El décimo judío
La puerta se abrió de golpe, y entró el rabí Leib seguido de cerca por el paritz
Los torrentes de lluvia le caían de punta sobre el rostro, pero la tempestad no impedía que el maestro jasídico, el rabí Leib de Sará, llegara a la aldea. Sólo faltaban un par de horas para el comienzo de Iom Kipur. Lo separaba una cierta distancia del lugar que había previsto como destino, pero se alivió al enterarse de que también en la aldea en la que estaba había un minián (quórum de diez personas) con el que rezar: a los ocho aldeanos locales se unirían dos hombres que vivían en un bosque cercano.