El hotel, ahora, es una mole abandonada que asoma entre el bosque de pinos al fondo de la avenida principal.
Está ruinoso y decrépito, pero conserva la magia y mantiene los reflejos de un viejo esplendor. Aquí y allá, entre el pasto crecido de lo que fueron los jardines, hay todavía restos de mármoles de Carrara, fragmentos de vajilla de plata y caireles que adornaban las arañas, de bronce, y en el parque, con fuentes y leones de piedra resuenan los ecos de voces lejanas.
El hotel se llama Edén (aunque en la papelería original esta palabra esté escrita sin acento) y sus dueños, hasta 1947, fueron Walter e Ida Eichhorn, virtuales fundadores de este pueblo del valle de Punilla, a menos de cien kilómetros de la ciudad de Córdoba.
Durante la primera mitad del siglo, por estas ruinas bucólicas fueron desfilando los apellidos más rancios de la aristocracia argentina, además de tres presidentes de la Nación (Julio Roca, Agustín P. Justo y Roberto Ortiz), los príncipes de Gales y de Saboya, Albert Einstein y Rubén Darío.
Hasta hace cincuenta años aquí se cenaba de esmoquin, se bebía vino del Rin y agua de manantial, se comían verduras y carnes de los campos propios y se jugaba golf en la cancha inaugurada antes que la primera escuela de La Falda.
Eichhorn y su esposa habían logrado transformar un páramo en un paraíso, y la fama del hotel había trascendido merecidamente las sierras cordobesas. Pero, como a veces pasa, no todo es lo que parece ser.
Un documento de la Oficina Federal de Investigaciones norteamericana (FBI), recientemente desclasificado y fechado en Washington el 17 de septiembre de 1945, revela que los dueños del Edén fueron importantes contribuyentes económicos para el ascenso de Adolf Hitler y el advenimiento del nazismo, y que hasta formaron parte de los planes que especulaban con una huida desesperada en las horas previas a la caída de Berlín.
El documento, suscripto por el legendario John Edgar Hoover, dice textualmente:
«La siguiente información fue obtenida de la Sala de Guerra a través del OSS. La señora Eichhorn, reputable miembro de la sociedad argentina y propietaria de un spa hotel en La Falda hizo, en una fiesta íntima unas semanas atrás, la siguiente observación:
«a) su familia había sido entusiasta partidaria de Hitler desde que fue fundado el partido nazi.
«b) antes de que los nazis obtuvieran el poder, ella colocó íntegramente su cuenta bancaria (30.000 marcos) a disposición de Goebbels.
«c) Hitler nunca olvidó este acto y durante los años siguientes, cuando él estuvo en el poder, ellos (presumiblemente ella y su esposo) se hicieron amigos. Se hicieron tan unidos que solían vivir juntos en el mismo hotel en ocasión de su anual permanencia en Alemania en el Parteitag (la fiesta del Partido Nacionalsocialista). Ellos tenían permitido entrar en los cuartos privados del Führer todo el tiempo, sin ser anunciados previamente.
«d) si el Führer tuviera en algún momento dificultades, él siempre encontraría un refugio seguro en La Falda, donde ellos ya tenían hechos los preparativos necesarios.»
¿Exageraba Edgar Hoover cuando envió este documento a la embajada en Buenos Aires y pidió que se investigara a los Eichhorn? No parece.
La prehistoria de Ida y Walter Eichhorn es, todavía, un misterio que sus únicos descendientes se niegan a develar. Antonio Ceschi di Santa Croce y su hermana Verena aún viven en La Falda y tienen campos en la zona, pero no quieren hablar con periodistas. Son los nietos de Ida Bonfert, hijos de una hija que tuvo antes de conocer a Eichhorn.
Hasta principios de los años Ô20, Ida y Walter habían protagonizado una saga de inmigrantes con suerte. Eichhorn había nacido en 1877 y conoció a quien sería su esposa, cuatro años menor, en el barco que los traía a América. Deambularon por Bolivia y por Chile antes de llegar a la Argentina.
Para mediados de mayo de 1912, después de un período en Buenos Aires, ya habían comprado el Edén, construido por alemanes en 1900 en una estancia de las sierras cordobesas, y los inmigrantes habían devenido en hoteleros.
Carlos Panozzo es un historiador de La Falda que se dedicó especialmente a investigar los primeros años del Edén. Dice: «Con don Walter y doña Ida llegaron también Bruno Eichhorn, el hermano de Walter, y su mujer, y los cuatro se encargaron de impulsar el negocio. Ida y Walter vivían en un chalet detrás del hotel. Fue su llegada la que movilizó todo esto. La Falda es, en buena medida, un subproducto de los Eichhorn y del Edén».
Así es la historia oficial: la de los pioneros y la de los empresarios. Y es una historia rigurosamente cierta, pero que también tiene otra cara. Esta comienza a principios de los años ´20, cuando los Eichhorn empiezan a viajar a Alemania con cierta frecuencia, y se encuentran con que el país que habían dejado diez años antes se revolvía en huelgas, desocupación y agitación social.
Un cabo austríaco, oscuro e histrión, lanzaba arengas que hablaban de recuperar la dignidad perdida en Versalles y de volver al imperio. Su discurso sedujo a los Eichhorn.
El cabo se llamaba Adolf Hitler.
Las relaciones entre Hitler y los Eichhorn pronto empezaron a hacerse públicas en La Falda y entre los clientes del hotel. Quien más, quien menos, sabía que la amistad había empezado con los primeros viajes a Europa, y que los dueños del Edén habían apostado desde el principio al triunfo de aquel hombre.
Las evidencias de la relación -objetos, cartas, fotografías- son abrumadoras. Están en el archivo de la familia Ceschi, fueron exhumadas por un documental que la televisión alemana rodó en Córdoba hace dos años y no dejan lugar a dudas.
Las misivas son bien claras:
- 30 de abril de 1928: «Querido señor Eichhorn: muchísimas gracias por la carta enviada por usted y su querida esposa, junto con el preparado de ozono que probaré de inmediato. Me alegro de que participen de los sucesos del movimiento, y espero que el éxito final sea representativo de los obtenidos hasta ahora. Cariñosos saludos, Adolf Hitler».
- 12 de febrero de 1930: «Querido señor Eichhorn: a causa de una serie de pequeñas dificultades, el regalo-recuerdo de la asamblea del partido en Nuremberg que yo personalmente diseñé, quedó recién terminado en enero y no en diciembre. Espero que usted no se moleste al enviarle en retardo junto con él los deseos de feliz año tanto a Ud. como a su querida esposa. Aprovecho la oportunidad para contarle algunos acontecimientos de nuestro partido que ustedes llevan tan en el corazón… Suyo afectísimo, Adolf Hitler».
- 13 de febrero de 1933: «Querido señor Eichhorn: gracias por sus felicitaciones a causa de mi elección como canciller. En este momento histórico aprovecho para agradecerles su actuación de todos estos años en el movimiento. Los viejos amigos son responsables como yo de esta victoria. Con saludo alemán, Adolf Hitler».
¿Cuál era el motivo para que Hitler estuviera tan reconocido a los Eichhorn? Que los dueños del Edén, como se advierte en el documental de la televisión alemana, organizaban campañas financieras en la Argentina y enviaban el dinero al Partido Nacionalsocialista en Alemania.
De la correspondencia de los Eichhorn se deducen al menos dos transferencias (una de 20.000 francos suizos, en 1931, y otra de 15.000 pesos argentinos en junio de 1932) y se infieren otras por los repetidos agradecimientos de Hitler: «Querido señor Eichhorn y querida señora: me permito otra vez en este momento agradecerles por la ayuda financiera que me otorgan y que me quita y alivia una parte importante de mis preocupaciones».
El 15 de mayo de 1935, los Eichhorn fueron invitados a la Cancillería del Reich, en Berlín, donde fueron condecorados por el propio Führer y recibieron un diploma de su puño y letra que decía: «Querido camarada Eichhorn: desde su ingreso en 1924 usted junto con su esposa ha apoyado al movimiento nacionalsocialista con enorme espíritu de sacrificio y acertada acción, y a mí personalmente, ya que fue su ayuda económica la que me permitió -en el verdadero significado de la palabra- seguir guiando la organización».
Guillermo Jaeger tiene 73 años y es, como lo fue su padre, relojero. «Los Eichhorn hacían colectas y recaudaban fondos para ayudar a Hitler. Con el dinero que le llegaba desde la Argentina, Hitler había comprado un pequeño avión que utilizaba para hacer su campaña en Alemania y un auto Mercedes-Benz».
Jaeger sabe de que habla: su padre fue uno de los poquísimos alemanes antinazis de La Falda y, aunque participaba en la vida comunitaria, se negó a aportar dinero a las colectas.
Los Eichhorn se jactaban ante sus amigos alemanes de que «La Falda es obra enteramente nuestra y por lo tanto tiene un tinte alemán. Nos hemos preocupado muy bien en que el pensamiento político de toda nuestra gente sea sin excepción nacionalsocialista», como Ida le escribe en 1931 a sus amigos, los Bruckmann.
No se ha conservado correspondencia entre los dueños del Edén y los mandos nazis en los años de la guerra. El vacío en la historia, en cambio, se ha llenado con rumores y versiones, y con anécdotas que si no fueran trágicas podrían parecer simpáticas.
Se ha dicho que un retrato gigantesco de Hitler dedicado a los Eichhorn, presidía el comedor para 250 personas y que en el hotel funcionaba un potente transmisor que irradiaba mensajes non sanctos .
Ernesto Guevara padre, en su libro Mi hijo el Che , recuerda que en los años ´40 integraba un núcleo antifascista llamado Acción Argentina y que «nuestro grupo se enteró de que en el hotel Edén de La Falda funcionaba por las noches una radio que pasaba mensajes cifrados a Berlín. Cuando llegamos tuvimos que aceptar que el hotel se encontraba bajo protección policial».
Esos fueron los años dorados del hotel, cuando durante las fiestas se poblaban con damas de largo y caballeros de uniforme o «smoking», mientras a 10 mil km. Europa ardía con los nazis.
También son los años en que los Eichhorn se fotografían en Berlín y en Bertchesgaden, el refugio alpino de Hitler, con el propio Führer , Joseph Goebbels y Rudolph Hess, tomando el té y conversando apaciblemente en medio de la guerra.
A principios de 1945 llegaría el final de la Alemania nazi y el colapso hitleriano arrastraría también al Edén.
En marzo de ese año, como resultado de la incautación de la propiedad enemiga que siguió a la declaración de guerra al Eje, el hotel fue expropiado a los Eichhorn. Ellos ya estaban viviendo en el chalet El Casco, cerro arriba del Edén, y desde ese atalaya vieron cómo el edificio se convertía en una cárcel de lujo.
Primero fueron alojados allí los diplomáticos japoneses en la Argentina y sus familias (Japón había sido aliado de Alemania durante la guerra), y más tarde parte de la tripulación del Graf Spee, el acorazado que había sido hundido en el Río de la Plata en 1939. El lugar donde se había honrado a Hitler, paradójicamente, servía así para retener a sus soldados y a sus aliados.
En 1947 el hotel fue restituido a Walter e Ida Eichhorn, pero, apenas lo recuperaron, lo vendieron.
Eichhorn murió en 1961 y su esposa en 1964. Una calle de La Falda lleva el nombre de ambos y en el pueblo se los homenajea como los pioneros que fueron y como los amigos de Hitler que nunca disimularon ser.
La mole ruinosa del hotel Edén, ahora, guarda sus últimos secretos. Sus tumbas están en el cementerio de Valle Grande, siete kilómetros al sur de La Falda.