“Me inspiró escribir este libro básicamente, porque junto con mis hermanos no vivimos una infancia normal, ya que al ser hija de un sobreviviente de la Shoa era muy difícil recordar esos tiempos puesto que en nuestro hogar solamente había una foto de la familia Lustgarten y en ella no estaban los abuelos, tíos, ni primos. Y uno como niño se da cuenta de eso. Por eso una vez me atreví a preguntarle a mi padre tímidamente qué había pasado con el resto de mi familia, a lo que él me contestó que todos los habían asesinado en la guerra, con un tono que me dio a entender que no debía preguntar más”, contó la autora.
Como muchos sobrevivientes, ellos no hablaron de su experiencia en el holocausto ya que no querían rememorar aquellos tiempos, para que sus hijos no tuvieran que cargar aquellas tragedias en el presente. Hasta hace tan solo unos años tuvieron el valor de contar sus vivencias y seguir adelante a pesar de las circunstancias adversas y difíciles por la que tuvieron que atravesar, luego del rodaje de Steven Spielberg ‘La lista de Schindler’, cuando el mundo conoció en la pantalla gigante todo lo que habían pasado aquellas personas, motivando a los sobrevivientes a hablar del tema.
En el año 2010 fallece su padre Arie y su tío se queda con ellos, convirtiéndose en ese tercer pilar esencial de la familia. Y solo cuando se cumplió los 60 años de la liberación del campo de exterminio de Auschwitz, del cual Mario fue sobreviviente, empezó a dar testimonio de su vida, donde contó que al llegar le rasuraron la cabeza, lo desnudaron, lo rociaron con insecticida y los tatuaron con un número consecutivo en el brazo izquierdo, el cual conservó hasta sus últimos días. Así mismo, relató como sobrevivió a la marcha de la muerte, donde los obligaban a caminar recorridos largos bajo fuerte guardia y condiciones invernales extremadamente duras por varios días sin comida, en donde mataban brutalmente a los prisioneros que no podían caminar más, muriendo muchos de ellos por estas condiciones climáticas, inanición y agotamiento.
“A pesar que para él era muy duro dar estos testimonios, sentía que era su obligación como sobreviviente, y anhelaba que este suceso nunca se repitiera en ningún pueblo, para que no haya más discriminación a ninguna minoría. Y de ahí en adelante empezó a contar su experiencia, por eso de alguna manera me inspiró ya que como su sobrina e hija de mi padre, también sentía esa obligación moral de dejar ese testimonio al mundo de quienes habían sido ellos dos”, expresó Silvya
. El reencuentro de los hermanos
Cuando su padre y su tío vivían en Starajowice, una ciudad en Polonia, su abuelo llamado Efraim, quien tenía un hermano, Hernan, junto con sus hijos habían inmigrado a Santa Marta, Colombia, mucho antes de la guerra, y ambos acostumbraban a enviarse cartas constantemente. Mario desde muy pequeño se grabó el remitente que decía “Sastrería París- Santa Marta, Colombia” y luego de los sucesos en Auschwitz, él recordó esa dirección y le escribió al tío Germán en Colombia para avisarle que estaba vivo.
Arie por su parte, se encontraba en Italia y le escribió una carta a su abuela que se encontraba en Palestina, bajo el mandato británico en ese momento, diciéndole también que seguía con vida. Y así fue que estos dos hermanos se enteraron que habían sobrevivido, ya que el resto de los miembros de la familia fueron enviados al campo de exterminio de Treblinka, donde fallecieron todos los integrantes.
Así nació el libro
En el año de 1995 a Silvya le propusieron trabajar en una a organización judía de la que pudo adquirir conocimientos sobre la historia y lo ocurrido en la Shoa, además de introducirse más en la temática de los derechos humanos. En el año 2008 viajó a Israel en el Instituto Yad Vashem, el cual es la corporación oficial constituida en memorar lo vivido del Holocausto, donde empezó a prepararse profesionalmente para enseñar y exponer el tema de la guerra en colegios y universidades.
En conjunto con el Dr. Franco Fiumara, un juez penal argentino y coautor del libro, quien además fue su tutor en Israel, se encargó de realizar todo el contexto histórico y social de la obra, con ayuda de toda la documentación ya recopilada de Mario y las memorias escritas en un cuaderno por Arie que tenía Silvya, al igual que los datos de la Claims Conference, siendo esta última la organización encargada de financiar y compensar económicamente a los sobrevivientes de la Shoa por parte del Gobierno alemán.
“Emotivamente no fue fácil, ya que es muy duro encarar el dolor de otras personas y rememorar episodios dolorosos, ya que es una carga emocional muy fuerte y creo que el libro fue una forma de ayudarme a mí como hija de sobrevivientes”, finalizó la autora Lustgarten.
María Alejandra Barrios / DIARIO LA LIBERTAD