Esta semana, hemos visto cómo un grupo de desaforados partidarios del presidente Trump tomó el edificio del Capitolio, sede del Congreso de los Estados Unidos, en Washington DC, intentando frenar la aprobación de los votos de los colegios electorales para Joe Biden y Kamala Harris. Ocurrió tras un discurso del presidente Donald Trump, y los legisladores de ambas cámaras vieron cómo estos grupos violentos se iban apoderando de los recintos y oficinas, dejando destrozos a su paso.
No sólo el Congreso aprobó los resultados de los colegios electorales, sino que muchos senadores republicanos que estaban dispuestos a cuestionar el proceso comicial de noviembre, revirtieron su posición. Al día siguiente, varios miembros del gabinete de Trump presentaron su renuncia, dejando al Partido Republicano en una situación difícil: destacados líderes como Mitch McConnell, líder republicano en el Senado, y el senador y ex candidato presidencial Mitt Romney cuestionaron las actitudes del presidente Trump. Toma de posición compleja, ya que todo parecería indicar que el presidente saliente aspira a volver a postularse para el 2024, y el movimiento “trumpista” se ha transformado en una corriente importante dentro de los republicanos.
Así como el Partido Demócrata se ve jaqueado por elementos a su extrema izquierda, que le marca parte de la agenda, al Partido Republicano le ocurre lo mismo por derecha. Los candidatos moderados, ubicados en el centro del espectro político y que buscan establecer una agenda bipartidista con políticas de Estado de largo plazo, se hallan interpelados con virulencia por los extremos ideológicos, con gran poder de movilización y visibilidad. El gran partido de Abraham Lincoln se ve invadido por conspiranoicos de la extrema derecha, “nativistas”, partidarios de la Confederación esclavista y de la supremacía aria. Atraídos por el discurso nacionalista populista de Trump, los republicanos se transformaron en pocos años en algo muy diferente a lo que fueron en decenios anteriores. Es la expresión de la fragmentación de la sociedad estadounidense, en la que persisten viejos clivajes regionales, sociales, étnicos y religiosos.
¿Habrá trumpismo después de Trump? ¿Hay margen para el juicio político al presidente, a doce días de finalizar su mandato? ¿Qué capacidad de control de daños pueden ejercer los funcionarios de la administración republicana hasta el 20 de enero? De la madurez y sensatez de los líderes de los dos grandes partidos dependerá el clima de transición hasta la asunción del presidente electo Joe Biden, y que los sectores extremos y violentos sean contenidos y detenidos.
*Ricardo Lopez Gottig es profesor y Doctor en Historia, egresado de la Universidad de Belgrano y de la Universidad Karlova de Praga (República Checa), respectivamente. Doctorando en Ciencia Política. Es profesor titular de Historia Contemporánea en la Universidad de Belgrano, y profesor en las maestrías en Relaciones Internacionales de la UB y de la Universidad del Salvador. Fue profesor visitante en la Universidad Torcuato Di Tella, en la Universidad ORT Uruguay y en la Universidad de Pavía (Italia).
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