Gran Rabino Isaac Sacca – Julio 2022
¿Por qué seguimos llorando la pérdida del Bet Hamikdash (Gran Templo de Jerusalén)? ¿Qué tenía de especial y único ese lugar tan sagrado?
Para comprender este asunto, es preciso considerar y ponderar una cuestión. La revelación de la Torá al pueblo de Israel trajo consigo una revolución en el pensamiento humano: la idea de humanidad.
Hasta ese momento, cada grupo nacional, étnico o religioso se consideraba a sí mismo como el único realmente valioso: solamente los integrantes de la propia tribu eran humanos, y el resto eran seres inferiores, cuya vida valía poco y nada. En la concepción pagana de la Antigüedad, aquellos que no formaban parte del mismo grupo eran inhumanos, tratados como ganado o esclavizados.
La Torá rompió con esa concepción pagana y trajo al mundo una idea novedosa y progresiva: la humanidad. Para la Torá, todos los miembros de la familia humana somos personas con derechos y obligaciones, parte de un mismo colectivo. Aquel que no forma parte de mi tribu no es un enemigo ni un adversario sino un hermano al que le debo respeto y consideración.
El Bet Hamikdash era un centro espiritual que sintetizaba esta idea revolucionaria de la Torá: un lugar de reunión y encuentro de toda la humanidad bajo el amparo de Dios. Allí eran recibidas las personas, sin importar su estatus nacional o religioso. Todos tenían su lugar.
Esta idea alcanzó su punto cúlmine en la época del Segundo Bet Hamikdash, cuando – en momentos de auge del Imperio romano- el judaísmo se transformó en una religión con simpatizantes a lo largo y ancho de todo el Imperio. En aquella época, millones de personas se acercaban al Bet Hamikdash a presenciar el sublime rito que se realizaba allí y participar de él, con el objetivo de vincularse con Dios.
Sin embargo, los seres humanos tendemos a ser egoístas e individualistas. Enfatizamos las diferencias y nos enfocamos en los defectos del prójimo. Cuando esas tendencias se profundizan, aumenta la distancia entre las personas y comienzan los conflictos. Entonces la idea de humanidad se diluye en un mar de peleas y enfrentamientos. Aparecen los dogmáticos, la violencia y el odio.
Cuando el Beit Hamikdash fomenta la separación y la división en vez de la unión, su existencia no tiene sentido. Sin una humanidad unificada bajo ideales morales, el Bet Hamikdash ya no tiene razón de ser, porque ya no puede cumplir su función de ser un faro para todas las personas.
Hay solo una forma de reconstruir el Bet Hamikdash: fomentar la paz y el respeto de todos los pueblos, naciones, etnias, religiones, culturas y géneros. Renovar el compromiso con la humanidad como un todo es el único camino para recuperar aquello que hace tan sagrado al Bet Hamikdash.