La imagen: Entierro de víctimas de la Peste Negra en la ciudad de Tournai, Bélgica, en una miniatura del artesano belga Pierart dou Tielt, que data aproximadamente del año 1352, e ilustra un párrafo de las Crónicas del historiador y poeta francés Gilles Li Muisis.
DE PANDEMIAS Y ANTISEMITISMO
A mediados del siglo XIV estalló en Mongolia una misteriosa enfermedad, que habría de conocerse como la Peste Negra y se sabría que es causada por una bacteria, la Yersinia pestis, y puede ser transmitida a humanos por intermedio de una pulga parásita de ratas.
Muy pronto la enfermedad adquirió carácter de epidemia, se propagó rápidamente a China y pasó a Europa después de que en una batalla entre fuerzas mongoles y genovesas en la península de Crimea, los primeros usaron catapultas para arrojar los cadáveres de los muertos contra los genoveses.
La enfermedad se difundió muy rápidamente por el Viejo Mundo y en una década mató a unos 25 millones de europeos y otros 35 millones de chinos.
Para 1346, con la llegada de la enfermedad a Europa, ya hubo quienes culparon a los judíos, a quienes se acusó de envenenar los pozos de agua “por divertirse”.
Cuando se conoció la magnitud y la mortalidad de la epidemia, especialmente durante los años 1348 y 1349, la acusación contra los judíos pasó a ser un hecho incontrovertido.
No fue ése un invento nuevo. En los cinco siglos anteriores a la epidemia, con el crecimiento demográfico de Europa y la expansión de las principales ciudades comerciales y portuarias, los judíos se dedicaban principalmente al comercio local y sus comunidades se vieron sujetas a no pocas persecuciones, desde las Cruzadas hasta las expulsiones masivas de Inglaterra y Francia a fines del siglo XIII y comienzos del XIV.
Pero este ya era otro tipo de persecución. No se trataba de «simple» opresión económica, impuestos punitivos, ni siquiera de marcar a los judíos con parches amarillos o morados. Ahora era una verdadera masacre.
Aunque el Papa Clemente dictaminó que no se debería culpar a los judíos, las multitudes no se detuvieron ante esa declaración ni ante la política declarada del rey Karl IV en Alemania e incluso las declaraciones públicas de gran parte de los municipios. Aquí se trataba de puro interés económico. Se consideraba que las propiedades de los judíos pertenecían al reino o a la ciudad. Los judíos vivían con licencia, comerciaban y se ganaban el pan en las profesiones que les estaba permitido ejercer, y por lo tanto, el reino y la autoridad local tenían el poder de decidir cuándo se podía matar judíos y cuándo no, cómo se repartirían sus bienes y a quiénes.
Pero el populacho no atendió a razones. Grupos religiosos extremistas, iniciativas locales – una sucesión de asesinatos en masa cometidos por la multitud, basándose en motivos religiosos, económicos y sociales y, sobre todo, miedo y odio incontrolable hacia los extraños.
Centenares de comunidades judías fueron destruidas y en Basilea se quemó a judíos en una estructura erigida especialmente para ese fin, a corta distancia de la sala donde 550 años más tarde habría de celebrarse el primer Congreso Sionista. Un 14 de febrero, día de San Valentín, más de mil judíos fueron asesinados en una noche y se les prohibió a los judíos vivir en la ciudad durante un siglo.
En Frankfurt hubo suicidio masivo de judíos y en la ciudad de Erfurt la comunidad judía fue completamente exterminada. También se perdió el registro del lugar donde judíos adinerados habían enterrado un tesoro al comienzo de la epidemia, tesoro que se descubrió por casualidad durante unas excavaciones arqueológicas en 1998.
De ese tesoro se guarda en la colección del Museo de la Diáspora, en Tel Aviv, un anillo de bodas original.
Hoy con esta pandemia seamos cuidadosos d eechar culpas y sepamos que hisoricamente las enfermedades y los culpables no van de la mano y sobre todo pensemos en como cuidarnos y no en echar culpas