La Toráh nos enseña que la mayor virtud de Moshé Rabeinu, nuestro máximo exponente de liderazgo, era su humildad. Desde ya, una genuina humildad no significa debilidad, sino muy por el contrario. Se es fuerte en la sensibilidad de estar abierto para escuchar y aprender de todo ser humano. ¿Quién es sabio? se pregunta el Pirkei Abot, “el que aprende de toda persona”. Moshé sabía escuchar, aceptando que no todo lo sabe. El ejemplo clásico es la incorporación del sistema judicial por sugerencia de su suegro, Yitró, un sacerdote de Midián, un no hebreo.
Entre más pequeño es un dirigente, mayor es su soberbia, mayor su inseguridad, mayor su incapacidad de escuchar y mayor su enojo con los cuestionamientos.
En las últimas horas, un periodista comunitario formuló una crítica a la dirigencia de la DAIA, al cumplirse un año de la asunción de Mauro Berenstein a la presidencia de la institución política representativa de la comunidad judía de la Argentina. Más allá de compartir o no todo lo que expresa en su editorial, Claudio Goldman, en su escrito, sí podemos afirmar que hay aspectos que hablan del autismo, encierro e incapacidad de escucha y aprovechar lo que personas con experiencia pueden aportar.
Es interesante la reacción de la dirigencia comunitaria, que casi en una reacción corporativa, en lugar de analizar racionalmente los planteos formulados, se indignan con los cuestionamientos de un analista comprometido con la vida institucional.
Entre más pequeños los dirigentes, menor capacidad de escucha y mayor soberbia.
Una anécdota personal. Un ex presidente de AMIA creó un grupo de WhatsApp llamado “La Peña”. En un momento me incorporó al mismo. Frente a una situación puntual, cuando un presidente tomó una decisión inconsulta con sus pares sobre un tema sensible, formulamos respetuosamente un par de consideraciones metodológicas a partir incluso de los grupos de plataformas informáticas como la de ese grupo para compartir inquietudes y recibir sustentación política de su comisión directiva frente a la toma de decisiones. La respuesta fue mi expulsión arbitraria del grupo por atreverme a intentar aportar una propuesta superadora a una dirigencia que todo lo sabe y hace perfecto. Ninguno de los participantes logró que el iniciador y coordinador del grupo repensara la medida disciplinaria.
La habitual actitud llena de inseguridad es escudarse en haber sido electos y entregar generosa y gratuitamente su tiempo a la vida comunitaria. No nos sentimos centro de nada y a esta altura poco nos sorprende.
La actual presidencia de DAIA, en todo un año, nunca nos convocó para conocernos, escuchar, pedir colaboración desde nuestra humilde experiencia y conocimiento. Tampoco en este período ha aceptado ninguna requisitoria periodística de esta única radio judía.
La misma exacta fenomenología se da con la dirigencia de la AMIA y la inmensa mayoría de las instituciones. Todos parecen ser hijos únicos y tener todas las respuestas a los enormes y múltiples desafíos y problemáticas de la vida judía.
Una de las incongruencias más evidentes es cuando dirigentes en sus alocuciones llaman a la unidad comunitaria, colaboración y todas las grandes intenciones. En la práctica, actúan contra todo lo que proclaman.
Saber que la comunidad no se inició conmigo, que no soy el salvador de la historia judía y escuchar e incorporar miradas y saberes de otros es lo que hace verdaderamente grande a un líder. Claro, para eso se requiere genuina y sabia humildad.
Miguel Steuermann
