El mes pasado, el Departamento de Comercio de Estados Unidos anunció que había incluido en la lista negra a dos empresas israelíes estrechamente vinculadas al gobierno de Israel.
Las dos empresas, NSO Group y Candiru, fueron acusadas de suministrar programas espía a gobiernos extranjeros que «utilizaron estas herramientas para atacar maliciosamente» a periodistas, activistas y empleados de embajadas, perjudicando los intereses de Estados Unidos.
Según un informe publicado por Yediot Aharanoth el viernes por la mañana, la inclusión en la lista negra sorprendió a los funcionarios de inteligencia y seguridad israelíes, que expresaron su consternación en reuniones posteriores por lo que percibieron como una campaña más amplia de la administración Biden para frenar las operaciones clandestinas de Israel.
Un funcionario israelí que participó en una de esas reuniones esta semana calificó el comportamiento de la administración Biden de «ingratitud», citando el papel de la inteligencia israelí en la salvación de soldados estadounidenses en múltiples ocasiones, informó Yediot Aharanoth
«Creo que hasta que no entendamos qué hemos hecho [mal], si es que hemos hecho algo, para que ellos [los estadounidenses] se comporten como lo están haciendo, debemos responder de manera similar. Tenemos que notificarles que no tenemos ni idea de por qué las acciones israelíes en el mundo cibernético suscitaron la ira estadounidense, pero hasta que podamos resolver el asunto de forma concluyente, y para asegurarnos de que, Dios no lo quiera, no volvamos a perjudicar los intereses de la seguridad nacional estadounidense, suspenderemos el flujo de información que Israel recoge para la comunidad de inteligencia de Estados Unidos».
«Tal vez así, si no hay nadie que salve a sus soldados la próxima vez, responderán a sus teléfonos».
En el informe del viernes se atribuye a la inteligencia israelí el haber ayudado a EE.UU. a evitar bajas en numerosas ocasiones, incluso en dos ataques de alto perfil por parte de Irán o de fuerzas respaldadas por Irán contra bases que albergan soldados estadounidenses en Oriente Medio.
El primer ataque tuvo lugar el 7 de enero de 2020, cuando Irán lanzó una andanada de misiles contra objetivos estadounidenses en Irak, incluida la base de Ayn al-Asad, que albergaba a unos 1.500 efectivos estadounidenses.
La andanada de misiles balísticos podría haber provocado bajas masivas entre las fuerzas estadounidenses, si el personal estadounidense no hubiera sido evacuado a búnkeres reforzados momentos antes del ataque.
Un aviso de última hora de Israel a EE.UU., basado en información recogida por la inteligencia israelí, fue fundamental para evacuar a los soldados estadounidenses antes del ataque.
El segundo incidente citado en el informe del viernes ocurrió el 20 de octubre de 2021, cuando Irán lanzó un ataque con drones a gran escala contra la base de Al-Tanf, en el extremo oriental de Siria, cerca de la frontera con Irak.
La base, que alberga a unos 200 soldados estadounidenses, fue evacuada poco antes del ataque iraní, de nuevo gracias a la alerta temprana proporcionada por la inteligencia israelí.
No se registraron víctimas estadounidenses en el ataque de Al-Tanf, ni tampoco en el de Ayn al-Asad, aunque a más de 100 soldados se les diagnosticaron lesiones cerebrales