Después de que D’s envió siete plagas sobre Egipto, los sirvientes del Faraón finalmente le dijeron:
“¿Cuánto tiempo más seguirá siendo esto un trampa para nosotros? ¿Libere a los hombres para que sirvan a Dios. ¿Acaso [el Faraón] no sabe que Egipto está perdido?” (Éxodo 10:7) Los egipcios acababan de experimentar siete severas plagas que D’s había enviado sobre ellos. Y a pesar de que el Faraón también había atestiguado todas estas plagas, él todavía permanecía inmóvil y se negaba a liberar a los judíos. Sin embargo, los sirvientes del Faraón tenían completa claridad; si los judíos no eran liberados, entonces Egipto y sus habitantes serían completamente destruidos.
¿Cómo es posible que el Faraón no haya visto lo que era absolutamente evidente para el resto?
La razón es que a veces, estamos demasiado cerca de una situación como para verla objetivamente. Como el Faraón era el que estaba hablando directamente con Moshé, él estaba demasiado cargado emocionalmente con lo que estaba ocurriendo con “su” país.
Demasiado cerca del bosque como para ver los árboles. El Faraón -así como muchos de nosotros que estamos demasiado cerca de algo en nuestras propias vidas- tenía la creencia equivocada de que como estaba más cerca y por lo tanto conocía mejor la situación, estaba también en la mejor posición para decidir que debía hacerse. Y por lo tanto, no aceptaba otras ideas u opiniones.
Es un tema de objetividad. Cuando alguien está inmerso emocionalmente en algo, entonces, por definición esa persona no tendrá objetividad. ¿Cuán a menudo escuchamos acerca de alguien que está involucrado en una relación sentimental poco sana, y que al mismo tiempo no puede ver lo perjudicial que es? Y justifica su posición de “mente-cerrada” porque piensa que “nadie conoce a mi pareja como yo”. Esa es precisamente la razón por la cual nunca podrá ser objetivo/a y actuar racionalmente. Cualquiera que esté demasiado cerca a una situación, pierde de vista la “imagen completa” y no puede ver con claridad.
Por esta razón es imperativo buscar a otras personas y pedirles sinceramente un consejo. Nuestra naturaleza humana generalmente descarta lo que los demás nos dicen. Esto es porque si adoptamos sus puntos de vista, entonces tendremos que admitir ante nosotros mismos que estábamos equivocados. Esta “conveniente” mentalidad de no escuchar los buenos consejos es la razón por la cual la gente sigue racionalizando sus malas conductas en vez de cambiarlas
Con esta filosofía uno nunca podrá crecer o cambiar para bien.
Las grandes personas son capaces de admitir sus errores del pasado y luego, basándose en nuevas perspectivas, son capaces de tomar decisiones sanas y productivas.
Así que escuchemos a aquellas personas que están a nuestro alrededor que nos conocen bien y cuyas opiniones valoramos. Pero al final de cuentas la decisión es nuestra, así que combatamos el deseo de justificar nuestras acciones del pasado y comencemos a tomar los buenos consejos. Y aunque esto puede ser difícil para nuestro ego, al fin y al cabo, esto nos ayudara sin duda a convertirnos en mejores personas.