Por Elena Cohen Imach*
“El hombre es el único animal que tropieza dos veces con la misma piedra”. Así reza un dicho popular. El psicoanálisis habla de “compulsión a la repetición” e intenta indagar en los avatares inconcientes que nos llevan a empantanarnos en situaciones que repetimos una y otra vez.
Sería impropio, tal vez abusivo, extender este concepto y utilizarlo para grupos, organizaciones o gobiernos. Necesitamos otros términos que puedan aplicarse a estos colectivos.
Como no tengo pretensión de escribir un trabajo científico, sino el simple deseo de comunicar algunas reflexiones acerca de las noticias que nos llegan a diario, me permito dejar que la sabiduría popular o el psicoanálisis presidan estos pensamientos.
En Argentina no nos asombra, o quizás sí, ver cómo cada gobierno comienza la historia de cero. Borra toda decisión y desanda todo camino iniciado por el gobierno que lo antecede, sin siquiera analizar si algo de lo actuado beneficia o no al común de los ciudadanos. E insiste en regresar a conductas, disposiciones, leyes que han constituido piedras con las que se tropezó e impidieron y siguen impidiendo un progreso real del país.
Lo que me ha resultado curioso, quizás por desconocimiento, es observar que esto mismo está sucediendo hoy en democracias más fuertes, que se han caracterizado por el respeto a las instituciones y el cumplimiento estricto de las leyes.
El denominado conflicto palestino-israelí existe desde antes incluso de la declaración de independencia de Israel y la creación de un Estado soberano, aunque se fue intensificando desde ese momento.
Hubo, en los 73 años transcurridos desde entonces, sucesivas guerras iniciadas por los países limítrofes con pérdidas irrecuperables y secuelas muy dolorosas. Con dos de esos países se logró llegar a acuerdos de paz que, a pesar de cierta inestabilidad, se mantienen hasta hoy. Sin embargo, ello no prosperó hacia una paz sólida o un intercambio amistoso.
Con el pueblo palestino (no voy a entrar en disquisiciones acerca de la autodenominación) se sucedieron innumerables intentos de negociación. Varias cumbres terminaron naufragando estrepitosamente. Muchos acuerdos no sólo no se pudieron concretar, sino que fueron seguidos por intifadas sangrientas. El retiro de Israel de la Franja de Gaza permitió que
esta zona se convirtiera en un terreno ideal para acumular un arsenal importante y en una base desde la cual disparar misiles hacia el sur y centro de Israel.
Los recientes Acuerdos de Abraham, auspiciados y trabajados pacientemente por la diplomacia de Estados Unidos durante la presidencia de Donald Trump, significaron realmente un camino novedoso. La apertura hacia otros países de la región, como Emiratos Arabes Unidos y Bahrein, permitió que se sumaran acuerdos con Marruecos y Sudán, y siguen las conversaciones con otros países musulmanes. Esto significa un impulso importante para el desarrollo de todo el Medio Oriente y, quién sabe, quizás conduzca, finalmente, y por otras vías, a una posibilidad de acercamiento diferente con los mismos palestinos.
Sin embargo, las voces que se expresan alrededor del presidente Biden, hablan de volver a intentar lo mismo que fracasó. No sólo no parecen deseosos de estimular lo ya obtenido en los recientes acuerdos, sino que insisten en el regreso a mesas de negociación entre israelíes y palestinos que siempre derivaron en un empeoramiento de las relaciones entre ambos, y en un regreso a la violencia.
Desde mi humilde lugar de espectadora me pregunto: ¿Será que las piedras son invisibles o que la memoria es demasiado frágil?
*Psicoanalista y escritora
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