Fue confeccionado por un grupo de amigos de la vecina ciudad. Los guantes son de látex, pero la palma está recubierta de un material sintético compuesto por microceldas, capaz de retener sustancias sanitizantes que desintegrarían al virus.
Uno de los grandes dilemas que surgió con el avance de la pandemia de coronavirus refiere a la utilidad de algunos de los elementos de protección sanitaria. Por ejemplo, en un principio la Organización Mundial de la Salud (OMS) no aconsejó el uso de barbijos. Al poco tiempo se desdijo y lo sugirió, incluso en algunos lugares los gobiernos establecieron su uso obligatorio. Pero una de las principales dudas gira en torno a los guantes plásticos. ¿Hasta qué punto evitan la propagación del Covid-19?
Varios especialistas lo recomiendan porque mas allá de su capacidad de aislación, el usuario evitará tocar su rostro al usarlo porque al intentar hacerlo, notará que está el guante y no lo hará. Pero otros aseguran que la persona —inconscientemente— pasará su mano por su cara, se infectará y lo esparcirá.
Frente a esto, un vecino de Santo Tomé junto a un grupo de amigos y colaboradores, ideó y confeccionó un prototipo de guantes de resistencia que permiten trabajar en diversos ámbitos y, a la vez, posibilitaría retener el virus e inhibirlo. De esa manera, se impide su propagación. Así lo afirmó Gabriel Sanchis, quien explicó a El Litoral que la iniciativa nació al escuchar que los guantes podrían ser armas de doble filo, “porque es como si fueran manos contaminadas, que a su vez contaminan”.
“Me puse a pensar y se me ocurrió diseñar un guante que posea en su palma una capa de algún material absorbente que retenga líquidos o compuestos que combatan al virus, que permita manipular objetos en cualquier lado sin contaminar ni infectarme y, a la vez, desinfectar las áreas donde se trabaja”, precisó.
Próxima etapa
Frente a la incipiente propuesta, Sanchis contactó a su amigo Ricardo Gretter, técnico en Mecánica de Fluidos, quien junto a otros especialistas como el ingeniero químico Jorge García y el ingeniero civil César Paris, aportaron su conocimiento. El primero se dedicó a definir los material que justamente puedan retener la sustancia que elimina al coronavirus, sin humedecer demasiado. “Avanzamos con la idea y creamos este prototipo; hicimos varias pruebas y dio buenos resultados de durabilidad, ya que retiene el sanitizante por unas 10 horas, y después empieza a secarse”, precisó Sanchis.
“Ahora estamos trabajando en la evaluación de algún reactivo que nos avise cuando el guante empiece a perder las propiedades sanitarias o ‘curativas’, es decir cuando se seca; ante el alerta, el usuario pasaría a recargarlo sumergiendo la palma en el líquido desinfectante o directamente cambiándolo por otros para continuar con sus tareas”, especificó. La idea es innovadora y las pruebas dieron buenos resultados. Ahora el grupo espera la aparición de interesados en el proyecto, para seguir desarrollando algunos estudios más y posteriormente fabricarlo a mayor escala.
“Desinteresadamente brindamos nuestro asesoramiento en el tema y ponemos la idea a disposición, porque creemos que sería un buen aporte para todos los que luchamos contra la pandemia del coronavirus”, completó Gabriel Sanchis.
El secreto de los materiales
A medida de que la propuesta tomaba forma, aparecían interrogantes que había que desasnar. Uno de ellos era buscar el material justo, que noblemente pueda adosarse al guante y contenga mucho líquido sin mojar demasiado ni chorrear, permitiendo agarrar distintos objetos sin que éstos pierdan su estructura. Y es ahí donde surge el rol de Ricardo Gretter, propietario de una empresa de servicios tecnológicos. Además trabaja hace unos 25 años en una empresa alemana dedicada a la producción de todo tipo de equipamientos como maquinaria de moldeo por inyección, locomotoras, carros blindados y otros vehículos de uso militar.
“Aplicando mi experiencia sobre mecánica de fluidos, llegamos a la conclusión de que el guante en sí mismo sería una interface o sinergia de dos elementos de la familia de los plásticos; la parte medular es de látex, mientras que después se requiere de otro material que tenga la adhesividad y capacidad de aceptación con el otro elemento y que estará adherido en la palma, o sea una superficie de otro material que permita almacenar el líquido sanitizante o sustancia que inhiba al virus”, detalló.
Gretter se explayó: “Hay dos materiales que cumplen con esas cualidades y que son parte de nuestra vida cotidiana: el PVA o acetato de polivinilo; y el PUR o lo que comúnmente denominamos espuma de poliuretano, que en este caso sería una espuma visco elástica de alta resiliencia, es decir que por su gran energía de deformación por unidad de volumen, al ser deformada o aplastada, vuelva a su lugar sin perder la sustancia retenida”.
“Si uno mira estos materiales con un microscopio, ve que la estructura está conformada por microceldas con pocos micrones de diámetro, abiertas en más de un 95%; las mismas son justamente pequeños receptáculos de un determinado volumen, que permiten guardar el líquido desinfectante”, profundizó Gretter. El uso de uno u otro material, dependerá de su disponibilidad ya que ambos son importados. El guante ya impregnado con la sustancia se colocaría en un packaging especial listo para usar.
Ejemplos de su uso
Por su parte, Juan José Gaitán, otro amigo de Gabriel Sanchis, también aportó a la causa desde su lugar. Radicado en España desde 2002, escuchó la idea de Sanchis y analizó el impacto que tendría en uno de los países que más problemas y víctimas fatales se cobró el coronavirus. Actualmente Gaitán es director general de una empresa local dedicada al e-learning, una materia que considera que ‘es parte de la solución”.
En diálogo con El Litoral, señaló que le pareció una gran propuesta y que sería una buena solución —por ejemplo— para los trabajadores de deliverys, una actividad que en estos tiempos de aislamiento “explotó” en el país del viejo continente, a raíz del aumento de las compras online y el traslado de paquetería, envío de comida y adquisiciones en supermercados.
“Los mensajeros dejan los paquetes en los felpudos de ingreso o ascensores, pero las cajas están potencialmente infectadas, al igual que los alimentos; entonces, convencido de la utilidad y de que existe una necesidad no satisfecha, lo que estoy haciendo es difundir la idea y contarla en fábricas de guantes en España que podrían interesarse en adaptar alguno de sus productos aplicando esta idea tan útil”, indicó Gaitán, quien también insistiría con la propuesta con autoridades sanitarias de ese país.
“Siento que difundir este prototipo es también ser parte de la solución, y por ello me interesó colaborar para que sea una realidad y ayude a reducir la dispersión del virus; si este guante se fabrica y se difunde, será como si la gente caminara con un paño y un frasco con líquido desinfectante, sin tener que detenerse a cada rato a humedecerlo y desinfectar cada cosa que toque”, concluyó