“30 años de impunidad”

Por Ianai Silberstein

En vísperas del trigésimo aniversario del atentado en la Embajada de Israel en Buenos Aires es ineludible hacer referencia a la fecha, hacer la pausa que el silencio de recordación impone, y esbozar, si acaso es posible desde esta otra orilla y lejos, muy lejos de ser un experto en estos temas, alguna reflexión. Las reflexiones no tienen otro objetivo que sumar pensamiento y sentimiento al torrente de consecuencias que hechos de tal magnitud provoca. Por eso, pueden ser insignificantes, o simplemente torcer un poco una mirada sesgada por la condición de local, por la indignación y la impotencia. Una reflexión siempre es una pausa. Aunque hayan pasado treinta años.

De alguna manera muy gruesa podría sugerirse que el de la Embajada de Israel fue el primero de una serie bastante exitosa de atentados terroristas que el Islam radical exportó al mundo occidental, llevando su guerra santa a otras geografías.

Tal vez podría verse el atentado de Lockerbie (PanAm 101) en 1988 como una operación cuya gestación fue vinculada con el régimen de Khadafi en Libia y que estuvo destinado a golpear a los EEUU. En 1993 se desactivó un coche bomba bajo el World Trade Center de Nueva York. En 2001, historia reciente, dos aviones chocaron y tiraron abajo esas mismas torres en un ataque coordinado que incluyó cuatro vuelos de línea (las dos Torres, el Pentágono, y el vuelo 93 de United). El límite entre ataque terrorista y una franca “invasión” territorial se desdibuja por la naturaleza política y legal de Al-Qaeda.

Si al extremismo islámico le llevó unos diez años perfeccionar su plan de ataque a las Torres Gemelas de Nueva York, sin duda los atentados en la ciudad de Buenos Aires, la Embajada en 1992 y AMIA en 1994, no pueden verse fuera de ese contexto. El de la AMIA se ha convertido en el paradigma del atentado antisemita, mientras que el de la Embajada de Israel está más vinculado a los conflictos entre Islam y los demonizados EEUU y su aliado Israel. A poca distancia uno de otro, cada edificio y sus víctimas representan conflictos con matices diferentes pero con idénticas consecuencias.

A treinta años de aquellos sucesos en Buenos Aires, y en especial después de las consecuencias del 9-11 en los EEUU, lo que llama la atención, el tema que ocupa todos los titulares y los reclamos de generaciones, es el de la impunidad.
Las consecuencias de los atentados en Nueva York en 2001 se hicieron sentir en el mundo: Bin -Laden terminó asesinado por un comando de los EEUU en 2011, diez simbólicos años después de su mayor éxito como terrorista, y los EEUU se embarcaron en guerras en la región cuyas consecuencias seguimos viendo en las pantallas de televisión. Está claro cómo sucedió y está claro el precio que pagaron los perpetradores y sus áreas de influencia. La relativa fragilidad de los EEUU, por otro lado, quedó expuesta por generaciones.

Mientras tanto, en Argentina los casos siguen abiertos, las nociones se acumulan, para algunos al grado de la certeza; pero no parece, por ahora, haber consecuencias ni legales ni de otro tipo. El caso Nisman es una perla más del collar de la impotencia de las víctimas y todo lo que ellas representan.

En toda la región, a partir de ese primer lustro fatídico de la década del noventa, las condiciones en que los judíos vivimos y nos congregamos cambiaron para siempre. Las puertas abiertas de comunidades y espacios comunes y de cultura se transformaron en exclusas de seguridad, los ingresos están celosamente vigilados, y la atención en especial alerta.

La historia judía tiende a neutralizar el paso del tiempo mediante la vivencia de los hechos del pasado como si nos estuvieran sucediendo hoy: basta ver la festividad de Purim que se inicia esta noche, o Pesaj en un mes.
Si la Torá al pie del Monte Sinaí la recibimos, simbólicamente, todas las generaciones, los sucesos en Buenos Aires entre 1992 y 1994 nos sucedieron también a todos. Siguen sucediendo en la medida que debemos mantenernos alerta y nuestra forma de vida está condicionada por aquellos riesgos. Aun cuando un día se haga justicia y los culpables paguen por su crimen, la Embajada y AMIA seguirán sucediendo. Como siguen sucediendo los grandes acontecimientos de nuestra historia; incluida la Shoá.

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