Ante Pavelic el carnicero fascista de Croacia

Ante Pavelić, que nació en Bosnia y Herzegovina el 14 de julio de 1889- fue un dictador croata, líder y miembro fundador del grupo Movimiento Revolucionario de Levantamiento Croata, Ustacha (en español, rebeldes o alzados) en la década de 1930 y más adelante “Caudillo” (en croata, poglavnik) del Estado Independiente de Croacia un estado títere y colaboracionista con el con el nazismo.

En los cuatro años que estuvo en el poder apoyado por Hitler asesinó a más de un millón de judíos, serbios y gitanos, con métodos aún más crueles que los utilizados por el “Führer”.

Después de asumir la cartera de Educación y Cultura en 1941, Mile Budak ya definió el carácter macabro que iba a tener el recién instaurado Gobierno croata: “Para minorías como los serbios, judíos y gitanos tenemos tres millones de balas”. Las consignas estaban claras, hasta el punto de que el nuevo dictador, Ante Pavelic es considerado hoy en día el líder del movimiento fascista más cruel de la historia. Su currículo incluye más de un millón de asesinatos.

Era un abogado sin mucho éxito, que había comenzado su carrera política en el movimiento nacionalista croata. Había sido elegido diputado nacional en 1927, en los años del incipiente Reino de los Serbios, Croatas y Eslovenos. A los 28 ya se bregaba en el parlamento por la independencia de Croacia, que no llegaría hasta la invasión del país por parte de Hitler, más de una década después.

Cuando solo llevaba dos años dedicado a la política tuvo que huir como consecuencia de la instauración de la dictadura por parte del Rey Alejandro I, que disolvió la cámara de representantes y rebautizó el país con el nombre de Yugoslavia. Durante su exilio, deambuló por Austria, Alemania, Bulgaria y Francia, hasta que, con la llegada de Mussolini al poder en 1922, se refugió en el primer régimen fascista de la historia. Fue allí, durante su estancia en Verona, donde creó la Organización Revolucionaria Croata Insurgente, la Ustacha, un pequeño grupo terrorista sin una ideología muy definida. Las actividades terroristas de los ustacha llegaron a su punto álgido con el asesinato del Rey Alejandro en Marsella, el 9 de octubre de 1934. El atentado también falleció el ministro francés de Asuntos Exteriores Louis Barthou. «El autor poseía un pasaporte visado regularmente en Yugoslavia. Al saltar al estribo del coche real hizo varios disparos y gritó: “¡Viva el Rey!”. El drama se produjo tan rápidamente que parte de la muchedumbre continuó dando vivas al monarca cuando este, moribundo, llegaba en coche a la prefectura manchado de sangre», contaba el diario en páginas interiores.

Investigaciones posteriores demostraron que Pavelic había contratado a un sicario de la Organización Interna Revolucionaria de Macedonia (VRMO) para perpetrar el magnicidio y organizado un comando de ustachas para que nada fallara. Después de aquello, Pavelic adoptó un discurso mucho más antisemita, al tiempo que comenzó a establecer lazos mucho más sólidos con los fascistas italianos y a difundir la idea de un estado nacionalista y católico croata.

Durante los siguientes años, Mussolini le acogió bajo su protección e, incluso, se negó a cumplir la orden de extradición solicitada por los franceses. Eso no impidió que fuera juzgado en París y condenado a muerte en ausencia. El Gobierno fascista tan solo llevó a cabo un simulacro de detención, como acción de maquillaje de cara al exterior, pero lo encarceló en una lujosa residencia de Turín.

Los vínculos con el “Duce” no podían ser más sólidos, pero el tiempo pasaba y los sueños de Pavelic fueron perdiendo fuerza. Su grupo también redujo el número de adeptos, hasta que llegó el milagro en forma de invasión por parte de la Alemania nazi el 24 de marzo de 1941. Las tropas de Hitler, en plena expansión durante la Segunda Guerra Mundial, entraron en Yugoslavia. Hitler había ocupado Francia unos meses antes y quería hacer lo propio con los Balcanes, por lo que dio un ultimátum al gobierno yugoslavo: o se aliaba con las potencias del Eje o se convertiría en su enemigo.

El 29 de marzo, Pavelic se reunió formalmente por primera vez con Mussolini, quién le ofreció hacerse con el poder si respaldaba la ocupación. El líder ustacha aceptó y, siete días más tarde, las tropas del “Führer” entraron a Yugoslavia. Hitler dirigió a sus soldados uno de sus habituales discursos por radio: “Sed humanos allí donde el adversario se comporte humanamente. Donde muestre su brutalidad habitual, le quebrantaréis duramente, sin piedad”. Unas palabras que pronunciaba al mismo tiempo que su aviación bombardeaba Belgrado y dejaba sobre las calles más de 17.000 cadáveres.

La invasión permitió hacer realidad el sueño de Ante Pavelic. Croacia se convirtió en un Estado independiente. O así lo parecía en teoría, porque en la realidad era un país supeditado al poder de Hitler. Comenzaba el año cero del infierno para los gitanos, serbios y judíos, con aquel antiguo abogado autoerigido como el “Poglavnik” del país: la versión autóctona del “Duce” o el “Führer”.

Al asumir el Gobierno, no solo se hizo con el control de la mayor parte de Croacia, sino también de Bosnia-Herzegovina; aunque las tropas italianas y alemanas controlaban militarmente la zona, dieron a Pavelic toda la autonomía para que organizara un Estado totalitario a su antojo. Copió el culto a la personalidad y la parafernalia propagandística propia de los regímenes fascistas.

Después de la derrota de los países del Eje en la Segunda Guerra Mundial sólo hubo un gobierno nazi en el exilio. Estaba formado por criminales de guerra croatas y se instaló en Buenos Aires.

Se autodenomínó “Nezavisna Država Hrvatska” (Estado Independiente Croata) y fue presidido por Ante Pavelic -el “Poglavnik”, como le decían sus seguidores. El que fuera el dictador en Croacia y Bosnia Herzegovina desde abril de 1941 a mayo de 1945, bajo la protección de Adolf Hitler y Benito Mussolini; a su llegada a la Argentina, tenía orden de captura internacional por los crímenes cometidos durante la guerra, entre ellos la ejecución de centenares de miles de personas en campos de concentración.

Los líderes de la dictadura croata habían tenido, en general, mucha más suerte que sus pares de los países del eje o las naciones ocupadas por los nazis y conducidas por gobiernos cómplices. La mayoría de ellos pudo escapar luego de la derrota y salir de Europa, casi siempre hacia América Latina.

Por eso, el “gobierno croata” instalado en el exilio argentino tenía una composición muy parecida al que había manejado a sangre y fuego esa región de los Balcanes durante la guerra. A Pavelic lo secundaba otro criminal de guerra, Vjekoslav Vrancic, y en los lugares clave se encontraban el ex jefe de la Fuerza Aérea, Vladimir Kratch; el de la policía secreta, Gorg Vrantich; el ex comandante del ejército, general Josip Tomlianovich; y el ex jefe de la policía del Estado, Radomil Vergovitch.

En la lista de los llegados a la capital argentina también resaltaban Dinko Sakic y Anton Elez, jefes del campo de concentración y exterminio de Janosevac, que cumplieron un papel central en la fuga de Pavelic. El primero fue localizado y extraditado a Croacia

En Buenos Aires encontraron el apoyo estratégico de una entidad que se llamó Agrupación Croata del Movimiento Peronista para los Extranjeros, dirigida por Nedim Salvegovic, Nikola Perik, Marijan Gudel, Edo Bulat, Josih Subasic y Ratimir Gadja.

Lejos de lo que ocurre con otros “gobiernos en el exilio”, Pavelic y sus hombres no se limitaron a convertirse en un sello simbólico enfrentado a la recién creada Yugoslavia del Mariscal Josip Broz, “Tito”, sino que crearon una organización terrorista internacional que perpetró atentados en los Estados Unidos y varios países europeos

En 1958, luego de ser víctima de un atentado, viajó a Madrid, pero sus hombres siguieron en el país. Uno de ellos fue custodio de Perón e Isabel. Años más tarde, otros traficaron armas a Croacia y formaron un grupo mercenario con ex carapintadas para combatir en la guerra de los Balcanes

Ante Pavelic, el carnicero fascista de Croacia que horrorizó a Hitler murió en Madrid el 28 de diciembre de 1959).

 

Dr. Mario Burman para Radio Jai

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