Por el Prof. León Trahtemberg
Cada vez encuentro más columnas sobre el abandono de la carrera docente de profesores en distintos países del mundo al cabo de 3 a 5 años de ejercicio profesional. Si bien en el Perú el abandono formal del rol docente no tiene esas magnitudes, la saturación emocional y las estrecheces económicas afectan la capacidad de empatía, pasión y desempeño docente de los peruanos. Tener que lidiar con un bajo reconocimiento profesional y económico, crecientes problemas de indisciplina y cargamontones de padres que se quejan de cualquier cosa y los agreden en las redes sociales, ministerios de educación que los llenan de requerimientos administrativos, políticos que se entrometen en sus quehaceres pedagógicos, etc. todo eso harta a los profesores.
Aclaremos que esta vocación de renuncia no es generalizable a todos los maestros pero sí corresponde a las tendencias visibles, pero si hay la suficiente inteligencia y buena voluntad, se puede intentar adelantarse y corregir lo que parece un destino inexorable.
Leyendo recientes columnas de Chile, Inglaterra, Israel y EE.UU. entre otras, se percibe que la duración promedio de maestros calificados como muy buenos y hasta excelentes es de 3 a 5 años de iniciada su labor docente en aula. Son dos tipos de maestros: los que buscaron un título al que es fácil de acceder que garantiza una remuneración continua hasta encontrar algo mejor, y los que se entregaron a la docencia con vocación y pasión pero que al cabo de unos años llegan a la conclusión que no podrán desempeñar esa función por mucho tiempo y prefieren abandonarla cuando aún pueden recolocarse en el mercado laboral en otras labores.
Usualmente las áreas de informática, tecnología, ciencias, matemáticas, talleres e inglés son aquellas en las que los docentes logran más fácilmente encontrar mejores opciones fuera de la escuela.
Las razones que dan los docentes para abandonar la profesión son diversas pero podrían agruparse en las siguientes: bajos salarios, pobres condiciones de trabajo, comportamiento de los estudiantes que incluye agresiones verbales y hasta físicas a los maestros, falta tiempo de planificación, mala gestión de liderazgo del equipo directivo, no sentirse escuchados ni apoyados, clima laboral tenso y falta de autonomía profesional. Se sienten solos, sin apoyo cuando hay algún conflicto con padres y sin espacio para hacer mejoras o cambios.
Un maestro estresado, hambriento y humillado no tiene el combustible para mantenerse en la profesión y responde renunciando.
Acá hay un desafío importante para los colegios cuyos directivos y APAFAS quieren prevenir el desánimo, abandono y la alta rotación docente. Si logran crear un buen clima laboral, evidenciar cuidado y respeto por los docentes, expresarles reconocimiento y gratitud aún si hay ocasionales razones para criticarlos, acompañarlos en sus momentos de dificultad, ofrecerles incentivos y capacitaciones interesantes, se crearía una red de soporte emocional que podría nutrir su autoestima docente y mantener activa su pasión por la enseñanza.