El reciente bloqueo de la plataforma Roblox en las escuelas de la Ciudad de Buenos Aires volvió a encender las alarmas sobre el grooming y la explotación sexual infantil en entornos digitales. La medida, dispuesta por el Ministerio de Educación porteño, surgió tras un caso denunciado en la ciudad, aunque según especialistas no se trata de un episodio aislado: distintas provincias han iniciado investigaciones similares, incluido un caso en Cipoletti donde se detuvo a un pederasta que utilizaba el juego para contactar niños.
La licenciada Daniela Gasparini, especialista en violencia y tecnologías, explicó que Roblox —una plataforma mundial con casi 400 millones de usuarios— combina videojuegos, chats públicos y privados, y experiencias creadas por los propios jugadores. “La edad promedio de ingreso son los 5 años. Es muy fácil registrarse y un adulto puede hacerse pasar por un menor sin problemas”, advirtió.
Gasparini detalló que muchos agresores se valen de la moneda virtual del juego, los Robux, como mecanismo de manipulación: “Los pederastas le ofrecen Robux a los chicos a cambio de fotos o videos íntimos. Es una plataforma con poca regulación y mucha circulación de dinero, lo que la vuelve riesgosa si no hay supervisión adulta”.
La especialista subrayó que bloquear el acceso en horario escolar es una medida necesaria, pero insuficiente. “Los chicos juegan en red en sus casas o con amigos. La prohibición por sí sola no resuelve. Lo central es que los adultos sepan qué hacen los chicos en línea, hablen con ellos y marquen límites”, explicó. Además, remarcó que el uso del celular como “chupete digital” desde la primera infancia debilita los espacios de diálogo y aumenta la exposición.
Sobre cómo abordar estos temas, Gasparini fue clara: “No hay que tener miedo de hablar. Los chicos ya conocen conceptos que antes llegaban mucho más tarde. Hoy el consumo de pornografía empieza a los 8 años. Si no hablamos, dejamos un espacio vacío donde pueden actuar otros”. Para la especialista, generar rutinas simples —como comidas sin pantallas y momentos de conversación real— es clave para reconstruir vínculos y prevenir situaciones de riesgo.
