Israel atravesó en los últimos días un fenómeno poco habitual: lluvias intensas que paralizaron ciudades enteras, anegaron calles y vaciaron oficinas. La escena, extraña para un país donde las precipitaciones fuertes son escasas, dejó al descubierto la fragilidad de una infraestructura que no está preparada para tormentas prolongadas. Entre autos “nadando” y barrios desbordados, el clima volvió a recordar que, aun en Medio Oriente, la naturaleza también marca el ritmo.
Mientras tanto, otra discusión se impone con más fuerza que cualquier tormenta: quién será responsable de la remoción de los escombros en Gaza, un proceso cuyo costo se calcula en miles de millones de dólares. Qatar condiciona su aporte a que Israel retire todo el material derrumbado, Estados Unidos sostiene una postura similar y las estimaciones sobre la magnitud del trabajo son tan grandes que desafían cualquier lógica. El interrogante que surge es doble: ¿Quién financiará semejante operación y dónde se depositará semejante cantidad de restos?
En paralelo, la tensión política interna crece. El debate sobre la ley que podría eximir del servicio militar a los sectores ultraortodoxos vuelve a fracturar al gobierno, mientras miles de reservistas acumulan más de un año de servicio desde el inicio de la guerra. A ello se suma la posibilidad de una escalada en Líbano, donde Hezbollah mantiene posiciones que Israel considera una amenaza inmediata.
En el plano internacional, las repercusiones culturales y sociales muestran otro costado del conflicto. Países europeos evalúan retirarse de competencias como Eurovisión para evitar cruzarse con Israel, en un clima donde el antisemitismo gana espacio y los discursos se polarizan hasta lo absurdo. Las redes y ciertos movimientos activistas replican consignas que rara vez se corresponden con la realidad sobre el terreno.
Entre tormentas climáticas y tormentas políticas, el país navega un fin de año marcado por tensiones internas, presiones externas y discusiones que exceden lo coyuntural. La reconstrucción, tanto física como social, sigue siendo una tarea pendiente cuya complejidad crece día a día.
