En 1981 Víctor Chico, oriundo de Cajamarca y acólito de Segundo Villanueva, un esencial impulsor del Judaísmo emergente en Perú, participó y ganó el concurso bíblico de Lima, un importante certamen patrocinado por el colegio León Pinelo, el comité interreligioso del Perú y la Comunidad Judía Nacional.
El ganador de dicho concurso representaría su nación frente a la competencia internacional de Tanaj celebrada en Jerusalén.
Ese evento inesperado y nunca antes registrado, conmocionó a las comunidades judías preestablecidas por aquel entonces.
¿Un no-judío representando a Perú en una competencia de Tanaj?
No sin algunos acalorados debates y discusiones finalmente se decidió honrar el convenio y Víctor Chico acudió orgullosamente al evento, donde no superó la primer ronda, pero demostró la valía de la, por aquel entonces, improbable agrupación.
Graciela Mochkofvsky del departamento de periodismo latino en la Universidad de Columbia (NY) y autora del libro La Revelación (2007) y El Profeta De Los Andes (2022), cuenta como Cajamarca, la rocosa ciudad donde Pizarro ejecutó a Atahualpa, el último rey Inca, fue la cuna, junto a Trujillo, de aquel movimiento que luego se consagraría con el nombre de Bnei Moshe (Hijos de Moisés).
Segundo Villanueva (1927-2006), férreo católico, inconforme con las respuestas otorgadas por las distintas congregaciones de corte cristiana de las que formó parte, se abocó luego de una larga búsqueda espiritual al judaísmo de forma reveladora.
Encabezó un proceso de conversión al judaísmo a casi 500 seguidores, ansiando legitimidad, y apoyo completo e íntegro de parte del Rabinato.
Entre 1993-95 junto al aval del rabino de la Unión Israelita en Perú Iacov Krauss, tres enviados de la Rabanut de Israel apadrinaron en Trujillo la conversión y poco después la totalidad de ellos emigró a Israel, lugar donde al día de hoy residen sus hijos y nietos.
Grandes historias como éstas sorprenden y enseñan a las comunidades más asentadas el alcance y profundidad del Judaísmo.
Guillermo Bronstein, rabino en Lima, Perú, afirma con convicción que el judaísmo no pertenece a ninguna raza o etnia en particular, que las ansias de conocimiento y saber, el amor al prójimo y al Libro, son dignas de florecer en cualquier corazón y lugar, por más remoto que sea.
Al día de hoy múltiples comunidades emergentes en Colombia, Ecuador, Venezuela y Brasil, entre otros, demuestran su valía e interés por preservar e inculcar el judaísmo.
Redacción Ilan Jaievsky