El héroe de Malvinas que volvió a aprender a caminar

El héroe de Malvinas que volvió a aprender a caminar Hondo pesar en la comunidad de Comodoro Rivadavia causó la temprana muerte de Edulio «Pirulo» Barría, quien falleció el sábado a los 57 años.
Muchos lo conocían por su destacada trayectoria deportiva en el fútbol de salón donde se consagró campeón del mundo con la selección albiceleste en 1994. También por su paso por el fútbol de los barrios y el fútbol de veteranos. Mucho antes de eso, en 1982, defendió la soberanía argentina en las Islas Malvinas, donde estuvo a punto de perder sus piernas. 
Lo recordamos en esta crónica publicada por El Patagónico el 25 de octubre de 2015. De estar al borde de la amputación por “pie de trinchera” a descoserla en el futsal. 
Desde un diario de guerra escrito en papeles que guardaba entre sus ropas hasta encontrar a aquellos niños que les escribían cartas a los soldados. “Yo le digo a la gente que la pelee nomás y que salga adelante. Yo cuando volví de Malvinas traté de hacer mi vida normal y el fútbol me ayudó muchísimo”, reflexionó.

Pleno Torneo Argentino de fútbol de salón en Santa Fe, las tribunas están a pleno para alentar al local que se mide con sus pares del sur. En el equipo rival, Edulio “Pirulo” Barría (52 años y con mote puesto en homenaje a Marcelino “Pirulo” Britapaja) pisa la pelota, hace malabares con ella y castiga en la red. La gente está atónita, el tipo la rompe.

Buscan saber su nombre, al otro día todos corean su apodo. De esta manera, el jugador que se desempeñó en una cancha de dimensiones reducidas se ganó el cariño de la gente. Pero su historia comienza mucho antes, en una ‘cancha’ más limitada.


“Viernes 26 de marzo del 82, estábamos ansiosos esperando el franco. Nos levantamos a las 7 de la mañana, hicimos diana, luego formación y después fuimos a una clase de mortero; y cuando estábamos por terminar la clase llegó la noticia del jefe de sección que teníamos que prepararnos…” reza el cuaderno “Gloria” donde “Pirulo” Barría fue describiendo todo lo que acontecía desde que embarcaron hacia las Islas Malvinas, donde le esperaría otro tipo de cancha donde salir a jugarse la vida, mucho más reducida.

PASION POR EL FUTBOL

Nacido en Comodoro Rivadavia, el 13 de mayo del 1963 y criado en el barrio La Floresta, “Pirulo” empezó a despuntar el vicio en la esquina de su casa, cuando dos piedras hacían las veces de arco entre los chicos del barrio.

Nunca se creyó con condiciones con la pelota, pero cuando le tocó el servicio militar obligatorio en el RIM 25 de Sarmiento se comenzó a dar cuenta que los oficiales lo elegían entre los primeros a la hora de armar los ‘picaditos’ entre las compañías.

“A mí me gusta ver fútbol ya sea en la televisión o en la cancha. Y a veces no entiendo algunas cosas. Como por ejemplo que un jugador se te ofenda y se te vaya. O que tengas que darle un trabajo para que juegue. Yo siempre jugué porque me gustó el fútbol. Nunca pedí nada. Y gracias al fútbol pasé por instancias provinciales, nacionales y conocí muchos lugares, coincide que jugué bien al fútbol y a un buen nivel (NdE: fue campeón del mundo con Argentina en el 94). Estuve en la Selección, si vos me preguntas por ahí me conocen más como jugador de fútbol que como veterano de Malvinas. Porque tuve la grata posibilidad o no (según como se mire) de ir a las Islas. Grata porque volví (creo que sin ninguna consecuencia) y es lo que me tocó”, sostuvo.

“Yo no le doy mucha importancia a lo material, creo que el deporte me ayudó a ‘olvidarme’ de Malvinas, pero tuve compañeros que les tocó más fuerte, se encerraron. Se mataron o quedaron medio enfermos. Y no fue mi caso, porque mi mujer me acompañó desde antes de la guerra”, afirma.

LA ESPERA ETERNA

Si algo aprendió Edulio en las Islas fue a curtir el espíritu, porque desde el día del arribo (el 2 de abril) hasta su evacuación el 24 de mayo, vivió pensando cada minuto si iba a retornar al continente, en una ‘cancha’ que era un pozo de la altura de dos soldados por el largo de los mismos.

Apuntador de morteros de 120 milímetros, “Pirulo” se turnaba con su compañero para las guardias nocturnas, cuando a partir de las 17 el sol comenzaba a desaparecer en el horizonte.

“Estábamos en un pozo que filtraba agua todo el tiempo, porque estábamos a orillas de la costa. De hecho, cuando ya se juntaba mucha había que vaciar con un tarrito. Y con la guardia había que rotar; si hacía mucho frío eran turnos de una hora, sino un poco más donde el otro ‘dormía’ o hacia lo que podía mientras escuchábamos la caída constante de las bombas. El catre eran las mismas cajas de los proyectiles. Y había que esperar nomás, porque los ingleses nos tiraban desde los barcos ¿y vos que podías hacer? Agazaparte y esperar el desembarco. Encima cuando tomamos la isla y nos quedamos con armamento, encontramos que ellos contaban con FAL con mira infrarroja y que se plegaba el fusil. Y nosotros andábamos con puro fierro al hombro”.

Fue el 1 de mayo que entraron en combate, anterior a ello, Barría junto a los suyos se habían desplegado para proteger Puerto Argentino, el mismo nombre que se pone cada fin de semana en el fútbol de veteranos.

“Día 1: Sábado: Eso de las 4:40 bombardearon los ingleses el aeropuerto. Nosotros tuvimos que meternos adentro de los pozos con una lata de carne envasada. Ahora estamos adentro de los pozos, no podemos salir, hace un poco de frío…”, figura en el diario de Edulio.

“Uno pensaba si iba a volver, era algo recurrente. Por ahí las cartas que llegaban de los chicos ayudaban. Yo iba y agarraba un montón. Y me pasó que varias de ellas eran de alumnos de Comodoro Rivadavia. De hecho, tuve la oportunidad de reunirme con varios de ellos y contarles mis experiencias”, apuntó.

EL RETORNO

El 24 de mayo, “Pirulo” despertó a las 8 de la mañana luego de una noche constante de bombardeos, pero a la hora de salir del ‘pozo zorro’ para el relevo se dio cuenta que no podía mantenerse en pie.

“Me llevaron al hospital militar, que estaba a una distancia como si fuera de Comodoro Rivadavia a Rada Tilly. Cuando llegué me quitaron los borceguís y se dieron cuenta que tenía los pies morados y corría peligro de gangrena. Por suerte era domingo, y al otro día salía un Hércules hacia el continente. Eso jugó a favor para que no me corten los pies”, resaltó.

El 25 de mayo a las 2 de la madrugada, la ‘chancha’ carreteo y emprendió el vuelo hacia Comodoro Rivadavia. En ese viaje por primera vez “Pirulo” vio el rostro del enemigo en dos soldados heridos ingleses que venían hacia el Hospital Regional como prisioneros de guerra.

“Hasta que aterrizamos en Comodoro, se hizo largo el tramo. En especial porque el avión volaba al ras de las olas para evitar ser detectado por los radares enemigos. Porque en definitiva los Hércules no eran más que medios de transporte, así que no había posibilidad de defendernos. Y eso hacia larga la espera”, comentó.

“Luego yo tuve la suerte de jugar y eso lo valoro. Prefiero ver el vaso medio lleno. Repito: al poco tiempo empecé a jugar y traté de hacer mi vida lo más normal posible. Y con 52 años puedo decir que no me quedó nada por hacer, tal vez haber jugado en cancha grande en la Liga oficial (jugué en la Liga de Barrios). Donde voy me conocen por “Pirulo”, por el fútbol (donde hacía piruetas con la pelota) y porque creo que soy un buen tipo. Igual corresponde que esos detalles lo cuenten otras personas que pueden dar fe de ello”, sostuvo.

Dos meses de instrucción en el Regimiento de Infantería 25 de Sarmiento. Y el mismo período en las islas marcan las últimas páginas del cuaderno “Gloria”, donde Edulio también pegó un almanaque de bolsillo de “Bitopulos Hnos scc”, y donde fue tachando cada día que pasó en el archipiélago.

Hace poco lo citaron del Ejército para un test psicológico, y faltó poco para que “Pirulo” los mande al carajo o los golpee. En especial porque la ayuda llega 30 años después, cuando muchos compañeros se suicidaron. En su caso, el hecho de involucrarse en el fútbol y hacer una carrera en la competencia de salón lo ayudó a salir adelante junto a la compañía de su familia y seres queridos.

A pesar de ello, vive con dos pastillas a diario (20 mg/día de Paroxetina por la mañana y 25mg de Quetiapina por la noche) además de psicoterapia en forma quincenal.

Por lo menos eso reza en su historia clínica en la última visita al médico sobre fines de setiembre.

“Se certifica que el paciente es veterano de Guerra de Malvinas. Durante el desarrollo del conflicto padeció situaciones de malnutrición y ‘pie de trinchera’ sin amputación y presenció situaciones de abuso físico a compañeros por parte del personal superior…”, describe parte del informe.

“Con los cuadros hubo gente que se portó bien y otra mal. En especial aquellos que ‘estacabean’ soldados. Pero si hubo un tipo que siempre va a tener mi reconocimiento es Mohamed Alí Seineldin. Porque a pesar de ser el jefe de todos, siempre se quedó con la tropa. Y esto lo reafirmo, por más que no esté aceptada su figura políticamente. Este era militar de verdad, siempre iba al frente. En cambio, otros ‘te mandaban’ al frente a vos con tal de salvarse. De hecho, teníamos a un teniente de apellido Viti, que era un petiso prepotente que estaqueaba a los soldados que se quedaban dormidos en la guardia.

A un muchacho de Comodoro (un tal Rey) lo estaqueaba a diario. Siempre que lo veo nos acordamos y nos reímos. Este Viti nos mandaba a todos y nos trataba mal. De hecho, en una salida con un sargento a cazar patos (porque había que comer) surgió el comentario que al primer tiroteo le iban a poner una bala en la cabeza al teniente. Ahí te das cuenta que nadie lo quería. Porque el castigo por dormirse no debería ser estaquearlo, habría que pensar en otra sanción (aparte te dormías por hambre o por frío). Encima, a nosotros nos obligaban a atar a nuestros compañeros a orillas de la costa. Por eso tenemos división con los cuadros, y a veces tenemos roces. Ellos fueron porque era su trabajo, nosotros éramos pibes”, destaca.

Con la recuperación de sus piernas, Edulio “Pirulo” Barría incursionó en el fútbol de salón. Según sus rivales, ‘era difícil de agarrar, te ponía el culo hacia atrás y se escabullía entre las marcas. Además de relatarte el partido, el tipo te hablaba mientras te jugaba y eso te hacía perder la concentración en marcarlo”, recuerdan quienes lo tuvieron enfrente.

En 1994 se consagró campeón mundial de fútbol de salón con la Selección Argentina. Pero “Pirulo” es un tipo inquieto y luego pasó a formar parte del fútbol de veteranos.

Comprometido con el barrio y sus vecinos, la placita enfrente del edificio del sector 9 del barrio 30 de Octubre tiene un lugar en condiciones para que los chicos jueguen. Mientras en un plato de cemento descansan las Islas Malvinas para que la gente no olvide.

“A veces pienso que si en mi época hubiera existido la CAI tal vez podría haberme potenciado mucho más como jugador. Pero no me quejo de lo que me tocó vivir. Y del día a día junto a mi señora Gloria y mis hijos Javier y Jorge. Repito: yo no bajé los brazos y la peleé desde donde pude, que en mi caso el deporte ayudó. Y ese me gustaría que sea el mensaje para quienes lean esta nota, porque yo elegí mantenerme en pie”, sentenció.

El Patagonico.com

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