Antisemitismo: una advertencia que llega siempre demasiado tarde

El antisemitismo no es un fenómeno nuevo ni aislado. Es un odio antiguo que, lejos de desaparecer, atraviesa largos períodos de latencia hasta que determinados acontecimientos lo reactivan con una virulencia renovada. En las últimas semanas, esa reaparición volvió a encender todas las alarmas en distintas capitales de Occidente, con ataques, boicots y episodios de violencia que confirman que el problema no solo persiste, sino que se profundiza.

Los recientes atentados y manifestaciones antijudías, como los ocurridos durante celebraciones de Janucá en ciudades que se consideran símbolos de tolerancia y convivencia, exponen una falla estructural: la incapacidad —o falta de voluntad— de los Estados para actuar de manera firme frente a la escalada del odio. Cuando el antisemitismo se relativiza, se disfraza de crítica política o se tolera en nombre de la corrección ideológica, el resultado es un clima que termina poniendo en riesgo a todas las minorías, no solo a la comunidad judía.

La historia demuestra que el odio antijudío nunca se mantiene contenido. Lo que comienza con discursos, estigmatización o boicots culturales suele derivar en violencia abierta. Europa ofrece ejemplos reiterados de esta dinámica: mercados blindados, eventos cancelados y comunidades enteras viviendo bajo protección policial. El antisemitismo actúa como un termómetro social que anticipa procesos de degradación más amplios dentro de las democracias occidentales.

En este contexto, preocupa especialmente la expansión de narrativas dogmáticas que desprecian los hechos y la racionalidad, impulsadas por redes sociales y ciertos movimientos ideológicos que priorizan consignas identitarias por sobre el pensamiento crítico. Combatir este fenómeno exige mucho más que reacciones coyunturales: requiere educación, memoria histórica y una defensa activa de los valores democráticos. Ignorar el antisemitismo hoy es abrir la puerta a un mañana marcado por más violencia, menos libertad y una convivencia cada vez más frágil.