La Fiesta de Purim – Celebrando la Vida

Queridos amigos:
Purim y su multicolor despliegue – en sus disfraces, sus ra’ashanim (matracas), sus comidas – goza de una enorme popularidad entre los judíos del mundo, y, especialmente, en el Estado de Israel. En esta tierra tan santa los niños preparan con mucha expectativa sus disfraces, incluyendo componentes de la realidad israelí que afectan tanto sus vidas como las de los adultos. Políticos, mandatarios (generalmente dictadores) de los países de la zona y autoridades internacionales aparecen junto a los más tradicionales disfraces de la Reina Esther, Mordejai el justo y los personajes de la literatura infantil, la televisión y el cine. Purim parece la festividad más adecuada para combinar presente y pasado de vida independiente judía en este país, por celebrar nuestra supervivencia entonces y ahora frente a aquellos que quisieron y quieren acabar con nuestras vidas. Hamán el malvado, en la historia de Purim, instaba a “destruir, matar y exterminar a todos los judíos, jóvenes y viejos, niños y mujeres, en un mismo día, el 13 de Adar”[1] ; Ali Khamenei, “Líder Supremo” de Irán y el jeque Nasrala, líder de Jizbalá – el grupo terrorista con base en el sur del Líbano -, claman en cuanta ocasión se les presenta junto a sus miles de seguidores: “¡Muerte a Israel!”. Purim recuerda el descomunal peligro que posó sobre nuestras cabezas, y la necesidad de autodefensa judía para asegurar nuestra continuidad física (aún hoy, con el tremendo precio de la caída de cerca de 24.000 de nuestros jóvenes, hombres y mujeres, niños y ancianos, desde la creación de Estado de Israel).

Es el deber de todo judío escuchar la lectura de la Meguilá (el Libro de Esther, compuesto de 10 capítulos). Más aún: debemos hacerlo en dos ocasiones, de noche y de día. “Dijo Rabi Yehoshúa ben Levi: cada persona tiene que leer la Meguilá a la noche, y volver a leerla de día (en recuerdo a la época durante la cual ocurrió el milagro de la salvación judía, cuando suplicaban de día y de noche)”[2] . Esta explicación no condice, aparentemente, con el espíritu de Purim: en el Libro de Esther el nombre de Dios no aparece en ninguna ocasión, y la liberación de la amenaza de Hamán, sus 10 hijos y 75.000 de sus seguidores fue lograda en una batalla legítima de los judíos que acabaron con ellos. Pareciera que, en este caso, fuera exclusivamente la resolución del pueblo judío y de sus líderes (Esther y Mordejai) lo que consiguió la victoria sobre sus enemigos.

Rabi Yehoshúa ben Levi aparece entonces recordándonos el nivel espiritual de Jag Purim, la fiesta de Purim: el vínculo entre nuestros esfuerzos humanos y la profundidad de nuestra fe. Antes de la confrontación; antes de iniciar la contienda, Esther, Mordejai y el pueblo judío todo ayunaron por tres días y tres noches (lo que recordamos con el ayuno de Esther, justo antes de Purim), como invocando con ello a Dios por Su protección, Su fortaleza y Su sabiduría en las duras decisiones que debían tomarse. La responsabilidad de la defensa de nuestro pueblo era nuestra, pero, en el ínterin, no olvidamos la causa por la que queríamos mantenernos con vida: salvaguardar junto con nosotros mismos nuestra misión de traer luz para los pueblos[3] y los mensajes de los profetas de Israel de un mundo mejor para todos, siempre en el marco de la intimidad con nuestro Creador. La plegaria representada por la lectura de la Meguilá en dos ocasiones tiene que acompañarnos hoy y siempre para recordar que frente a nuestros más difíciles dilemas y decisiones – que son siempre nuestros – podemos y debemos incluir la sabiduría, la espiritualidad y la luz de un judaísmo que cuenta con miles de años de reflexión, profundidad y meditación.

Es quizás por ello que los personajes de nuestro tiempo se “filtran” entre los disfraces de Purim: como un recordatorio de que aún hoy nos acucian dilemas sumamente complejos, y que, para resolverlos; para tomar nuestras decisiones más delicadas tanto en el nivel personal como en el nacional, debemos regirnos según criterios y principios elevados que les den un sustento perdurable en el futuro y una clara razón de ser en el presente… tal como ocurrió con Purim, que continuamos celebrando 2400 años después de los sucesos que lo generaron.

Quiera Dios que cuando escuchemos la Meguilá este año sepamos comprometernos con la acción por nuestra continuidad basada en la reflexión de nuestras almas y espíritus.

Quiera Dios que el mensaje de vida, de esperanza y de salvación de Purim nos impulse a celebrar juntos, evocando la emoción del pasado que auspició este presente de gloria.

Y quiera Dios que todos y cada uno de nosotros escuchemos el relato de Esther, Mordejai y su historia redentora, recuperando en ella una parte de la nuestra.

¡Jag Purim Saméaj!
¡Jazak ve’ematz!

RABINO CARLOS A. TAPIERO
Vice-Director General & Director de Educación
Unión Mundial Macabi

[1] Libro de Esther III 13.
[2] Tratado Meguilá, Talmud Babilónico, 4a.
[3] Isaías XXXXIX, 6.

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