Por Ricardo Angoso – España
Mientras Estados Unidos participa activamente en todos los escenarios del mundo, bien sea mediante medios políticos, militares o diplomáticos, la Unión Europea (UE) es absolutamente irrelevante en los mismos.
No tuvo ni voz ni voto, ni sus sugerencias fueron aceptadas, cuando el presidente norteamericano Donald Trump impuso a las partes, Hamás e Israel, su cuestionado plan de paz para la Franja de Gaza, aunque las armas no han dejado de sonar desde su firma y los terroristas palestinos no se hayan desarmado. Al menos, el plan facilitó la liberación de algunos rehenes israelíes con vida y mejoró las condiciones humanitarias para los palestinos en este territorio.
Estados Unidos negocia abiertamente con Siria, Líbano, Israel, los palestinos y Turquía, en tanto que la diplomacia europea sigue ausente en esa región y no tiene un plan o una iniciativa para mitigar o tratar de resolver los conflictos abiertos.
Resulta realmente increíble que una organización internacional que agrupa a las 27 naciones más ricas, prósperas y fuertes de nuestro continente no tenga una voz común en materia de política exterior -aunque nominalmente la tiene: el Alto Representante de la Unión para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad, actualmente Kaja Kallas- y el liderazgo en todos estos escenarios relatados antes recaiga siempre en manos de los norteamericanos, bien sea mediante la acción decidida de su Secretario de Estado, Marco Rubio, o de los mediadores designados por el mismo Trump.
Incluso en la guerra de los Balcanes, entre 1992 y 1995, tuvieron que ser los norteamericanos los que pusieron fin a la guerra mediante los Acuerdos de Dayton que impuso el presidente Bill Clinton a serbios, bosnios y croatas.
La misma pauta se aplicó en la guerra de Kosovo, en 1999, cuando la OTAN, liderada por los Estados Unidos, obligó a Serbia a abandonar este territorio y poner fin al conflicto entre albaneses y serbios.
Un tanto de lo mismo ocurrió en la crisis de Crimea, cuando Rusia se anexionó esta península en el año 2014 y los europeos no hicieron nada de nada más allá de las usuales andanadas retóricas contra Putin que no se tradujeron en una acción real que detuviera tal atropello.
Quizá esa inacción, esa falta de operatividad y liderazgo firme frente a Rusia, explica la actual guerra de Ucrania. Putin entendió que los europeos, más allá de su palabrería y sus inútiles cumbres, no harían nada efectivo por Ucrania y no moverían un dedo, como de hecho ha ocurrido, por garantizar la integridad territorial y la soberanía nacional de este país. De aquellos barros, como dice el dicho, quizá vienen los actuales lodos ensangrentados.
DE VENEZUELA A UCRANIA
Igual está ocurriendo en la actual crisis de Estados Unidos con Venezuela, en una acción militar que pretende acabar con el narcotráfico y destruir con todos los medios a su alcance a las narcolanchas que van desde suelo colombiano y venezolano hacia su país.
La UE, nuevamente, no tiene una política con respecto a esta auténtica guerra que se está librando en el Caribe, aunque obviamente en Estados Unidos se percibe que incluso uno de sus miembros, España, es un claro aliado de los dos países del mundo más implicados en el narcotráfico: Colombia y Venezuela. Más del 75% de la cocaína que se consume en todo el mundo procede de estos dos países, cuyos máximos gobernantes, Gustavo Petro y Nicolás Maduro, de Colombia y Venezuela, respectivamente, han sido señalados por Washington por sus nexos con este negocio ilícito y cuyas buenas relaciones con nuestro presidente de Gobierno, Pedro Sánchez, son de sobra conocidas por todos.
Igual ocurre con Ucrania, donde Estados Unidos negocia abiertamente con Rusia y el país atacado sin consultar a la UE y a la OTAN, dejadas ambas fuera de juego desde el primer momento en que su puso en marcha una suerte de gran juego en que Washington y Moscú dialogan sin contar con la opinión de los líderes europeos. Incluso la contrapropuesta europea al plan auspiciada por Francia, el Reino Unido y Alemania -España ya no cuenta en las relaciones internacionales, está absolutamente desacreditada- fue recibida con desprecio, desdén y una negativa rotunda por parte de Putin y ya no es parte de la discusión en cuestión.
Al parecer, norteamericanos y ucranianos negocian entre bastidores una propuesta que sea aceptable para Ucrania, algo que parece muy difícil porque el plan de paz, en palabras del secretario de Estado norteamericano, Marco Rubio, cumple todos los “deseos rusos”.
Trump ha roto todas las reglas de juego habidas y por haber, desdeñando el vínculo transatlántico que unía a Europa con América del Norte, y marginando a la UE, a la que siempre ha despreciado.
Trump apuesta por el diálogo directo con los grandes líderes sin interferencias, como hace con Vladimir Putin y el presidente chino, Xi Jinping, y los europeos muchas veces ni son informados de sus acuerdos. Es un asunto manido, dicho en numerosas ocasiones y diversos foros, pero la ausencia de verdaderas competencias en materia de política exterior ha llevado al proyecto europeo que representa la UE a una irrelevancia realmente dañina para los intereses de todos los europeos.
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