Dios no necesita un lugar de culto, ni de sacrificios ni siquiera de oraciones. La delimitación del espacio es para el hombre. El en su infinitud no precisa de límites, es el hombre quien necesita de-finir, poner fin, limitar.
Por eso lo que construye Shlomó para el pueblo soberano en su tierra presenta una diferencia importante, ya no se trata de un Santuario, un Mishcán sino del Beit Hamikdash, la Casa de Dios, la Morada de la Santidad, el Templo. No es más un Tabernáculo portátil sino un BAIT, una casa, una morada, una residencia, estable. Fija.
La palabra Bait en hebreo hace referencia tanto a la casa, al recinto en el sentido material, como al Hogar en el sentido subjetivo. El Hogar, el lugar donde se conjugó lo externo y lo interno, donde el hombre puede encontrar refugio y sosiego a su soledad. La Morada de Dios, es a un tiempo Casa de Dios y Hogar del Hombre, en las palabras del rabino Joseph Ber Soloveitchik.
Shlomó, el más sabio de los hombres, tiene claro que Dios no está allí:
«¿Acaso habitará verdaderamente Dios sobre la Tierra? He aquí que los cielos y los cielos de los cielos no te pueden contener ¡cuánto menos esta casa que acabo de construir!» (II Divrei Hayamim 6:18).
Ethel Barylka