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En el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer pensaba que, si consideramos la historia de su degradación, hay que ubicarla en dos áreas: una es a la que la sometió el hombre y la otra a la que se sometió ella misma. El poder que desde lo religioso le dio al hombre su característica de dominador y el privilegio de la maternidad a la mujer, marcó el calendario de horas, días, semanas, meses, años y siglos de acumulación de propietario y propiedad y la del abastecedor y la abastecida. Indudablemente el modelo se fue perfeccionando en el hombre para ser cada vez más autoritario, tanto directamente como sutil por haber sufrido el tener que imitar a otros hombres a los que tuvo que obedecer y a lo que la sociedad le fue exigiendo. En cambio en la mujer el modelo fue el de ir liberándose de a poco de lo que fue acumulando de experiencias con la convivencia. Y fue ella la que empezó a decir basta de ser un objeto y no sujeto de sí misma. El sólo hecho de haber nacido mujer siempre abrazó con cariño desde su relación con el hombre, la casa, los hijos y todo en general, con ese decreto de que ella debía estar en la casa y él en la calle. En cambio el hombre se fue armando su programación con compartimentos estancos entre lo que representa su mujer, su hogar y su trabajo más el deporte y la vida social. Desde los movimientos feministas que fueron surgiendo las mujeres tiraron abajo esos tabiques y salieron a reclamar sus derechos igualitarios con el hombre y por ese miedo a la paridad fue aumentado día a día la agresión hacia ellas, porque para lo heredado eso no encaja en el esquema de lo que es una pareja o una familia. Al borrar el diseño de qué es un hombre y de lo que debe ser una mujer, ellas devolvieron la costilla de Adán por considerarse un esqueleto paralelo. Basta de hombres que esculpieron a su medida mujeres ideales. Ahora son de carne y hueso y reales. Siempre pensé como periodista que si pudiera hacerle reportajes a las difuntas seguro que la mayoría me hablaría de sus dramas o pasiones de amor, esa poesía de encuentro entre un hombre y una mujer que debería sumar y no restar. Las mujeres no son Venus de Milo mancas, ellas han salido a la calle a gritar que una mujer puede ser sola sin tener soledad, puede ser digna sin un hombre, que no quieren ser esclavas por dinero y que no quieren ser propiedad privada de nadie y no quieren que nadie les corte las alas.
Martha Wolff |
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