vida.”.-