“Ve,” dice Moshé al pueblo de Israel, “pongo frente a ti, hoy, bendición y maldición”, la bendición que vendrá cuando observen los mandamientos Divinos y la maldición si los abandonan. Estas serán proclamadas en el Monte Grizim y Eibal, cuando el pueblo cruce hacia la Tierra Santa.
Un Templo deberá ser establecido en “el lugar que Di-s elegirá para hacer morar Su nombre allí”, donde la gente traerá sus sacrificios; está prohibido traer ofrendas a Di-s en cualquier otro lugar. Está permitido degollar animales en otros lugares, no como sacrificios, sino para comer su carne. Sin embargo la sangre, que en el Templo es vertida en el Altar, está prohibida.
Un falso profeta, o una persona que seduce a otros a adorar ídolos, debe ser castigado con la pena de muerte; una ciudad idólatra debe ser destruida. Los signos identificadores de animales y peces casher, así como la lista de aves no casher es repetida.
Un diezmo de todo el producto debe ser comido en Jerusalén, o intercambiado por dinero, con el cual se comprará comida allí. En ciertos años, este diezmo es dado a los pobres. Los primogénitos del ganado bovino y ovino deben ser ofrendados en el Templo, y su carne comida por un cohen (sacerdote).
La mitzvá de caridad obliga al judío a ayudar a un prójimo en necesidad con un regalo o un préstamo. En el año Sabático (que ocurre cada siete años), todos los préstamos deben ser perdonados y todos los sirvientes liberados.
La parashá concluye con las leyes de los tres festivales de peregrinaje, Pesaj, Shavuot y Sucot, cuando todos deben ir a “ver y ser vistos” ante Di-s, en el santo Templo.