Las imágenes de miles de inmigrantes intentando atravesar las fronteras de Bielorrusia hacia Polonia, Lituania y Letonia exponen la naturaleza opresiva y delictiva del régimen de Alexander Lukashenko quien, una vez más, desestabiliza la región.
Según fuentes gubernamentales de los tres países afectados, ONGs y fuerzas políticas opositoras en Bielorrusia, el gobierno de Lukashenko está provocando deliberadamente esta crisis migratoria con familias y jóvenes –mayormente iraquíes- que son transportados a Minsk desde diferentes puntos de Medio Oriente. Ya en suelo bielorruso, son guiados por las fuerzas locales de seguridad hacia puntos de paso clandestinos. Desde el lado polaco, lituano y letón se intenta contener esta oleada, y se han registrado casos de muerte por congelamiento de migrantes en los bosques fronterizos. Se trata de tres países miembros de la OTAN, en tanto que el régimen de Lukashenko es aliado a Rusia, poniendo al presidente Vladímir Putin en una situación compleja. Por un lado, acentúa la dependencia militar de Lukashenko, cuyo margen se va estrechando; por el otro, genera una crisis de difícil solución a la OTAN y a la Unión Europea en su frontera oriental, sumando más sanciones a un régimen al que no le hace mella su aislamiento internacional.
Estas situaciones críticas alimentan las narrativas de la extrema derecha, xenófoba, antisemita y autoritaria, debilitando las democracias de la región. Paradojalmente, son motorizadas y financiadas desde Rusia, que busca la fragmentación y desaparición de la UE y la OTAN.
Si la situación persiste, los tres gobiernos pueden invocar a la OTAN para el despliegue de tropas en la frontera con Bielorrusia. Una respuesta militar de emergencia, aun cuando lo que se precisa es una respuesta política de largo plazo.