
Siguiendo una tradición que se remonta al período del Segundo Templo, encenderán luces durante ocho noches, recordando los milagros de antaño y tratando de inspirar a una nueva generación para que lleve la antorcha de la identidad judía hacia el futuro.
Pero hay una pequeña comunidad que no podrá celebrar la fiesta este año, un grupo minúsculo y asediado cuyos derechos más básicos están inexplicablemente reprimidos: los pocos cientos de judíos chinos que quedan en Kaifeng, China.