Dr. Emmanuel Navon
La actual guerra civil en Sudán ha desencadenado el desastre humanitario más grave del mundo y amenaza con desestabilizar toda la cuenca del Mar Rojo. Para Israel, las implicaciones son estratégicas: la seguridad marítima, la lucha contra el terrorismo y la normalización regional dependen del futuro de Sudán.
La actual guerra civil en Sudán ha desencadenado el desastre humanitario más grave del mundo y amenaza con desestabilizar toda la cuenca del Mar Rojo. Para Israel, las implicaciones son estratégicas: la seguridad marítima, la lucha contra el terrorismo y la normalización regional dependen del futuro de Sudán. El conflicto se ha convertido en un escenario para la expansión iraní, rusa y china, lo que desafía a Israel y a sus socios occidentales a actuar. Al coordinar la inteligencia, asegurar el Mar Rojo, apoyar el acceso humanitario y prepararse para la normalización posbélica, Israel puede proteger sus intereses vitales, reforzar su alineamiento con Occidente y contribuir a la configuración de un orden regional más estable.
Introducción
Sudán se encuentra hoy en el epicentro de la peor catástrofe humanitaria del mundo, un colapso que tiene implicaciones directas para la seguridad, la diplomacia y la estrategia regional de Israel. Más de doce millones de personas han sido desplazadas, treinta millones necesitan ayuda de emergencia, y la hambruna y las enfermedades se propagan sin control. Ya no se trata de un conflicto interno: es un terremoto regional que está transformando el Cuerno de África, la cuenca del Mar Rojo y el entorno estratégico que rodea a Israel.
Mientras la atención mundial se ha centrado en las guerras en Ucrania y Gaza, el colapso de Sudán amenaza con transformar el corredor del Mar Rojo en un caldo de cultivo para el terrorismo, el tráfico de armas y la competencia entre grandes potencias. Para Israel, hay mucho en juego: la seguridad marítima, la lucha contra el terrorismo y el futuro de la normalización con los mundos árabe y africano dependen de la trayectoria de Sudán.
De la lucha por el poder al colapso del Estado
La guerra estalló en abril de 2023 tras meses de tensión entre las Fuerzas Armadas Sudanesas (FAS), comandadas por el general Abdel Fattah al-Burhan, y las Fuerzas de Apoyo Rápido (FAR), un poderoso grupo paramilitar liderado por el general Mohamed Hamdan Dagalo (“Hemedti”). Anteriormente aliados en el derrocamiento del dictador Omar al-Bashir, ambos generales se enfrentaron en una lucha por el poder, los recursos y el apoyo extranjero.
Las consecuencias fueron catastróficas. Jartum y Omdurmán quedaron devastadas por la guerra urbana, mientras que Darfur se sumió en atrocidades étnicas que recordaban a principios de la década de 2000. Los sistemas de salud colapsaron, la hambruna se propagó y millones de personas huyeron a través de las fronteras hacia Chad, Sudán del Sur y Etiopía. El Estado se desintegró, creando vastos espacios sin gobierno explotados por redes yihadistas, grupos de contrabando y potencias extranjeras.
La geografía de Sudán hace que su inestabilidad sea excepcionalmente peligrosa. Conecta el Sahel con el Cuerno de África y domina una extensa costa en el Mar Rojo, una arteria vital para el comercio mundial y para el acceso de Israel al Océano Índico. La inestabilidad allí se extiende hacia el exterior, amenazando las rutas marítimas, los regímenes regionales y el frágil equilibrio de Oriente Medio en general.
Potencias extranjeras y la batalla por la influencia
Sudán se ha convertido en un escenario de proxies (apoderados) en la contienda entre actores globales y regionales rivales. Egipto, Emiratos Árabes Unidos y Arabia Saudita han apoyado a diferentes bandos del conflicto, buscando influencia sobre la política hídrica del Nilo, las rutas comerciales y los recursos. El Grupo Wagner de Rusia se afianzó en el sector aurífero de Sudán, intercambiando armas por derechos mineros y proyectando su influencia a lo largo del Mar Rojo. Irán, por su parte, ha buscado restablecer su presencia mediante la transferencia de armas y la infiltración marítima. China sigue considerando a Sudán como parte de su red de la Franja y la Ruta, priorizando la infraestructura y las industrias extractivas.
Este mosaico de interferencias externas ilustra el regreso de la competencia entre grandes potencias a África. Para Israel, las implicaciones son dobles. En primer lugar, el Mar Rojo se ha convertido en una extensión del frente iraní, con los aliados de Teherán —los hutíes en Yemen y sus aliados militantes en otros lugares— amenazando la libertad de navegación. En segundo lugar, la expansión de la influencia rusa y china en el Cuerno de África socava el acceso estratégico occidental y debilita la moderación regional.
Por lo tanto, Sudán representa una prueba para determinar si Israel y sus socios occidentales aún pueden influir en los resultados en un entorno cada vez más multipolar. De no hacerlo, se corre el riesgo de ceder uno de los corredores marítimos más vitales de Israel a potencias hostiles o revisionistas.
Intereses estratégicos de Israel
Seguridad y el Mar Rojo
El Mar Rojo es la vía marítima vital de Israel hacia Asia y África Oriental. Su puerto meridional, Eilat, depende de un paso seguro a través de Bab el-Mandeb, un cuello de botella ahora amenazado por los hutíes respaldados por Irán y por la inestabilidad en la costa sudanesa. El caos en Sudán facilita el contrabando de armas a Hamás y Hezbollah a través del Sinaí y Libia, como se ha documentado repetidamente durante las últimas dos décadas. Por lo tanto, estabilizar Sudán es fundamental para prevenir el resurgimiento de un corredor de armas que conecte Teherán con Gaza.
Alineamiento diplomático y estratégico
En 2020, el gobierno de transición de Sudán acordó adherirse a los Acuerdos de Abraham, lo que marcó un cambio histórico tras décadas de hostilidades. De haberse completado el proceso, se habría sellado un arco estratégico que vincularía a Israel con el Golfo Pérsico y África Oriental. Esa oportunidad se desvaneció con el golpe de Estado de 2021 en Sudán y la guerra posterior, pero la lógica subyacente sigue siendo válida: un Sudán normalizado consolidaría la presencia de Israel en la cuenca del Mar Rojo y proporcionaría un socio en la lucha contra el terrorismo y la seguridad marítima.
El acercamiento de Israel a Sudán también tuvo un peso simbólico. Jartum, antigua ciudad de los “Tres Noes” en 1967, estaba a punto de convertirse en un símbolo de reconciliación. Restablecer esa trayectoria indicaría que la normalización con Israel sigue siendo una vía hacia el desarrollo y la estabilidad, no una fuente de riesgo interno.
Integración Regional y Desarrollo
Más allá de la seguridad y la diplomacia, Israel cuenta con activos prácticos que aportar. Su experiencia en agricultura desértica, gestión del agua y salud pública puede apoyar la reconstrucción cuando cesen las hostilidades. La tecnología israelí, en colaboración con los marcos de ayuda internacional, podría ayudar a reconstruir los medios de vida y la infraestructura en un país devastado, fortaleciendo los lazos con los socios africanos y demostrando los beneficios tangibles de la paz.
Opciones Políticas de Israel
Israel no puede determinar el destino de Sudán por sí solo, pero puede actuar, directamente y en coordinación con socios occidentales y regionales, para mitigar las amenazas y moldear las realidades de la posguerra. Se destacan cuatro vías de interacción:
Cooperación marítima y de inteligencia:
Israel debería profundizar la coordinación de inteligencia con Estados Unidos y sus socios árabes en materia de seguridad en el Mar Rojo. Monitorear el flujo de armas desde Irán a través de Sudán y Yemen sigue siendo vital. Una presencia naval israelí reforzada en Eilat, combinada con el intercambio de datos en tiempo real, puede ayudar a disuadir el contrabando y la piratería.
Colaboración con mediadores regionales:
La Unión Africana, Arabia Saudita y los Emiratos Árabes Unidos han lanzado iniciativas para negociar un alto el fuego. Israel debería colaborar discretamente con estos mediadores, enfatizando los riesgos que un conflicto prolongado supone para la estabilidad del Mar Rojo. La diplomacia israelí puede complementar los esfuerzos occidentales aprovechando su creciente diálogo con los Estados africanos y del Golfo.
Diplomacia humanitaria:
Si bien la presencia humanitaria de Israel es modesta, su capacidad para un despliegue médico y logístico rápido es reconocida mundialmente. Coordinar las labores de socorro, en particular a través de su Agencia para la Cooperación Internacional al Desarrollo (MASHAV), demostraría buena voluntad y se alinearía con el esfuerzo más amplio de Israel por proyectar una influencia regional constructiva
Preparación para la Normalización Posbélica:
Una vez que resurja un gobierno civil legítimo, Israel debería estar preparado para reanudar las conversaciones de normalización y apoyar la reintegración de Sudán a los Acuerdos de Abraham. Esto no solo beneficiaría la recuperación de Sudán, sino que también fortalecería la legitimidad regional de Israel y generaría nuevas oportunidades económicas.
Alineamiento Geopolítico con Occidente
La posición de Israel en Sudán se alinea naturalmente con la de Estados Unidos y otras potencias occidentales. Todas comparten el interés de garantizar la libertad de navegación, contrarrestar la expansión iraní y evitar la consolidación de la influencia rusa y china en el corredor del Mar Rojo. La inteligencia, el alcance operativo y las relaciones regionales de Israel lo convierten en un socio indispensable para lograr estos objetivos.
Este alineamiento refuerza la identidad de Israel como parte del bando occidental: una potencia democrática y tecnológicamente avanzada, capaz de contribuir significativamente a la estabilidad global. En un momento en que Oriente Medio está fracturado y la participación estadounidense es cuestionada, la participación activa de Israel en la estabilización africana podría reafirmar su papel como actor responsable dentro del orden internacional liberal.
Conclusión
El colapso de Sudán es tanto una calamidad humanitaria como una advertencia estratégica. Para Israel, pone de relieve cómo la inestabilidad en la periferia africana puede repercutir directamente en su entorno marítimo y de seguridad. Sin embargo, la crisis esconde una oportunidad. Mediante la coordinación con Estados Unidos y sus socios árabes, Israel puede contribuir a la configuración de un Sudán de posguerra más estable, moderado y abierto a la cooperación regional.
La normalización de las relaciones con un futuro Sudán civil sigue siendo un objetivo alcanzable: extendería los Acuerdos de Abraham desde el Golfo hasta el corazón de África y transformaría el Mar Rojo en un corredor de conectividad en lugar de un corredor de conflicto. Ignorar a Sudán equivaldría a permitir que Irán, Rusia y China llenaran el vacío. Interactuar implica reforzar la profundidad estratégica de Israel, sus alianzas globales y su compromiso con un orden regional estable.
Fuente: JISS – The Jerusalem Institute for Strategy and Security
La entrada Israel y la guerra en Sudán: Apuestas estratégicas e implicaciones regionales se publicó primero en Aurora Israel Noticias en Español.
