Contenido de Parashat Behalotejá

Por Daniel Tenenbaum

Esta parashá comienza con temas técnicos de la tarea de los leviim (levitas) en el servicio del tabernáculo, la menorá y la celebración del “pesaj sheni”, segunda fecha para cumplir con la fiesta de Pesaj para aquel que no pudo cumplirlo en su fecha original.

Luego continua con la particular modalidad que tuvieron los hijos de Israel para moverse por el desierto, los 40 años que tardaron en poder ingresar a la tierra prometida: cuando la columna de nube (símbolo de la presencia Divina) estaba fija sobre el tabernáculo, no se desplazaban, cuando se elevaba, levantaban campamento y la seguían. El texto recalca que no había aviso previo y que a veces estaban una noche en un sitio, y en otras ocasiones no se movían por uno o dos años.

Esto nos enseña que la vida es así, nos parece estar establecidos en un lugar, un estilo de vida, un cierto ambiente… y de golpe cambia todo. Si como pueblo tenemos confianza en que D’s nos guía, podemos seguir esa nube que nos llevará a nuestro destino común.

Cerca del final, el clima de la parashá cambia completamente. La gente se queja llorando a Moshé, y le dicen que solamente tienen el maná (man) para comer. Este aparece milagrosamente cada madrugada y tiene gustos y texturas variados. Lloran porque extrañan la “abundancia” de comida de Egipto, verduras variadas y pescado…
La reacción de Moshé es novedosa para él: en lugar de tratar de que D’s les dé lo que piden, se enoja… con Èl. Le dice: “¿Por qué me tengo que hacer cargo de esta gente? ¿Acaso yo los parí?” y varias cosas más. Resulta que Moshé nunca ambicionó el poder que tiene, como líder de Israel.

Moshé lo toma como una carga, como una responsabilidad que debe asumir, pero que no disfruta en lo más mínimo. Y lo lleva más allá, se queda en su puesto hasta el último día de su vida, pero no encumbra a sus hijos como sucesores ni les da ninguna relevancia conocida.

Ya cerca del final de la parashá, Moshé se dedica a organizar, siguiendo instrucciones divinas, un esquema de personas que compartan la carga de liderar y juzgar al pueblo. Vuelve a aparecer el tema de que el poder es una carga y una responsabilidad para los lideres y no debe nunca ser un medio para beneficiarse ni para elevarse por encima de los demás. En especial, Moshé les pasó un poco de su espíritu profético a los 70 que formarán el tribunal superior (posteriormente llamado Sanhedrin), que a veces se pondrán a profetizar sin poder contenerse.
Por último un suceso extraño: Miriam, hermana de Moshé, habla mal de él. ¡Justo de Moshé! la persona más humilde de la Tierra, como dice textualmente nuestra parashá. Tanto es así que ni siquiera se defiende de lo que sea que lo acusen. Es D’s quien hace comparecer a los tres hermanos, para decirles que Moshé es muy especial, tanto que tuvo revelaciones divinas como ninguna otra persona las tuvo ni las tendrá. Y D’s castiga a Miriam por sus dichos, y nuevamente nos sorprende Moshé intercediendo por ella, pidiéndole que por favor la cure de sus males…

Todos tenemos mucho que aprender de Moshé. Su humildad, la manera de hacerse cargo de sus responsabilidades sin enojarse, su tenacidad y a la vez su disposición a escuchar a todos, incluso más allá de sus fuerzas. En especial los que se ofrecen como lideres de la comunidad y de las diferentes instancias del gobierno, deberían tenerlo como modelo. Aunque no lleguen a sus alturas, el intento sería muy bueno para todos. Ojala…

 

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