Era el atardecer el Rab caminaba lentamente por la calle hacía su casa.
Pasó junto a una ventana detrás de la cual ardía una pequeña vela y delante estaba sentado un viejo zapatero remendón, inclinado sobre sus zapatos.
Se detuvo el Rab a contemplar la escena. A la habitación entró la esposa del zapatero y le dijo que dejara el trabajo, que ya era tarde, que no esforzara más sus ojos y que fuera a comer.
El zapatero le respondió: mientras arde la vela se puede hacer algo.
El Rabí oyó la respuesta del hombre y quedo estremecido. En esa frase latía una profundísima verdad.
A la mañana siguiente el Rabí corrío a la ieshiva (casa de estudios talmúdicos) y le dijo a sus discípulos; ayer aprendí una gran lección de un humilde zapatero: mientras arde la vela aún se puede hacer algo.
Se trata de la vele de la vida. Mientras hay vida nunca es tarde y siempre se puede recomponer la ruta emprendida.