Por Eldad Shavit
El tuit del presidente Trump (1 de diciembre), en el que insta a Israel a actuar con cautela en Siria y transmite la expectativa de que “no interfiera”, no es un comentario casual.
Refleja el conflicto entre su visión de Oriente Medio y las necesidades de seguridad de Israel.
Para Trump, el nuevo régimen de Damasco —aunque sus líderes figuraban hasta hace poco en la lista de terroristas de Estados Unidos— es una ventaja.
Mientras se distancie de Irán y se alinee con el eje estadounidense-saudita, puede presentarse como un “caso de éxito” de cambio de régimen y estabilización regional.
De ahí la exigencia implícita a Israel: no interrumpir la reconstrucción ni complicar el experimento que está liderando.
Para Israel, Siria es una frontera activa, no un proyecto visionario.
La libertad de acción allí se ha convertido en un pilar de su estrategia de seguridad.
Cuando la Casa Blanca señala “mejor no interferir”, implica presión para reducir la actividad, mientras que desde la perspectiva de Israel la amenaza está lejos de desaparecer.
Israel debe adaptarse a un experimento geopolítico estadounidense cuyos resultados son inciertos.
En términos más generales, Trump ve a Oriente Medio como un espacio de acuerdos entre líderes fuertes, no como un escenario de conflictos históricos.
Prefiere una arquitectura regional flexible, con el eje Washington-Riad en su centro y alrededor de él Israel, Egipto, Emiratos Árabes Unidos y, en cierta medida, Turquía y Siria.
Dentro de esta estructura, Gaza también está integrada, mediante un proceso de reconstrucción y mecanismos multinacionales mediados por Arabia Saudita, Egipto, Turquía y Qatar.
Desde su perspectiva, Israel ya ha conseguido lo que quería: apoyo para la guerra y un acuerdo que permitió el retorno de los rehenes.
El peligro no es una ruptura con Washington, sino caer en una estructura clientelar en la que el papel de Israel sea ratificar el “gran acuerdo” y ajustar su libertad de acción a las necesidades estadounidenses.
La lección del tuit es clara: Israel debe definir, para sí mismo y para Estados Unidos, límites claros, entre ellos, preservar la libertad de acción frente a las amenazas, como un principio vital que no está sujeto a la negociación.
Fuente: INSS – The Institute for National Security Studies
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