Natán Sharansky, nacido el 20 de enero de 1948, es un antiguo disidente, refúsenik y activista por los derechos humanos soviético, además de actualmente ser un político y autor israelí.
El hoy presidente del Instituto Adelson de Estudios Estratégicos en el Shalem Center fue, entre marzo de 2003 y mayo de 2005, ministro sin cartera, responsable, en la ciudad de Jerusalén, de asuntos sociales y de la diáspora judía. Antes había sido vice primer ministro y ocupado varios ministerios: el de Industria y Comercio (1996-1999), el del Interior (julio de 1999, al que renunció el mismo mes del año 2000) y el de Vivienda y Construcción desde marzo de 2001. Renunció al gabinete israelí en abril de 2005 en protesta contra los planes de retirar los asentamientos judíos de la Franja de Gaza. Fue reelecto en marzo de 2006 como miembro del derechista partido Likud. El 20 de noviembre de 2006 renunció a su banca del Parlamento israelí (Knesset) para constituir el Instituto Adelson de Estudios Estratégicos.
Siempre pensamos en las distintas liberaciones con las que el pueblo judío ha debido lidiar en distintos momentos. Probablemente, en los tiempos modernos una de las más simbólicas sea la de los judíos soviéticos, uno de cuyos grandes símbolos es Natan Sharansky.
Natan (Anatoly) Sharansky nació en Ucrania y se convirtió en uno de los íconos de la lucha de los judíos soviéticos, tras ser detenido en 1977 por las autoridades de la URSS bajo la acusación de “traición a la patria”.
La realidad es que fue uno de los fundadores del movimiento judío dentro de la organización de Derechos Humanos “Grupo de Monitoreo de Helsinki”, de la que fue portavoz y por la que actuó desde la clandestinidad. En 1978 la URSS lo declaró culpable y lo sentenció a 13 años de prisión.
Su esposa Avital lanzó una campaña internacional para lograr su liberación, la cual dio sus frutos el 11 de febrero de 1986, cuando consiguió salir de prisión y esa misma noche llegar a Israel.
Se ha dicho que el perdón es el último triunfo del espíritu humano. En este caso, un hombre pequeño, pero con una voluntad de gigante, alcanzó el pasado jueves la cima de la victoria ante una hilera de bloques de ladrillo en el exterior de la famosa prisión soviética de Lefórtovo.
Y para demostrarlo está Natan Sharanski, que en su otra vida, antes de que el comunismo se hiciera añicos, se llamaba Anatoli Sharanski y era un ciudadano soviético movilizado a favor de los derechos de emigración de los judíos. Fue acusado de agente de la CIA y encarcelado por actividades antisoviéticas y espionaje en 1978, tras haber sido uno de los fundadores del grupo de Helsinki, que se dedicaba a vigilar el cumplimiento de los acuerdos internacionales firmados por la URSS en 1975.
Precisamente a la cárcel de Lefórtovo volvió el jueves el ministro Sharanski, dentro del programa de su primera visita oficial a Rusia desde que, en 1986, lo canjearan por espías soviéticos y lo expulsaran de la URSS en un puente de Berlín, siguiendo los cánones de la guerra fría que ya empezaban a resquebrajarse.
La biblioteca de Lefórtovo fue objeto de un especial interés durante la visita. Sharanski explicó que su colección de clásicos, confiscados en los años treinta, le había ayudado a soportar los interrogatorios. Además, para colaborar con otros en esa situación, donó cinco ejemplares de su libro No temas ningún mal, en el que describe su experiencia carcelaria y la forma de resistir los interrogatorios.
“Vuelvo a mi alma máter. Ésta ha sido la universidad más importante de mi vida”, dijo Sharanski antes de penetrar en Lefórtovo, la institución del Comité de Seguridad del Estado (KGB) que tan bien conocieran los políticos de oposición al régimen soviético e incluso los rivales de Borís Yeltsin como el ex jefe del Parlamento Ruslán Jasbulátov y el ex vicepresidente Alexandr Rutskói tras el cañoneo del Parlamento ruso en octubre de 1993.
Según Sharanski, Lefórtovo sigue siendo tan silencioso como antes y tiene las mismas celdas de castigo, pero está “más limpio”, mejor cuidado y también parece más luminoso. Le pareció también que la ración de carne de los presos es más abundante que antes. El ex disidente, sin embargo, se mostró algo escéptico ante las informaciones de los responsables de la prisión, según los cuales los internados en celdas de castigo reciben mantas como el resto de sus compañeros.
La nostalgia también lo llevó a la sinagoga central de Moscú y a una escuela judía, donde vio cómo los niños son instruidos en sus tradiciones religiosas e informados sobre las discriminaciones de la época comunista. Sin embargo en su antiguo domicilio de la capital rusa, tuvo una desagradable sorpresa ante la puerta de hierro que cerraba el paso a lo que fuera su casa. Las puertas blindadas siguen existiendo también en la nueva Rusia, no sólo en la cárcel, sino para proteger a los ciudadanos de a pie de quienes andan sueltos y deberían estar entre rejas.
Su ideario puede resumirse en esta definición “se debe insistir en la promoción de la democracia para la gente aún oprimida, en lugar de meramente apaciguar a las dictaduras o de solo realizar negocios con los regímenes despóticos (o, peor, aún, con los tiránicos)”.