Un gran cambio sucedió en 1855, cuando Alejandro II subió al poder, heredando, como el resto de los zares lo hicieron en el pasado, un imperio lleno de pobreza sumergido en el atraso.

Sin embargo, Alejandro II tenía una mentalidad distinta a la de sus predecesores, inició nuevas reformas y en cada una de ellas se podían ver sus progresistas y nobles intenciones, tanto, que en 1861 abolió la servidumbre.