Diferentes historiadores han sostenido que fue uno de los primeros actos de terrorismo de Estado junto con los fusilamientos de miles de huelguistas en la Patagonia trágica de 1921.
Del 7 al 14 de enero de 1919 tuvo lugar la Semana Trágica, que incluyó el único pogrom del que se tiene registro en América. El conflicto se originó a raíz de una prolongada huelga en la fábrica metalúrgica Talleres Vasena, que reclamó mejores condiciones laborales. El conflicto escaló, impulsado por la intransigencia patronal y de la FORA del V Congreso de tendencia anarquista, así como el accionar violento de rompehuelgas, hasta que se desató la represión abierta por grupos parapoliciales amparados por el gobierno, la policía y el Ejército, asesinando, deteniendo y torturando a miles de personas, mientras la población respondía con una pueblada generalizada. El gobierno radical osciló entre su política de mediación en los conflictos laborales y la adopción de una política altamente represiva, que incluyó el apoyo a grupos parapoliciales, la orden de represión por medio del Ejército, la tortura y la simulación de ataques contra objetivos gubernamentales.
La represión dejó un saldo de aproximadamente 700 muertos, decenas de desaparecidos -entre ellos gran cantidad de niños-, miles de heridos y decenas de miles de detenidos. El gobierno nunca informó oficialmente sobre la represión, ni publicó la lista de muertos.
Pero rápidamente el conflicto, impulsado por la Liga Patriótica Argentina, una organización de la extrema derecha antisemita, se convirtió en un pogrom.
“Detienen a un judío y, después de los primeros golpes, de su boca brota sangre en abundancia. Entonces le ordenan cantar el Himno Nacional. No puede hacerlo. Lo matan ahí mismo”. El periodista argentino Pinie Wald describió esa escena en Koshmar (pesadilla), su relato en primera persona del primer pogromo ocurrido en Buenos Aires, en medio de la Semana Trágica de 1919, La muerte de cuatro trabajadores en huelga de los talleres metalúrgicos Vasena a manos de la policía el 7 de enero de ese año desencadenó un paro general en la capital argentina y la posterior represión obrera de las fuerzas policiales y militares. En ese clima, los judíos fueron atacados por sus presuntos vínculos con la Rusia comunista.
“Desde la calle pudimos escuchar el trote de caballos y un llanto. Algo me impulsó a mirar lo que pasaba y ante mis ojos apareció el siguiente cuadro: estaban pasando dos policías montados, con rifles en las manos. Al caballo de uno de ellos estaba atado con una larga cuerda un judío, que era arrastrado por el empedrado dejando tras de sí un rastro ancho y rojo. Se oían claramente sus gemidos de agonía”, dijo el testimonio de Pinie Wald, publicado por primera vez en 1929.
Pinie Wald, nacido en Polonia en 1886 y emigrado a Argentina con diez años, fue detenido el 10 de enero de 1919. Al periodista del extinto Die Presse se le acusó de presidir la ‘República del Soviet de Argentina’.
La historia de su cautiverio, en medio de esa convulsiva semana que pasó a la posteridad con el epíteto de “trágica”, fue volcada al papel y vio la luz diez años después de los hechos bajo el título de Koshmar o Pesadilla. Hubo que esperar casi sesenta años, hasta 1987, para que la AMIA publicase la versión que había sido traducida del ídish original al español por Simja Sneh en el viejo edificio de la mutual en el barrio de Once. Y hubo que esperar aún más, hasta el centenario de aquellas jornadas, en enero de 2019, para que ese libro tan inconseguible como ineludible e infinitamente citado en la bibliografía sobre el tema volviera a ver los estantes de las librerías de nuestro país.
Así fue que lo que comenzó como un conflicto gremial en los Talleres Vasena se convirtió en una persecución a los judíos, como consecuencia del pánico desatado entre las clases altas argentinas, que veían en las huelgas el preludio del estallido de una revolución bolchevique, sostiene el periodista Hermán Schiller en la edición crítica de Koshmar lanzada en Argentina y España con motivo del centenario.
En el país se conocía a los judíos como rusos, basados en el país de origen de los primeros inmigrantes. Esto generó el asalto al barrio de Once, donde vivían la mayoría de ellos. Muchos de los ataques fueron perpetrados por fuerzas civiles armadas que poco después se agruparían en la Liga Patriótica.
Es que anarquistas, socialistas, judíos, o el extendido y peyorativo rusos -que perdura hasta nuestros días- en las cabezas de las clases acomodadas porteñas funcionaban como sinónimos para nombrar de forma indistinta a los enemigos de la patria. “¡Mueran los judíos! ¡mueran los maximalistas!”, era el grito de guerra y, entre sus víctimas.
Wald era uno de los que reunía todos los atributos. Por eso fue detenido el 7 de enero de 1919, bajo la impresionante acusación de ser el “presidente del soviet argentino”, en medio de lo que fue el primer pogrom local -y también el primero de América Latina-, desarrollado en el contexto de la Semana Trágica.
En la revista Popular el famoso periodista Juan José de Soiza Reilly, escribió “Vi ancianos cuyas barbas fueron arrancadas; uno de ellos levantó su camiseta para mostrarnos dos sangrantes costillas que salían de la piel como dos agujas. He visto obreros judíos con ambas piernas rotas en astillas, rotas a patadas contra el cordón. Y todo esto hecho por pistoleros llevando la bandera argentina”.
La semana de la mencionada huelga de los Talleres Vasena y la sangrienta represión comandada por el general Luis Dellepiane se topó con un fenómeno particular dentro del desastre general: la salvaje persecución de judíos desatada por las fuerzas policiales y grupos de civiles armados.
A principios de 1919, la victoria de la revolución bolchevique ocurrida hacía menos de dos años en Rusia, era un fantasma que recorría y atemorizaba a los gobiernos que temían su expansión.
El argentino era uno de ellos. La incipiente clase obrera, compuesta en gran parte por inmigrantes europeos, reclamaba sus derechos –principalmente una jornada laboral de 8 horas– impulsada por dirigentes anarquistas y comunistas.
Para los principales diarios argentinos, la posibilidad de una revolución bolchevique en estas tierras parecía en el futuro más próximo.
En ese momento se produjo un cambio de perspectiva. En noviembre de 1918 La Nación confiaba en que el maximalismo no se expandiría más allá de las fronteras rusas y consideraba que sólo unos pocos países europeos enfrentarían en los meses sucesivos al peligro maximalista.
Sin embargo, a partir de diciembre La Nación, La Razón y La Prensa alertaron en sus editoriales sobre la divulgación de las ideas maximalistas y consideraron que, al igual que en Europa, también en Argentina se desencadenarían huelgas revolucionarias – dijo a Infobae el historiador Daniel Lvovich, investigador del Conicet especializado en la historia política y social del Siglo XX.
El Centro “Marc Turkow” de AMIA cuenta actualmente con testimonios y documentos valiosos sobre el tema, que permiten difundir estos hechos y mantener viva la memoria para que allí donde reinó el terror, también surja la esperanza y estos acontecimientos monstruosos no se repitan nunca más.
Por el Dr. Mario Burman en exclusiva para Radio Jai