Magia y realidades

El domingo pasado el PM Netanyahu pidió formalmente al Presidente de Israel Isaac Herzog el indulto de los cargos sobre los cuales está siendo sometido a juicio. Como por arte de magia, después de la lógica ‘sorpresa’ inicial (aunque el tema ya había sido puesto sobre el estrado por el Presidente Trump en la Kneset), el tema bajó varios puestos en los titulares de prensa. Sea una estrategia de La Oposición o de la oposición pública o sea que hay temas más candentes que considerar, el asunto ya no ocupa los titulares. Ha quedado en manos del Presidente de Israel y es tema para quienes gustan de especular sobre las consecuencias políticas de este tipo de maniobras. Ha demostrado, una vez más, la creatividad maquiavélica de Netanyahu: le otorguen el ‘perdón’ o no, será capital político para las próximas elecciones.

Esta mañana amanecemos con la noticia, por otro lado, de que se han dado por terminadas las manifestaciones de cada sábado en la ahora denominada Plaza de los Secuestrados en Tel-Aviv. No ha sido una movida espontánea sino pensada y justificada: el Foro de Familiares de Rehenes y Desaparecidos que daba el marco formal y logístico a las manifestaciones ha anunciado el cierre de una etapa. Quien comunicó la decisión ha sido el padre de Ran Gvili, el último rehén israelí (muerto) todavía en Gaza junto con el tailandés Sudthisak Rinthalak (también muerto). ‘La lucha para repatriar 255 rehenes no es la misma que para dos; no cejaremos en los esfuerzos para traer a Ran y a Sudthisak pero debemos adaptarnos a esta nueva realidad’, dijo Gvili.

El anuncio ha coincidido con la entrevista del rehén Alon Ohel a Canal 12 de la TV israelí, que por lo que hemos leído, ha sido un punto culminante en la sucesión de entrevistas que ha sido cuidadosamente dosificada. Personalmente, después de las entrevistas a Maxim Herkin y a Dom Barlavsky, creí que se había cubierto todo el espectro posible entre el heroísmo y el terror, pero parece ser que Alon Ohel movilizó aún más a la opinión pública israelí. En definitiva, y que quede bien claro: no importa cómo se cuente la historia, todos ellos (todos los rehenes, vivos y muertos) fueron héroes y víctimas.

Conozco Tel Aviv. En julio de 2023 estuvimos parados un rato en la explanada del Museo de Tel-Aviv, esperando para entrar a un concierto. Por entonces pasaban por allí manifestantes contra la Reforma Judicial del gobierno de Netanyahu en camino al punto de encuentro en la calle Kaplan y la autopista Ayalon; era una fiesta cívica de banderas de Israel y esperanza. Hoy la explanada del Museo de Tel-Aviv (orgullo y centro cultural de la ciudad) se llama ‘Kikar Hajatufim’.

Del mismo modo, y a sólo un kilómetro a pie, lo que supo llamarse la Plaza (o explanada) de Los Reyes de Israel, frente a la municipalidad, cambió su nombre a ‘Kikar Rabin’ hace ya muchos años. El lugar donde se auto-convocaba el movimiento pacifista de Israel cambió su nombre por el primer magnicidio en la historia del Estado.

Hoy, entonces, hay dos espacios públicos en el Estado judío cuya denominación cambió por un evento trágico. Es triste pero es real reconocer que nuestro empeño en construir memoria nace en forma espontánea, con la fuerza de los hechos. El actual gobierno incluye cómplices de aquella ideología que asesinó a Rabin y ha dado la espalda a la lucha de los familiares de los rehenes: pero la nomenclatura de Tel-Aviv ha cambiado para siempre, a su pesar.

Si el lector estudia el mapa de Tel-Aviv puede trazar una línea recta que une tres puntos cuyo simbolismo no puede ser más significativo: la Plaza Rabin, la Plaza de los Rehenes, y el cruce Hashalom (La Paz) (de W a E, de N a S). Una cicatriz de dos kilómetros en el corazón de la capital liberal de Israel. La cicatriz que todo judío liberal, israelí o no, llevará consigo para siempre.

Sólo resta desear que el ‘cierre’ que Gvili propone en nombre de las familias se extienda como una ‘sucá de paz’ sobre todo Israel y el pueblo judío. Depende de todos y cada uno de nosotros, pero como principio quieren las cosas, sería buena señal que los israelíes puedan cambiar mínimamente su gobierno. Porque como dice el profeta (Isaías), la Torá viene de Sión (Sionismo) y la palabra divina de Ierushalaim (capital del Estado judío). Con una pequeña señal, no tengo dudas que el resto de los judíos del mundo nos haremos cargo del desafío que nos toca, como siempre ha sucedido. Para eso debemos hacer nuestra la palabra: la Torá y su pacto.