Cientos de activistas antisionistas se concentraron frente a la sinagoga Park East, en el barrio neoyorquino de Manhattan, para manifestarse contra un evento que promueve la inmigración a Israel. Durante la protesta se escucharon consignas como “Globalizar la Intifada” y “Muerte a las FDI”, así como gritos e increpaciones dirigidas a fieles judíos que intentaban acceder o salir del edificio comunitario.
Un acto contra la inmigración a Israel convertido en blanco del odio
El acto dentro de la sinagoga fue organizado por Nefesh B’Nefesh, una entidad que desde hace años impulsa la aliá de judíos de Norteamérica hacia Israel, ayudándolos en los trámites iniciales de instalación y ofreciendo información sobre vivienda, empleo y estudios. El encuentro tenía un carácter comunitario e informativo, dirigido a familias interesadas en conocer las posibilidades de comenzar una nueva vida en el Estado judío.
En el exterior, sin embargo, el clima fue completamente distinto. Diversos grupos antisionistas, convocados por organizaciones radicalizadas, denunciaron el evento como “reclutamiento de colonos” y se ubicaron frente a la fachada del templo con banderas palestinas y pancartas. Desde ese marco acusatorio y deslegitimador, la protesta derivó rápidamente en consignas abiertamente hostiles, no sólo contra Israel sino contra los asistentes judíos.
Consignas extremistas y tensión frente a la sinagoga
Testigos describieron una atmósfera cargada de agresividad verbal. Además de los gritos de “Globalizar la Intifada”, se escucharon reiteradamente los cánticos de “Muerte a las FDI”, en referencia al ejército de Israel. Este tipo de consignas, que celebran o alientan la violencia contra soldados israelíes y son percibidas por amplios sectores como mensajes de odio hacia el conjunto del pueblo judío, añadieron un componente de intimidación que recordó a muchos episodios históricos de persecución.
La policía de Nueva York instaló vallas y cordones de seguridad para evitar que los manifestantes bloquearan completamente las entradas y para reducir el riesgo de confrontaciones físicas. De todos modos, algunos asistentes relataron que fueron insultados y grabados con teléfonos móviles cuando intentaban atravesar la zona de protesta, lo que contribuyó a un sentimiento de vulnerabilidad e indefensión.
La voz del rabino y el eco de la memoria histórica
El rabino de la sinagoga, sobreviviente de la Shoá, expresó después del episodio su profunda preocupación por el tono del mitin y por el hecho de que se eligiera un lugar de culto judío como escenario principal de la protesta. Recordó, en ese contexto, las escenas de Europa en los años treinta, cuando sinagogas eran blanco de ataques mientras las autoridades miraban hacia otro lado, y subrayó la importancia de que las fuerzas de seguridad actúen con firmeza para impedir que el odio pase de las palabras a los hechos.
Para el liderazgo comunitario, no se trata solamente de la amenaza física, sino también del mensaje simbólico: cuando una manifestación antisionista adopta consignas que justifican la violencia y se despliega frente a una sinagoga, la línea entre la crítica política y el antisemitismo se vuelve extremadamente difusa. De allí los llamados a que dirigentes políticos, religiosos y académicos condenen sin ambigüedades este tipo de actos.
Preocupación por la escalada del antisemitismo público
El episodio en Manhattan se suma a una serie de incidentes registrados en diversas ciudades occidentales desde el 7 de octubre de 2023, donde marchas y concentraciones vinculadas al conflicto de Gaza han derivado en agresiones verbales contra judíos, pintadas frente a instituciones comunitarias y ataques directos a sinagogas, escuelas y negocios. Organizaciones de monitoreo del antisemitismo advierten que consignas como “Muerte a las FDI” o “Del río al mar” funcionan, en la práctica, como un lenguaje de deslegitimación y demonización que convierte a los judíos en blanco preferente de la ira política.
Autoridades locales y federales han insistido en que la libertad de expresión, valor central en las democracias occidentales, no ampara el discurso de odio ni la intimidación frente a casas de culto. De ahí que se reclamen protocolos más claros para proteger templos y centros comunitarios, así como una mayor coordinación entre los cuerpos de seguridad y las organizaciones judías ante convocatorias que, por su tono y sus consignas, pueden transformarse rápidamente en focos de hostilidad abierta.
Mientras tanto, la comunidad judía de Nueva York -una de las más importantes del mundo- intenta equilibrar la necesidad de vivir su identidad y su vínculo con Israel con la preocupación por un clima social en el que las fronteras entre legítima crítica y odio antisemita parecen estar desdibujándose con peligrosa rapidez.

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