Violencia terrorista en Afganistán

Ricardo López Göttig

Por Ricardo López Göttig

Afganistán sigue siendo escenario de ataques terroristas, con la paradoja de que ahora el régimen imperante de los Talibán, que ocupó Kabul en agosto de este año, no logra impedir los atentados de la formación del ISIS-K, también conocida como Estado Islámico de Jorasán. En dos viernes consecutivos, hubo atentados con decenas de muertos en dos mezquitas: la primera en Kunduz, en el norte del país, y el pasado en Kandahar, el corazón del poder Talibán.

Ya esta guerrilla islamista, de inspiración salafista y que se identifica con el Estado Islámico que, años atrás, tuvo poder sobre vastos territorios de Siria e Irak, golpeó con fuerza la salida de las tropas estadounidenses y civiles afganos hacia fines de agosto, llegando casi a los dos centenares de víctimas mortales. Ahora, el objetivo son los shiítas, mayormente de la etnia Hazara, considerados apóstatas por parte de este ente terrorista. ISIS-K golpea a un grupo étnico y religioso que también fue perseguido y sojuzgado por los Talibán pero que, ahora en tanto gobierno y con la necesidad de prestar atención a la comunidad internacional, debe proteger.

En esta nueva etapa de los Talibán en el poder, parecen haber aprendido que hay un mundo más allá de las fronteras afganas, y buscan establecer relaciones diplomáticas con naciones más allá de la región. Asimismo, uno de los compromisos asumidos en las conversaciones en Doha con el gobierno de Estados Unidos, fue impedir el desarrollo de agrupaciones terroristas en suelo afgano. Aun cuando están restableciendo sus viejas prácticas de cercenamiento de los derechos más fundamentales, ahora también prestan atención a cómo esto es interpretado y recibido en la comunidad internacional. Proteger a los shiítas los coloca en un lugar incómodo desde su estrecha óptica religiosa, y es por ello que se han convertido en el objetivo de atentados terroristas por parte de ISIS-K.

Los Talibán presumieron que podrían restablecer el orden en el atribulado país, pero eso se estaría desvaneciendo rápidamente, sumado a los problemas económicos y de logística que no saben resolver. En Afganistán, la legitimidad de un gobierno está dada por los resultados, más que por su origen, y en este sentido se enfrenta a un problema vital. La paradoja es que los terroristas de ayer, se enfrentan a otros terroristas, en una espiral de violencia que parece sin fin.

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