El 31 de marzo de 1992, con motivo del 500 aniversario de la emisión de un edicto por el rey Fernando y la reina Isabel que ordenaba la expulsión de los judíos de España, el rey Juan Carlos I realizó una visita histórica a la sinagoga de Madrid. Usando un yarmulke blanco, el monarca rezó junto con el fallecido presidente Chaim Herzog por la paz y la hermandad.
En su discurso, Juan Carlos declaró: “Que el odio y la intolerancia nunca más provoquen la expulsión o el exilio. Por el contrario, seamos capaces de construir una España próspera sobre la base de la concordia y el respeto mutuo … Ese es mi ferviente deseo. Paz para todos. Shalom.
Un día después, el prestigioso periódico español El País publicó una crónica lúcida de la visita, escrita por Ignacio Cembrero. El primer párrafo del artículo decía: «En su visita a la sinagoga de Madrid, Don Juan Carlos no se disculpó por la expulsión de los judíos hace 500 años».
Cembrero señaló que el monarca continuó describiendo la reunión como «entrañable para la corona, ya que representa el encuentro entre el rey y los judíos españoles». Y agregó: “El rey apenas mencionó en su discurso la salida forzada de la península de cientos de miles de judíos, lo que no justificó, pero explicó como consecuencia de una razón estatal, que vio la uniformidad religiosa como el pilar de su unidad. . »
Veintiocho años después, la omisión de Juan Carlos fue reiterada por su hijo, el actual rey de España.
El 22 de enero, conforme al protocolo, el Rey Felipe VI dio el primer discurso en el Quinto Foro Internacional del Holocausto, una importante reunión internacional que tuvo lugar en Jerusalén con la asistencia de jefes de estado y gobierno de más de 40 países para conmemorar el 75 aniversario de la liberación del campo de exterminio de Auschwitz.
El discurso del rey, que fue el único que se hizo en la cena inaugural en la residencia del presidente Reuven Rivlin, subrayó «el compromiso de todos los líderes participantes en este foro de mantenerse alerta para evitar la recurrencia de futuras atrocidades», y subrayó que «Olvidar el Holocausto sería extremadamente peligroso y una total falta de respeto a la memoria de las víctimas». Terminó su discurso con las palabras «Nunca más».
El rey Felipe mencionó que «España tiene un pasado judío rico y complejo» pero, al igual que su padre en 1992, no mencionó explícitamente la expulsión de los judíos de España, las expropiaciones, los tormentos infligidos sobre ellos y la humillación de ser expulsados de su propia tierra solo porque eran judíos. Irónicamente, el infame Decreto de expulsión de la Alhambra fue revocado solo 476 años después, en 1968, por el dictador Francisco Franco.
Siguiendo los pasos de su padre, el rey Felipe VI no se disculpó por los errores cometidos por la España medieval contra sus judíos, algo que Portugal hizo en 1988 cuando el entonces presidente Mario Soares se disculpó por siglos de persecución sufrida por sus antepasados durante el Gran Inquisición.
Al recordar el Holocausto, rendimos homenaje a las víctimas del nazismo, pero al mismo tiempo, a todos los seres humanos perseguidos y humillados durante el transcurso de la expulsión de 1492. Si bien debe reconocerse, sin ambigüedades ni eufemismos, los pasos positivos tomados por España para facilitar la reconciliación necesaria, como el reconocimiento de la ciudadanía a los descendientes de los sefardíes, no se debe ignorar el capítulo trágico que condujo a su expulsión y persecucion
Reconocer ese pasado y pedir perdón no es una mera formalidad, sino la base para una sólida reconciliación y un fuerte mensaje educativo para evitar futuras persecuciones.
La España de hoy es una democracia vibrante y ejemplar, pero en general los españoles no tienen un conocimiento profundo de su oscuro pasado. Esperamos que el Rey Felipe VI y su gobierno presenten una disculpa al pueblo judío en el futuro.
En nuestra opinión, tal gesto tendría un efecto curativo para ambos pueblos.
Eduardo Eurnekian
Baruj Tenembaum