Hace 130 años los abuelos, un día, se desprendieron de la casa, de los muebles. De las cadenas y de los eslabones invisibles. Del paisaje cotidiano. Acomodaron en un baúl y en un bulto que formaron anudando las puntas de un viejo lienzo, algo de ropa, quesillo preparado con leche de oveja, carne de ganso congelada a la intemperie, los candelabros, el samovar, las filacterias, la copa para el vino ritual, los libros de oraciones. En un trineo, abandonaron para siempre la aldea natal. Donde nacieran sus padres, sus abuelos. Donde conocieron el amor, y últimamente la persecución, el hambre, el miedo. Se oía gritar a un niño que no quería dejar a su perro. Nevaba. Se alejaron. Hacia un remoto lugar ignorado. Del otro lado del mar. Al sur de América… (Susana Goldemberg)
El 15 de diciembre de 1891 arriba al puerto de Buenos Aires procedente de Le Havre y con escalas en Burdeos, Paulliac, Tenerife, y Montevideo, el vapor de bandera francesa Pampa, perteneciente a la compañía Chargeurs Reunis. De allí que se conozcan como «Pampistas» a los pasajeros de este vapor.
En su pasaje se encontraban 818 inmigrantes judíos rusos que escapando de los progroms y persecuciones de la Rusia Zarista se habían congregado en Estambul esperando el ansiado viaje hacia Palestina. La negativa de las autoridades turcas y la difícil adaptación a un medio hostil habían convertido a la ciudad en un gran campo de refugiados con enormes problemas sanitarios y de alimentación. La ayuda de las organizaciones judías europeas como la Alliance Israelite Universelle era insuficiente y es aquí donde toma protagonismo el Barón Mauricio de Hirsch, célebre banquero alemán que había hecho su fortuna con la financiación, gestión, construcción y explotación de líneas férreas en el Imperio Otomano incluyendo la red que unía Viena con Estambul.
Si bien el Barón contribuía económicamente desde mucho tiempo atrás con la Alliance Israelite Universelle, la muerte de su único hijo Lucien, en 1887, será el detonante que determine el empleo de gran parte de su fortuna para tratar de organizar cursos de acción que permitieran paliar la situación de los judíos rusos. Hirsch creía en la necesidad de encarar el tema de la emigración de dicha población a nivel masivo, a diferencia de la posición de la Alliance, que trataba de negociar mejores tratos y posibilidades educativas con el gobierno ruso. Es por ello que el Barón ordena realizar estudios que permitiesen constatar la viabilidad de la emigración a Palestina y América del Norte, los cuales resultaron en una primera instancia negativos.
Será un hecho fortuito el que llegue a oídos del Barón Hirsch la noticia de la existencia de un grupo de inmigrantes judíos de la región de Podolia, llegados en agosto de 1889 en el vapor Weser, que habían quedado varados en la República Argentina al ser modificadas las condiciones previamente pactadas en relación a la compra de las tierras para su asentamiento. Willhelm Loewenthal, médico de origen rumano contratado por el gobierno Argentino para determinar las condiciones de aclimatación de inmigrantes europeos en las distintas regiones de nuestro país, es quien toma contacto con ellos dando aviso a las autoridades nacionales y a las organizaciones europeas buscando el apoyo necesario. A partir de este hecho será Loewenthal quien trazará un plan de inmigración que logró interesar al Barón Hirsch y que este tomará como propio comprometiéndose a fundar colonias en la Argentina.
Los «Pampistas» inauguran las colonias judías entrerrianas principalmente en los alrededores de la Estación Domínguez y en colonia San Antonio (Colón).
Del libro Mar del Sud del Arq. Pablo Grigera.