La asimilación de los judíos implica su integración a la cultura circundante, como un mecanismo de solución a su rechazo en la misma. El fenómeno de la asimilación se remonta desde el Imperio seléucida (312-63 AEC) que se centró en el Medio Oriente representativo de la cultura helenística donde se mantenía la preeminencia de las costumbres griegas. Muchos judíos habían adoptado la lengua y cultura helenística de la época. El uso de la lengua vernácula es un ejemplo de aculturación clave de la asimilación en la época moderna.
En este contexto, la asimilación judía comenzó de nuevo entre los judíos ashkenazíes en gran escala hacia finales del siglo XVIII en Europa central y oriental, principalmente en Alemania, Austria, Hungría, República Checa, Eslovaquia, Polonia, Ucrania, Rumania, Moldavia, Rusia, Bielorrusia, Lituania y Letonia.