El odio antijudío se dispara en la República Checa y marca un récord anual

Un informe que enciende las alarmas

La comunidad judía de la República Checa advierte que el antisemitismo en el país ha alcanzado niveles récord. Según el último informe de la Federación de Comunidades Judías en la República Checa (FŽO), en 2024 se registraron 4.694 incidentes antisemitas, casi un 8,5 % más que los 4.328 del año anterior y muy por encima de las cifras de 2022. El salto acumulado en apenas dos años es tan abrupto que los propios autores del informe lo califican de “histórico” y “preocupante”.

Aunque la República Checa mantiene una imagen de país relativamente seguro y, en comparación con otras naciones europeas, con un clima político mayoritariamente favorable hacia Israel, el informe señala un cambio de tono. El odio contra los judíos -a menudo camuflado en la demonización del Estado de Israel- se ha vuelto más visible, más aceptable en ciertos ámbitos y, sobre todo, más omnipresente en el espacio digital.

Los números detrás del récord

El dato central del informe es contundente: 4.694 incidentes antisemitas registrados en 2024. La FŽO subraya que estas cifras se basan exclusivamente en fuentes de acceso público -medios de comunicación, redes sociales, páginas web y denuncias que llegan a sus plataformas-, por lo que reflejan solo una parte de la realidad. Aun así, marcan un récord desde que se lleva un registro sistemático.

El incremento del 8,5 % respecto a 2023 llega después de un salto todavía más dramático el año anterior: en 2023, los incidentes casi se duplicaron en relación con 2022, impulsados por la ola global de antisemitismo que siguió al ataque terrorista de Hamás contra Israel el 7 de octubre de 2023 y al estallido de la guerra en Gaza. En otras palabras, el país se enfrenta a una tendencia de crecimiento acumulativo que no se ha revertido.

Otro dato clave es la naturaleza de los incidentes. Alrededor del 96 % de los casos registrados en 2024 ocurrieron en el espacio online: discursos de odio en redes sociales, comentarios en foros, difusión de teorías conspirativas clásicas contra los judíos y mensajes que presentan al Estado de Israel como una encarnación absoluta del mal. Esto no significa que la violencia física sea inexistente, pero sí que el epicentro del antisemitismo se ha desplazado al terreno digital.

De la calle a las redes: el odio se desplaza

El informe de la FŽO indica que en 2024 se registraron cuatro agresiones físicas con motivación antisemita, todas vinculadas directa o indirectamente al conflicto de Oriente Medio y la guerra en Gaza. Puede parecer un número reducido, sobre todo si se lo compara con otros países europeos, pero representa un récord para la República Checa en los últimos años y confirma una tendencia preocupante: lo que comienza en internet puede terminar en la calle.

Uno de los casos más graves fue el intento de incendio de una sinagoga en la ciudad de Brno, a finales de enero de 2024. Un grupo de adolescentes, radicalizados a través de contenidos extremistas yihadistas y de odio en línea, colocó un artefacto incendiario que no llegó a detonar correctamente. La policía, que siguió la pista de su actividad en redes, los detuvo poco después y dos de ellos enfrentan cargos por delitos relacionados con terrorismo.

Paralelamente, los actos de vandalismo contra cementerios y monumentos judíos se duplicaron: en 2024 se registraron doce casos de profanación, pintadas ofensivas o daños intencionados en lugares de memoria vinculados con la comunidad judía y la Shoá. Para una comunidad relativamente pequeña, estos episodios tienen una fuerte carga simbólica: no se trata solo de daños materiales, sino de intentos de atacar la memoria histórica y la dignidad colectiva.

La policía checa también informó de un aumento en los casos de discurso de odio investigados formalmente. Solo en 2024 se tramitaron alrededor de treinta expedientes relacionados con expresiones antisemitas, un incremento de aproximadamente el 40 % respecto al año anterior. El dato confirma que, aunque la mayoría de los incidentes no llega al sistema judicial, el fenómeno ya es visible para las autoridades y genera respuestas institucionales.

Una “normalización” inquietante

Más allá de las cifras, lo que más preocupa a los responsables de la FŽO es el clima general. Su presidente, Petr Papoušek, ha descrito la situación con palabras que resuenan más allá de las fronteras checas: el odio a los judíos -especialmente en la forma de demonización y deslegitimación del Estado de Israel- se ha vuelto, en ciertos entornos, una actitud “socialmente aceptable”.

El informe habla de una “sinergia inédita” entre extremistas de derecha, grupos de extrema izquierda, sectores islamistas radicales y plataformas de desinformación. Todos coinciden, pese a sus diferencias ideológicas, en utilizar un lenguaje hostil hacia Israel y hacia los judíos, recurriendo a los viejos motivos del antisemitismo clásico: conspiraciones globales, control financiero, manipulación política o deshumanización del “enemigo sionista”.

En la práctica, esto se traduce en campañas coordinadas en redes sociales, en la circulación masiva de imágenes y memes antisemitas y en intentos de trasladar ese clima al espacio público: manifestaciones, actos en universidades, boicots y presiones sobre instituciones culturales o académicas. La frontera entre la crítica legítima a la política de un gobierno y el odio antisemita se difumina deliberadamente.

Un país todavía seguro, pero en alerta

El propio informe y las organizaciones judías insisten en un matiz importante: la República Checa sigue siendo, en términos comparativos, un país seguro para la vida judía. No se han registrado pogromos ni campañas sistemáticas de violencia, y las autoridades estatales mantienen, en general, una relación de apoyo con la comunidad judía y con el Estado de Israel.

Sin embargo, la combinación de tres factores -el aumento sostenido de incidentes, la radicalización en línea y la creciente “normalización” social del discurso antisemita- obliga a mantenerse en alerta. Por un lado, la comunidad judía refuerza la seguridad de sinagogas, escuelas y centros comunitarios. Por otro, se intensifican las iniciativas de educación sobre antisemitismo y memoria del Holocausto, en coordinación con organismos públicos y proyectos como MANTIC, dedicados a monitorear y analizar las manifestaciones de odio.

En paralelo, el gobierno checo ha aprobado una nueva estrategia para combatir el antisemitismo y otras formas de odio para el período 2025–2030, que combina medidas de prevención, educación, monitoreo y respuesta penal. El reto será que estas políticas no queden solo en el papel, sino que se traduzcan en cambios concretos en escuelas, universidades, redes sociales y medios de comunicación.

Claves y Análisis

Una anomalía dentro de Europa Central

Durante años, la República Checa fue presentada como una “excepción positiva” dentro de Europa Central: fuerte memoria del Holocausto, una opinión pública en general simpatizante con Israel y una clara distancia frente a los discursos antioccidentales o antisemitas que circulan en otras regiones del continente. Esa imagen no ha desaparecido, pero el nuevo informe obliga a matizarla.

El récord de 4.694 incidentes en 2024 no sitúa automáticamente a la República Checa entre los países más peligrosos para los judíos, pero sí demuestra que ningún país es inmune a la ola global de antisemitismo que se intensificó tras el 7 de octubre de 2023. La combinación de redes sociales, polarización política y guerra en Oriente Medio ha erosionado incluso aquellos contextos que parecían más estables.

El caso checo muestra además que no hay una línea divisoria nítida entre “antisemitismo clásico” y “antisionismo contemporáneo”. Muchos de los incidentes documentados utilizan el pretexto de criticar a Israel para deslizar mensajes que, en realidad, niegan el derecho de existencia del Estado judío, relativizan los crímenes del terrorismo islamista o reinterpretan la historia del pueblo judío a través de narrativas conspirativas.

El factor Gaza y la demonización de Israel

La guerra en Gaza, desencadenada por el ataque terrorista de Hamás, es el gran telón de fondo del informe. No se trata de un fenómeno exclusivamente checo: informes internacionales muestran que el 7 de octubre de 2023 y sus consecuencias tuvieron un impacto inmediato en los niveles de antisemitismo en Europa, América y otras regiones.

En la República Checa, ese impacto se tradujo en una explosión de contenidos hostiles en redes sociales, en protestas donde se mezclaban consignas políticas, críticas legítimas y discursos abiertamente antisemitas, y en una creciente presión simbólica sobre la comunidad judía local, que se ve interpelada por un conflicto que ocurre a miles de kilómetros.

Uno de los puntos más delicados del debate público es la confusión deliberada entre la legítima crítica a decisiones concretas del gobierno israelí y la demonización del Estado de Israel como tal. Cuando se presenta a Israel como una entidad “criminal por naturaleza”, “ilegítima” o “nazificada”, se retoman viejos patrones de deshumanización que históricamente han precedido a la violencia antisemita.

Universidades, juventud y radicalización online

Las advertencias del informe y de líderes comunitarios checos incluyen un foco especial en las universidades y en la juventud. La penetración del antisemitismo en espacios académicos no se expresa siempre en forma de agresiones abiertas, sino a menudo a través de la exclusión de voces judías, la presión sobre profesores o estudiantes que apoyan a Israel o la aceptación acrítica de discursos que igualan sionismo y racismo.

Al mismo tiempo, los casos de radicalización de adolescentes a través de contenidos extremistas -como el intento de incendio de la sinagoga de Brno- muestran cómo el ecosistema digital puede convertirse en un acelerador del odio. Jóvenes con escaso conocimiento histórico son expuestos a videos, foros y canales donde se mezclan propaganda yihadista, teorías conspirativas y antisemitismo clásico, en un entorno donde casi no hay filtros ni mediaciones.

Para las autoridades checas, el desafío es doble: por un lado, mejorar las herramientas de monitoreo y reacción frente al odio en línea; por otro, fortalecer la educación crítica en escuelas y universidades, de manera que los jóvenes puedan identificar cuándo una consigna política se convierte en discriminación o incitación al odio.

Qué está haciendo el Estado checo

La respuesta del Estado checo no parte de cero. Desde hace años, la República Checa participa activamente en iniciativas internacionales de memoria del Holocausto y ha dado apoyo institucional a la comunidad judía. La reciente estrategia nacional contra el antisemitismo y otras formas de odio busca dar un marco más sistemático a estas acciones.

Entre las medidas discutidas se encuentran el refuerzo de la protección en lugares sensibles, el apoyo a proyectos educativos y de investigación sobre antisemitismo contemporáneo, y la cooperación con plataformas digitales para identificar y frenar contenidos de odio. Sin embargo, la experiencia de otros países demuestra que la clave no está solo en las leyes, sino en su aplicación coherente y sostenida.

La comunidad judía checa insiste en la importancia de facilitar canales de denuncia accesibles y eficaces, de forma que las víctimas y testigos de incidentes se animen a reportarlos. Sin denuncias, el fenómeno permanece invisible y los datos oficiales inevitablemente subestiman la magnitud del problema.

Un espejo para Europa

Lo que ocurre hoy en la República Checa es también un espejo para Europa. Un país con tradición de apoyo a Israel, con instituciones democráticas relativamente sólidas y con políticas activas de memoria del Holocausto está experimentando un aumento sostenido del antisemitismo, especialmente en el terreno digital. Esa combinación de factores deja una lección clara: ningún contexto democrático está vacunado para siempre contra el odio más antiguo del continente.

El desafío para la República Checa -y, por extensión, para Europa- será evitar dos tentaciones: minimizar el problema con el argumento de que “no hay violencia masiva” o, por el contrario, caer en un alarmismo paralizante. Entre ambos extremos, la respuesta pasa por reconocer la gravedad de la tendencia, reforzar la educación y la memoria, perseguir penalmente el discurso de odio más grave y mantener un espacio público donde la crítica política no se convierta en coartada para el antisemitismo.

Para la comunidad judía checa, que recuerda tanto la destrucción casi total durante la Shoá como los años de antisemitismo bajo regímenes totalitarios, el mensaje del informe es claro: la vigilancia, la denuncia y la alianza con la sociedad democrática en su conjunto serán esenciales para impedir que este nuevo pico de odio se consolide como una normalidad aceptada.

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