Turquía, el miembro prorruso de la OTAN amigo de los talibanes

En torno al Talibán, y en un bizarro cóctel de intereses comunes y afinidad ideológica, está surgiendo un nuevo círculo antioccidental del que forma parte un más que dispuesto miembro de la OTAN (…) Los sentimientos antioccidentales están uniendo a esas potencias regionales que andan cortejando a los gobernantes radicales de Afganistán. En la imagen el portavoz del Talibán, Zabihulá Muyahid, en una rueda de prensa celebrada en Kabul el pasado día 7.

Desde su fundación, en 1994, el Talibán ha venido recurriendo a la más notoria aplicación de la ley basada en la sharia, con decapitaciones, lapidación mortal de mujeres, imposición del burka, asesinato de colegialas, violaciones grupales, reclusión de las mujeres en el hogar y otras prácticas medievales. Ahora, por primera vez en la historia de la OTAN, el presidente de uno de los países miembro de la organización atlántica, Recep Tayyip Erdogan, ha declarado que la interpretación del islam que hacen los talibanes no es contradictoria con la que rige en Turquía.

Por lo visto, hay romance islámico a la vista. A finales de agosto el Talibán solicitó a Turquía apoyo técnico para la gestión del aeropuerto de Kabul. Los regímenes turco y catarí, islamistas y pro Hamás, llevan desde entonces discutiendo con el Talibán las condiciones para la reapertura del Hamid Karzai; sólo la seguridad de los técnicos, las compañías privadas y el propio personal de seguridad que trabajará allí siguen siendo objeto de preocupación. El pasado día 2, Ankara informó de que estaba evaluando propuestas del Talibán para el funcionamiento seguro del aeródromo tras la vuelta al poder del grupo radical.

«Hemos tenido nuestras primeras conversaciones con el Talibán, por espacio de tres horas y media», refirió Erdogan a la prensa el 27 de agosto. «Si fuera necesario, tendremos la oportunidad de volver a hablar». También el ministro turco de Exteriores, Mevlut Cavusoglu, dijo el día 6 del corriente que su Gobierno estaba en «conversaciones directas» con los talibanes sobre el futuro de Afganistán. «Después de todo, sería un error que Turquía se retirara por completo» del país centroasiático, afirmó.

La alianza en ciernes entre los islamistas turcos y los radicales afganos no parece cosa de especulación. El portavoz de los talibanes Zabihulá Muyahid informó de que este mes llegó a Kabul un equipo técnico turco para contribuir a la reapertura al tráfico aéreo nacional e internacional del aeropuerto de la capital afgana. Un borrador de acuerdo publicado en agosto por Middle East Eye incluía provisiones por las que Turquía reconocería a los talibanes como gobernantes legítimos de Afganistán y proveería seguridad al Hamid Karzai por medio de una compañía privada.

El pasado día 6, Al Yazira informó de que el Talibán había invitado a Turquía, China, Rusia, Irán, Pakistán y Qatar a la ceremonia en la que se daría a conocer el nuevo Gobierno afgano, tras la dramática retirada norteamericana. Turquía era el único país miembro de la OTAN en esa lista de invitados. Y el único con un vínculo oficial (en forma de candidatura de ingreso) con la Unión Europea.

En torno al Talibán, y en un bizarro cóctel de intereses comunes y afinidad ideológica, está surgiendo un nuevo círculo antioccidental del que forma parte un más que dispuesto miembro de la OTAN.

La ideología islamista no es la única razón para que Turquía se una a un grupo talibanocéntrico de aliados informales. Rusia, por ejemplo, no reconoce al Talibán. Los sentimientos antioccidentales reúnen a estas potencias regionales que andan cortejando a los gobernantes radicales de Afganistán.

La participación de Turquía en el consorcio multinacional liderado por EEUU que está construyendo el caza F-35 fue suspendida luego de que Ankara decidiera adquirir el sistema ruso de defensa S-400. Decisión que costó a la industria turca de defensa 10.000 millones de dólares en contratos perdidos y sanciones norteamericanas. El daño, por cierto, no es unilateral. Haber confiado en semejante aliado para una producción crítica terminó costando al contribuyente norteamericano entre 500 y 600 millones de dólares en costes de ingeniería, según Ellen Lord, ex subsecretaria de Defensa para Adquisiciones.

En el lado turco parecen no haber aprendido la lección. El exportador estatal de armas ruso Rosoboronexport comunicó a finales de agosto que podría firmar en breve un nuevo contrato con Turquía para el suministro de más sistemas defensivos S-400. «Las consultas siguen. Creo que ya están en su fase final», declaró su director general, Alexander Mijeev, en el Foro Internacional Técnico-Militar Army-2001, sin dar detalles del posible contrato.

Por su parte, Erdogan afirmó el 29 de agosto que Turquía no tiene dudas en lo relacionado con la compra de un segundo lote de S-400 a Rusia. «Hemos dado muchos pasos con Rusia, con el S-400 o con la industria de Defensa», dijo a la prensa.

La conexión militar de Rusia con Turquía no se limita a ese avanzado sistema de defensa. El director del Servicio Federal ruso para la Cooperación Tecnológico-Militar, Dmitry Shugayev, ha señalado que Moscú y Ankara están en conversaciones para unas posibles joint ventures relacionadas con la construcción del nuevo avión turco de combate, el TF-X. «En esta etapa, se están celebrando conversaciones con los turcos a nivel de grupos especializados», declaró Shgayev.

El drama afgano del presidente Biden generará alianzas antioccidentales basadas en cálculos antioccidentales. ¿La prueba? Simplemente mire los nombres de la lista de países invitados a la fiesta de cumpleaños del Talibán.

 Burak Bekdil / Gatestone

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