En 1922 Benito Mussolini subió al poder e inmediatamente después comenzó a hablar de la necesidad que tenía Italia por expandirse territorialmente, argumentando que dicho país padecía el problema de estar sobrepoblado y aseguraba que los países ocupados disfrutarían de grandes beneficios al convertirse en territorio italiano.
Aunque el plan era ambicioso, el dictador italiano tenía la intención de restaurar el Imperio Romano. Mussolini era fuerte, autoritario y convincente.
Es así como Mussolini se apoderó de algunas regiones indefensas del continente africano y cuando en Alemania Hitler subió al poder en 1933, el dictador italiano intentó entablar una relación cercana, pues si el nazismo se extendería como lo prometía, Italia quería sacar sus propias ventajas.
Mussolini inició el trabajo solo, en 1939 invadió el territorio de Albania, lo que significaba el inicio de su proyecto expansionista sobre la península balcánica.
Sin embargo, cuando inició la Segunda Guerra Mundial, Italia no estaba en condiciones para pelear, así que a pesar de ser aliada de Hitler, lo único que Alemania recibió de Italia fue apoyo moral.
Hitler y Mussolini
Pero para 1940 las condiciones en el mapa ya eran muy distintas, Hitler había conquistado toda Europa Occidental y Mussolini quiso unirse a la victoria una vez que los alemanes ya habían logrado en territorio francés su victoria triunfal. De manera inmediata las tropas italianas intentaron apoderarse de la región sur de Francia, pero su primer batalla fue un fracaso total, y no fue hasta que Francia se rindió ante los alemanes que Italia pudo ocupar la parte que le interesaba.
Así se concluyó el primer movimiento bélico de Mussolini, una de muchas otras operaciones mediocres y sin éxito.