Coronavirus. Los ministros religiosos predican en las redes y suman seguidores (y emojis)

Ocho familias judías cocinan jalá por videollamada. Un sacerdote de Santiago del Estero que da misas por Facebook y lucha para que su perro no ladre cuando el canta en la iglesia vacía. Los testigos de Jehová que ya no tocan el timbre y ahora anuncian el fin del mundo por Whatsapp. Los evangélicos que cantan alabanzas por Zoom y ofrecen sus templos como hospitales de campaña. En confinamiento por el coronavirus trajo nuevas formas de vivir la fe.

«De esta cuarentena nace más de un padre youtuber», bromea un sacerdote. La obligación de estar aislados y la necesidad de ser parte de una comunidad y de tener algo en qué creer han hecho que los mensajes religiosos no solo se adapten sino que proliferen entre los argentinos, incluso entre aquellos que hace tiempo no asistían a un culto. Ahora se suma un nuevo desafío para los líderes espirituales: celebrar Pesaj y Pascua a la distancia .                                            

Pesaj en casa

Judaísmo

Cada tarde desde que empezó la cuarentena, Iasmin Muhafra, de 8 años, sigue el mismo ritual. Deja la tarea que le mandaron de la escuela Wolfsohn Tabacinic, en Belgrano, y se conecta a Facebook. En una mesa pone su computadora, una alcancía, la Torá y espera a que comience la transmisión. Es la hora del Minjá, el momento del día en que, según creen los judíos, el profeta Eliahu recibió respuesta de Dios.

Por eso, esta comunidad se puso de acuerdo para repetir juntos un salmo cada tarde para pedir a Dios que nos libre del coronavirus. Después, Iasmin pone plata en la alcancía para ayudar a los que la están pasando mal. Y espera la enseñanza. La transmisión concluye con una pregunta: ¿ya pensaste qué favor vas a hacer hoy?

«Lo hacemos todos días a las 17. El Talmud dice que el mundo se sostiene sobre tres pilares: la plegaria, la caridad y el estudio de la Torá.», explica el rabino Tzvi Grunblatt, líder de Jabad Lubavitch, el hombre detrás de las transmisiones.

Ocho familias usaron la plataforma Zoom para aprender a cocinar juntos el jalá, el pan que se usa para todas las celebraciones menos para Pesaj, que este año será en casa. Comienza esta noche y sigue hasta el fin de la cuarentena total. Pero ante la imposibilidad de comprar los alimentos que se usan, las redes comunitarias se pusieron en acción. Organizaron una campaña que se llama #SederEnCasa para que quien compró de más le venda o done a quienes no compraron el matzá (el pan sin levadura) y las hierbas amargas que se usan para recordar la salida de Egipto.

La obligación de estar aislados y la necesidad de ser parte de una comunidad y de tener algo en qué creer han hecho que los mensajes religiosos proliferen entre los argentinos

«Nuestra religión transcurre más en el hogar que en las sinagogas, por eso es un buen momento para que los padres y los hijos se conecten. Hay muchas personas que con lo que está pasando volvieron a conectar con su lado espiritual», dice el rabino.

Iosi Gurevitch, de siete años, es hijo del rabino Mendy, que cumplió años en cuarentena. Le organizó un regalo virtual. Con videos y saludos de gente de la comunidad comprometiéndose a usar sus días adentro de casa para estudiar la Torá y practicar las tradiciones judías.

A las 19, Iasmin vuelve a Facebook. El rabino Yoel Migdal trae una enseñanza y transmite en vivo desde su casa. Llueven saludos desde Alemania, desde Once, desde Río Tercero. Unas horas después, el video tiene más de 4000 reproducciones y fue compartido en 75 muros. El contagio de la fe se propaga más rápido que el coronavirus.

Dar misa en cámara selfie

Catolicismo

Antes de lograr la primera misa por Facebook Live, el padre Miguel Espíndola, párroco de Sumampa, en Santiago del Estero, tuvo varios intentos fallidos. Primero transmitió la oración diaria fuera de cámara. «Padre, no lo vemos», reclamaban los fieles. Como está solo en la capilla y en la sacristía, puso el teléfono, pero se fue a tocar las campanas.

«Mientras rezaba tocaba las campanas, por eso no se veía», les responde el sacerdote. La segunda transmisión salió mejor, aunque cuando inicia el video todavía estaba detrás de cámara. Y cuando cantó la misa, Frida, la cachorra de cuatro meses que lo acompaña en la casa parroquial, se puso a ladrar en el atrio vacío. La gata de la iglesia se cruzó en cámara y Pepi, la lorita repitió casi todo lo que decía.

«Es difícil teletrabajar. Trato de imaginarme que las tres o cuatro personas que vienen todos los días están ahí sentadas», cuenta. Si la conexión de wi-fi lo acompaña, el mensaje se desparrama. Llegan respuestas de Mar del Plata y de Córdoba. También llegan emojis en lugar de amén. Dedito para arriba, aplausos, un cerdito que dice «Bravo».

Más de 75 personas participaron de la misa virtual. Todo un éxito. «El verdadero desafío va a ser en esta Pascua. Va a ser la primera vez en todos mis años de sacerdote que la eucaristía sea virtual», dice. Este año, a la cuaresma se le sumó la cuarentena.

Y las preocupaciones de un sacerdote en cuarentena son tanto espirituales como terrenales. «No sé cómo cargar crédito, tengo un prepago. Acá, en los pueblos, los sacerdotes somos los cadetes de Dios. Andamos para todos lados, en bicicleta, llevando oraciones, ayuda y alimentos. Ahora no nos podemos mover. Y hay gente que está aislada. A todos tenemos que llegar», dice Miguel.

Están sonando las campanas de la Catedral Metropolitana, llamando a misa. Nadie viene. A puertas cerradas, comienza el servicio. El encargado de los videos es el padre Alejandro Russo, rector de la catedral. «El señor esté con ustedes», dice frente a una multitud de bancos de madera. «Yo lo hago apropósito. No omito ese saludo, porque se escucha la voz en la iglesia entera. Desde aquí, desde las capillas que celebran a solas y transmiten por las redes, llega la gracia redentora de Jesucristo», dice por Facebook. Llueven las rosas, los corazones y las manitos de plegaria junto a la bandera argentina.

«De esta cuarentena sale más de un youtuber. Algunos sacerdores están preocupados porque tienen más seguidores en Facebook que fieles en las misas», bromea el padre Máximo Jurcinovic, vocero de la Conferencia Episcopal.

«Ha habido una respuesta muy buena. Los curas más jóvenes incluso están organizando retiros por Instagram», cuenta. «El gran desafío es cómo hacer el acompañamiento pastoral que viene después. Cómo mantener la cercanía con la gente. Hay que adaptarse para poder estar al lado del que nos necesita sin quebrar la cuarentena», dice.

Alabanzas desde el living

Iglesia Evangélica

Son las 10 del domingo, horario en que empieza la reunión en la Comunidad Cristiana de Banfield. Como si fuera una trompeta que convoca a la plegaria, la notificación llega a todos los grupos de Whatsapp de la iglesia.

Damaris Derotier enciende el televisor y llama a sus tres hijos. Juan Carlos, su marido ya está en el comedor con el mate. «Ahí estamos, en vivo», dice. Todos se sientan y empiezan a cantar «Cuán grande es Dios», una alabanza que llega desde el living de los hermanos Spinozzi, que viven en Alejandro Korn. La gente de la congregación se empieza a conectar y a mandar saludos. Desde su casa de Villa del Parque, Jochy Marquez se suma con su guitarra, mientras Amanda, de 5 años, toca la batería y canta.

Después llega la hora de la palabra. Gustavo Felice, el pastor comparte un mensaje que grabó animando a no bajar los brazos y a perseverar en la fe. Cuenta que recibieron un pedido para que el salón de la iglesia pueda ser usado como hospital de campaña si la epidemia lo requiere.

Para los más chicos, se organizó la Radio Imparable en Facebook que lleva mensajes y desafíos. Juan Carlos y su familia lanzan el suyo: un trabalenguas y Gabriela Villodres y sus hijos, Juana y Simón desafían a hacer galletitas. Así, la cuarentena se va pasando y la iglesia no se detiene. El desafío de esta semana serán los huevos de Pascua.

Carlos Mraida es pastor de la Iglesia del Centro, en avenida Independencia al 1500. Además de transmitir los cultos, y seguir con las actividades comunitarias, decidieron abrir un canal de YouTube con 12 horas diarias en vivo. Son bloques de media hora. Empieza él, con una reflexión y después siguen otros hermanos, que proponen alguna actividad. Gimnasia, canciones y títeres, clases de cocina, estudios bíblicos, youtubers para los adolescentes. Miles de miembros de la iglesia se conectan. Y comparten con sus amigos la propuesta.

«En estos tiempos mantener el sentido de comunidad es muy importante. También es una forma de compartir nuestro mensaje a otras personas que ahora están necesitando más que nunca creer y buscan acercarse a Dios, justo cuando las iglesias están cerradas», dice Mraida.

Whatsapp, el nuevo timbre

Testigos de Jehová

Tuvieron que tomar una decisión drástica. Inesperada. Nunca antes lo habían hecho. Abandonar la predicación casa por casa. Desde hace más de dos semanas, los testigos de Jehová ya no tocarán los timbres de sus vecinos.

Gabriel Grosso es uno de los voceros. Tiene cuatro hijos y es ingeniero en sistemas. Trabaja en un laboratorio. Envía un comunicado, donde se explica la decisión de suspender toda actividad y transmitir cultos por internet. No es una decisión sencilla, dejar el puerta a puerta. ¿Por qué? Aunque la mayoría de las veces la gente no les abre, los testigos de Jehová creen que es un mandamiento evangelizar casa por casa y que de ello depende su salvación. Predicar puerta mediante es una condición para pertenecer a la iglesia.

«Tuvimos que cambiar de métodos», explica un vocero. Predicar por cartas, ya que el correo sigue trabajando. En lugar de tocar el timbre, mandamos mensajes de Whatsapp, contactamos a las personas que alguna vez nos atendieron, hablamos con nuestros fieles y buscamos a los que ya no vienen. Hoy la gente está más receptiva porque son los últimos tiempos», detalla. «Estamos viviendo en la parte final de la parte final de los últimos días. Pronto llegará el último de los días», dice Stephen Lett, miembro del cuerpo gobernante.

Meditar en cuarentena

Budismo

En la puerta del templo budista Fo Guang Shan de la avenida Cramer hay un cartel que informa que los servicios están suspendidos y que el monasterio está cerrado. Adentro solían pasar cientos de personas cada día. Ahora todo se hace por internet. En la página web se explica que a los que pagaron cursos se les devolverá el dinero.»De un día para otro todo cambió», explica Pablo Chen, presidente d la Buddha’s Light International Association (BLIA) en Argentina. Dentro del monasterio solo quedaron las dos maestras. Ahora, antes de cada rezo, tienen que acordarse de conectar los celulares a la transmisión en vivo. Y no perder la paciencia si la tecnología no acompaña.

«Le pedimos a la gente que use la túnica para seguir los rezos desde su casa», cuenta Chen, Así lo hace él y su familia: su esposa y su hijo. En su casa hay dos momentos. Uno a la mañana y otro a la tarde.

Desde que empezó la cuarentena, todos los días, Estela Ruiz se sienta frente al gohonzón, el altar que instaló en el living de su casa, y dedica dos horas, una a la mañana y otra a la noche, a invocar. Empieza con la repetición durante 20 minutos del mantra nam-myoho-renge-kyo . Después, lee a velocidad de trabalenguas la liturgia en chino antiguo.

Tiene 52 años, es diseñadora de joyas y madre de dos adolescentes.Y hace cinco años se hizo budista. Participa del Templo Budista Nichiren Shoshu. «Aunque estemos en cuarentena y no podamos ir al templo, podemos invocar desde casa. Se transmiten ceremonias para que participemos. Tenemos material de estudio y reuniones por internet con el reverendo», dice.

¿Para qué se usa la cuarentena en el budismo? «Se practica mucha meditación. Estar quieto no es meditar. No es estar sentado y cerrar los ojos. Eso es para principiantes. Podemos meditar mientras trabajamos. Estar calmos, sin levantar la ira, la codicia, el enojo. Recitar mantras es una forma de concentrarse. Pero ¿para qué buscamos esa concentración? Es para conocerse a uno mismo, en su corazón y su pensamiento. En estos días, en todas las familias hay roces. Pero uno tiene que aprender a frenarse. El fruto de la meditación es saber observar alrededor. Hoy, ese alrededor que tenemos que descubrir es nuestra familia», dice Chen.

LA NACION / Evangelina Himitian

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