Les recogía en sus casas y les daba identidades falsas antes de confiarles a comunidades religiosas o a familias fiables.
Andrée Geulen nació en Bruselas el 6 de septiembre de 1921 y falleció en Ixelles el 1 de junio de 2022
Su compromiso durante la Segunda Guerra Mundial permitió el rescate de alrededor de 4.000 niños judíos. Durante décadas estuvo activa en ambientes literarios y pacifistas, ofreciendo su testimonio solo durante los últimos 45 años de su vida.
Un día del verano de 1942 algunos de sus alumnos llegaron al colegio con la obligatoria estrella amarilla cosida en la ropa. Tener a sus alumnos marcados y humillados de esta manera enfureció a Geulen, e instruyó a toda la clase, judíos y no judíos por igual, a usar delantales en la escuela para cubrir las estrellas amarillas, cuenta su historia registrada en el Yad Vashen.
Este primer encuentro cercano con la persecución de los judíos convenció a Geulen de que tenía que actuar. empezó a darse cuenta de las persecuciones que padecían los judíos la mañana en que vio llegar a sus jovencísimos alumnos con una estrella amarilla bordada en el uniforme. Poco después conoció a la activista judía Ida Sterno, que buscaba una persona de «aspecto ario» para colaborar con el Comité de Defensa de los Judíos –entidad obviamente clandestina en aquellas circunstancias–, de cara a intentar el rescate del mayor número de personas pertenecientes a esa religión.
Geulen aceptó inmediatamente la propuesta, abandonó su domicilio para mudarse al internado donde daba clase, asumió el seudónimo de Claude Fournier, y se pasó dos años recogiendo a niños en sus hogares trasladándoles a lugares seguros, principalmente en comunidades católicas, aprovechando los viajes para explicarles, de modo especial a los que ya tenían uso de razón, que tenían que llevar, por lo menos durante un tiempo, otros nombres y apellidos. Por su bien. Este es el origen del sutil sistema de suplantación de identidades que Geulen ideó junto a sus compañeros de aventura.
La doble identidad de cada niño era apuntada y fragmentada en cinco cuadernos –que nunca estaban juntos en el mismo lugar– y permitía establecer la correspondencia entre el nombre original del niño, su familia de origen y su nombre supuesto mediante un número de referencia, siendo cada uno de los cuadernos igual de necesarios para disponer de la información completa sobre todos y cada uno de los niños.
El sistema general (traslados e identidades) surtió la suficiente eficacia como para evitar la detención de unos 4.000 niños entre 1942 y 1944, pero tuvo algunos fallos. Por ejemplo, en la fiesta de Pentecostés de 1943 con motivo de una redada en el internado cuando los alumnos judíos no tenían donde ir. Según la ficha de Geulen en el Memorial de Yad Vashem, «todos fueron arrestados y los profesores interrogados». La maestra «no demostró temor alguno y cuando los alemanes le preguntaron si no se avergonzaba de enseñar a niños judíos les respondió con audacia: ‘¿No os avergonzáis de hacer la guerra a niños judíos?’».
El episodio no disuadió a Geulen –que evitó in extremis su propio arresto– de seguir atendiendo a los niños, empezando por los que no estaban el día de la redada, a los que fue a ver para que no volvieran al internado.
«Su participación en las tareas de rescate se volvió más activa aún y empezó a vivir en clandestinidad. Alquiló un apartamento con Sterno [que luego fue deportada] (…). El contacto con las organizaciones clandestinas se mantenía a través de casillas de correos secretas, una de ellas situada en una tienda de anticuario».
Esa fue la dinámica hasta el final de la guerra. Liberada Bélgica, Geulen repitió la operación en la otra dirección: devolvió a los niños a sus familias de origen. Como suele ocurrir en estos casos, los reconocimientos tardaron en llegar. El primero, y el más importante, fue la concesión en 1989, por parte de Yad Vashem, de la dignidad de «Justa entre las Naciones». Dieciocho años más tarde fue nombrada ciudadana honoraria de Israel y hace unos meses fue honrada por Ixelles, su ciudad de residencia.